E P Í L O G O
—¿Qué haces? —veo a Aaron sacar un vestido de mi clóset.— no tengo ganas de salir. Me cubro por completo con la cobija. No quería salir, no quería hacer nada de nada. Quería quedarme en el calor de la cama, abrazada a Aarón y a mi hijo que estaba precisamente con sus abuelos, niña callejero, le gusta estar en todos lados menos en casa. Saldría a su padre, espero que mi próximo bebé saque algo de mí, es que la genética es impresionante.
Volvamos a mi estado emocional. Me siento irritada. Y Aarón a veces me irrita.
—¿Te he preguntado si quieres salir? —¿Que se cree? Mi padre, me destapé y le dí una mala mirada, el sólo sonreía, a pesar de estar de espalda podía percibir que estaba sonriendo.
—Aaron Prince Lovecraft no eres mi padre y no quiero salir. —dije en una voz baja y calibrada.
—El que no querría salir soy yo que tiene los malestares como si estuviera preñado. —sonreí al recordar que a él le ha pegado más que a mí, y solo una mala mirada al estilo Aaron Lovecraft, pero es que por una vez en la vida el hombre tiene que experimentar aunque sea el diez porciento de lo que le pasa a las mujeres día a día.
—¿Quién te mandó no cuidarte? A mi déjame dormir.—me volví a cubrir, sonreí debajo de la sábana, sabía que a él le molestaba mi actitud de niña malcriada.
—Son las cuatro de la tarde. Levanté. ¡Éste es...! —volví a sacar la cabeza como la tortuguita y vi la prenda con fastidio.
Un vestido blanco que no recordaba que tenía, la parte de arriba con forma de corazón con pedrería blanca brillante en toda la orilla hasta sus tirantes y abajo es tipo campana hasta la rodilla. Tomó unos tacones de suela corrida plateados y lo extendió en la cama.
—¿No entiendes? —me senté en la cama.
—Sé que estás hormonal y no quieres salir pero te sacaré así sea desnuda y arrastrandote. —eso era algo que él no haría, era hombre y dejar que los demás vea lo que es suyo era mentira.
—¿Por qué?
—Porque soy el amor de tu vida. —me jaló y me paró como si fuera un saco de papa. Le di una mala mirada.
Entré al baño y con mala gana me bañé. No tenía ánimos de nada. Peleaba con el agua, con el paño y con el suelo.
Salí envuelta con el paño y Aaron no estaba en la habitación. Que bello, luego de alborotar el avispero se va.
Me vestí lo más lento que pude. Me coloqué el vestido y me ví en el espejo. No recordaba haber comprado ese vestido. Obra del señor Lovecraft. El color era hermoso y resaltaba con mi piel bronceada.
Puse mis zapatos y me fijé lo alta que estaba. Pero faltaba algo, no sabía que hacer con el cabello.
Quité mi coleta y me rendí, no sabía que hacer.
A la habitación entró un Aaron con esmoquin negro. Guapo es un adjetivo corto para el.
—No se a donde vamos tan arreglados y no sé qué hacer con mi cabello.
Me senté frustrada y crucé mis brazos enojada. Ví que tomó el cepillo y se acercó. Me cepilló el cabello con delicadeza
—Tienes un cabello hermoso. Y cómo lo lleves te verás hermosa, con una bolsa en la cabeza o sin ella.
—Lo dices porque me amas. —el seguía peinando, se levantó y tomó varios ganchos negros y se acercó.
Me trenzó la parte de alante y con el ganchillo me lo sostuvo atrás y así hizo de los dos lados hasta formar un cintillo de moños en mi cabeza.
—Tengo una hermana muy mona si no te has dado cuenta, veía como mamá la peinaba y yo lo hacía cuando ella no podía. —veía en el espejo su obra maestra, quedó espectacular. Lo miraba incrédula.
—A partir de ahora me peinaras. Serás un excelente padre. —lo miré con cariño, lo amaba y el me amaba.
—Y tú una exagerada madre.
Me levantó casi a la fuerza y me sacó de la casa. Era un hombre que a pesar de que a veces me sacaba de mis casillas, lo amaba. ¿Cuántas veces he dicho que lo amo? Sonreí al pensar eso.
Nos montamos en su carro y estaba ansiosa por saber lo que pasaba.
—Por lo menos dime a dónde vamos. —miraba el porte que tenía, su traje, el reloj y el aire de superioridad que solo transmitía con su presencia, es que el podría ser humilde pero lo que impregnaba era poder y pues me sentía bien ser la mujer que estaba a su lado.
—Una cita. —era trece de febrero, San Valentín era mañana. Quizas confundí las fechas. Mire dudosa, busqué el día en el calendario que salía en la pantalla de inicio del celular, era trece y no catorce, así que no estaba equivocada.
Me relajé, tanto esfuerzo para una cita. Era un hombre impredecible y detallista.
Nos estacionamos en un restaurante conocido pero antes de entrar en él me jaló y caminamos por la acera.
—Pensé que tendríamos una cita —dije señalando el local.
Estaba mirando hacia atrás donde dejamos el restaurante y no me fije donde entramos. La sala estaba silenciosa y yo me veía confundida. La interrogante estaba por toda mi cara y el sólo sonreía, le brillaban esos ojos que tanto me burle y un pequeño rubor se asomó en sus delicadas mejillas.
Abrió una puerta de madera y luego ésta nos mostró unas escaleras. Subimos un piso hasta unas puertas café que el abrió dejando ver a todos los que allí estaban.
—Pensé que tendríamos una cita —lo volví a repetir sin comprender.
—Pero con el notario. —se rió y todos se levantaron.
Había dos columnas de sillas una a la derecha y otra a la izquierda y estaban todos allí. Los Lovecraft, los Holmes, los Kipling y mis amigos, América y su familia, Catherine, Pher, Eliezer y mi chiquito.
Caminamos con el ritmo de una música nupcial que de la nada empezó a sonar. Estaba en el aire, no lloraba pero tenía el nudo en mi garganta. Él me tenía y yo a él, caminamos juntos.
Llegamos al final del paseo hasta el hombre que nos casaría y precisamente es mi abuelo. Todo estaba bien. Parece que Aaron es mejor en detalles de estética que yo.
No escuchaba lo que decían sólo veía a mi marido sonreír y darme mimos con la mirada. Me decía que me amaba que era Todo. Eso lo decía su mirada.
Un acepto y con este anillo te desposo: palabras que una vez dudé que se las diría.
Con una sola firma y la de nuestros testigos.
Y: los declaro marido y mujer...
¡Dios...! todos aplaudían y mi hombre me besaba dando vueltas conmigo en sus brazos.
—Te amo IntensaMente... —susurró en mis labios. Ya las lágrimas estaban rodando por mis mejillas.
—IntensaMente... ¡Estas loco! Terminaste siendo mi Landon Carter.
—Aún no termina. Me debes un viaje a Italia señora Lovecraft.
—¿Italia? ¿Vamos a viajar?.
—Dijimos que cuando todo se arreglara viajaremos. Y todo se arregló. Eres mi esposa, la madre de mis hijos —puso su mano en mi vientre que aún no se nota el embarazo— y mi compañera de vida.
—Pensé cuando dijiste que nos casariamos, que era en un factor tiempo premeditado.
Miré alrededor que nos veían sonrientes. Todos lo sabían. Aún había algo de tensión en la relación con la familia de mi marido, las cosas que sucedieron no se desaparecería de la noche a la mañana, tenía que crearse la confianza otra vez y el cariño que aún estaba tenía que ser ganado.
—La novia tiene que lanzar el ramo antes de irse al aeropuerto. —habló América, estaban todos sonriente, la felicidad era compartida y me sentía sensible, quería llorar, reír, hasta hacer pipí, era una emoción difícil de describir que me hacía sentir de todo en mí cuerpo.
—Yo no traje ramo. —dije señalando mis manos vacías pero de la nada ya tenía uno. Miré a Aaron y sonrió.
—Tienes todo planeado ¿eh? —modesto se encogió de hombros que hombre tan especial. Siempre me preguntaré si mi tiempo fue perdido o no, si no me hubiera marchado fueramos sido desde un principio una familia, pero creo que las cosas suceden por razones que nosotros no entendemos. Tenemos opciones y la que escogemos definirá el mañana, consecuencias que pueden aligerar nuestra vida o simplemente veamos el lado positivo, aprendemos de ese camino.
Lancé el ramo y nadie lo cogió, cayó al suelo cerca de los hombres y mi hijo lo tomó, era la viva copia de Aarón. Todos veíamos que él sacudió el ramo y se lo entregó nada más y nada menos que a Gaby. Dan me miraba levantando las cejas para que notara lo que mi hijo hizo y a decir verdad a estas alturas y las cosas que ha hecho será el amor de su vida.
Salimos y la gente detrás de nosotros y en la calle había una limusina.
Un hombre nos abrió la puerta y entramos.
Pensé que iríamos a casa pero el hombre condujo hasta el aeropuerto.
—¿No iremos a casa?
—No. Vamos a Italia.
—Pero y los pasaportes y las maletas...
—Señora Lovecraft, le informo que su esposo se encargó de todo. Así que relájese y disfrute de su luna de miel.
—¿Luna de miel?
—Si. Nuestra luna de miel. —me besó— ¿Qué? ¿Demasiado cliché? ...Amor.
—Cliché o no me encanta. —lo besé y como dice los cuentos: colorín colorado intensaMente ha terminado.
Vive IntensaMente. Ama IntensaMente. Se feliz IntensaMente. Y sí lloras recuerda que luego reíras y lo harás IntensaMente.
Sueña, disfruta, ama, sonríe. Hagas lo que hagas recuerda: IntensaMente. Atrévete...
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: IntensaMente (COMPLETO)