Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 112

Por la tarde, Vanesa llevaba la merienda y el café con leche para Santiago y Adam. Pero en el camino, tropó a Gustavo que acababa de salir del ascensor con otros empleados. Cuando éste la vio, solo le saludó con un movimiento de cabeza.

Vanesa se sentía un poco avergonzada por no poder compartir con él lo que llevaba, porque la merienda en su mano no era suficiente.

Así que después de llevar la merienda a Adam, volvió al cuarto del café y cogió otra parte de pastel para Gustavo como compensa. Por suerte, ella había comprado bastante.

Cuando ella llegó a la puerta de su despacho, vio que Gustavo estaba allí dentro, revisando los datos del documento. Tocó la puerta y entró con una sonrisa, diciendo,

—El postre, que compro al mediodía. Es deliciosa.

Luego, ella se acercó y la puso sobre su escritorio.

Gustavo se sorprendió, de inmediato, le dio las gracias.

—No hay de qué. Espero que te guste. Buen provecho. Me piro —respondió Vanesa.

Tras de decir eso, se dio la vuelta para marcharse, pero Gustavo le dijo de repente,

—Has venido aquí a espalda de Santiago, ¿verdad?

Vanesa se congeló, miró a Gustavo y quiso reírse. Luego, dijo lo que le diera la gana,

—Santiago ahora se me pega como chicle por tener mucho miedo de perderme. ¡Ay! ¡Qué molesto! No puedo hacer nada con él.

Al terminar estas tonterías, se rió a carcajadas, abrió la puerta y salió.

No obstante, desapareció su risa una vez que saliera del despacho. Ni siquiera se creía a sí misma cuando lo decía. Ojalá Santiago fuera así. Si era así, ella tendría que vengarse por todo el dolor que había sufrido, y hacer a Santiago que saboreara el sufrimiento amoroso.

Vanesa regresó al despacho de Santiago, que estaba al teléfono.

—Ya veo.

Colgó el teléfono tras de decir eso cuando la vio entrar. Por eso, Vanesa no sabía con quién había hablado.

Viendo que Santiago solo había probado un poquito de la merienda y café que estaban a su mano,

«A lo mejor, no le gustaron».

—Mañana por la tarde habrá una fiesta, ven conmigo —diciendo Santiago fijó los ojos en la pantalla del ordenador .

Vanesa se quedó perpleja, mirando a Santiago sin decir nada.

Un buen rato después, por fin Santiago la miró para tener su respuesta.

—¿Tengo que asistir? —preguntó Vanesa.

—No, pero es mejor acompañarme —respondió Santiago muy francamente,

—¿A quién solías llevar a estos eventos? —volvió a preguntar.

Santiago se sobresaltó y su ceño se frunció lentamente.

—Solo por la curiosidad. Que soy muy curiosa, nada más —explicó Vanesa sonriente.

Rara vez asistió a este tipo de ocasiones y nunca había llevado a Vanesa a participar en tal fiesta, así que si iba, solía ir solo o acompañado de Adam. Al fin y al cabo, siendo un hombre casado, no podía llevar a otra mujer a ninguna actividad pública, aunque no tuviera buena relación con Vanesa.

—Nunca —respondió Santiago.

—Vale —dijo Vanesa, asintiendo con la cabeza.

—Te llevaré a hacerte un vestido, nunca has ido a tal ocasión, así que esta vez tienes que ser formal —añadió él.

—Simplemente espero que no te sientas avergonzado por mi presencia —dijo Vanesa con sonrisa pero en realidad, se sintió un poco triste. Luego, se fue a sentar en el sofá.

Viendo a ella así, Santiago se sentía de repente un poco molesto por acordarse de algo.

Antes, Erika solía regañar a Vanesa que daría vergüenza a la familia si saliera en pública, mientras ésta se mantenía siempre callada y cabizbaja. como si estuviera resignada a su destino, o muy triste. A veces Santiago también estaba en presente, tales regañas de Erika igualmente le hicieron sentir muy molesto, pero no le tenía nada de empatía a Vanesa porque le parecía demasiada sumisa y cohibida.

De verdad, no le gustaba esa Vanesa, que era débil y obediente, como una muñeca sin alma.

Pasado un buen rato, Vanesa miró hacia Santiago, y le preguntó,

—Por cierto, ¿el postre es rico?

A Santiago no le gustaban mucho los postres, pero lo que traído por Vanesa no sabía tan dulce, y un trozo tenía un fuerte sabor a café, así que tomó unos bocados más.

Tras de pensar unos segundos, él asintió con la cabeza. Esta reacción hizo a Vanesa sonreirse de sarisfacción.

—Si incluso te sientes bien, creo que sí puedo intentar hacerlo, me confío de tu gusto —dijo ella.

Cuando ella hablaba, sus ojos estaban iluminados. Viéndola así, Santiago no puede evitar sentirse fascinado.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Jefe Atrevido: Amor Retardado