Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 114

Vanesa se despertó un poco confundida sin saber cuánto tiempo había dormido. Mirando alrededor, no tenía ni idea dónde estaba. Ella tardó unos instantes, luego se levantó y abrió la puerta.

Santiago no estaba en el despacho. Vanesa se estiró y volvió a mirar hacia el salón.

«Es cierto que los ricos nunca se olvidan de disfrutar».

Ella nunca había imaginado que dentro del despacho podría haber un salón de descanso. A lo mejor, si alquiló esa postrería, podría hacer lo mismo en su tiendita.

Vanesa se acercó a sentarse en el sofá y vio la hora. Así, ella afirmó que no había dormido mucho tiempo. Todavía faltaba mucho para el final de la jornada. Estaba muy aburrida, así que salió de la oficina tras de pensar un rato más.

Esta vez, no se paseó por la empresa de la familia Icaza, sino por el exterior. Ya era tarde y había mucha gente afuera. Vanesa se quedó un rato frente a la empresa y luego caminó por el camino hacia el lado.

El barrio estaba lleno de edificios de oficinas y era muy comercial. Nunca había estado en un lugar como este, y era realmente novedoso.

No muy lejos había una tienda muy grande de fotografía de bodas. Vanesa pasó por delante, cuando vio los vestidos de novia en el escaparate, se detuvo.

Cuando se había casado con Santiago, había sido una boda preciosa y lucida, pero le había dado pánico. Ya que nunca había visto una ceremonia tan fastuosa.

Había muchas reglas en la familia Icaza, por lo cual un día antes de la boda Erika había enviado a una criada a enseñar a Vanesa las modales en la boda, incluso, la forma de sonreír al ver diferentes personas. Por eso, había pasado casi toda la noche aprendiendo las reglas, a fin de no cometer ningún error en la boda. Había visto cómo era la gente que se casaba en su pueblo, que los novios siempre estaban sonriendo y feliz. Pero ella, solo se sintió deprimida.

Vanesa se acercó y miró el vestido de novia dentro del escaparate. Se dijo que el suyo se había comprado en el extranjero a un precio muy alto, y se lo trajo a través de transporte aéreo. Erika incluso le había dado una buena presentación de ese vestido en ese momento para ostentarse. Según Erika, en este vestido había ciertos diamantes, que estaban todos incrustados a mano

Sin embargo, Vanesa no sabía mucho de estas cosas, sólo sentía que su vestido de novia era extremadamente pesado. En este momento, ese vestido seguía guardada en una habitación de la casa Icaza.

«¡Qué pena! Incluso si Santiago se vuelve a casar, Lidia no querría el vestido que he usado. ¿No?»

Vanesa se quedó mirando el interior de la tienda por un momento. Veía que había clientes en la tienda de novias y que los asistentes pasaban, sosteniendo cajas de regalo en las manos.

Sentía mucha pena, porque creía que bastaba con casarse una vez en la vida. Además, la boda era un trabajo engorroso, se había jurado a sí misma que sería la única vez en su vida que se casara. Pero...

«Pero todo no saldrá como debería».

No había pasado ni un año y Dios le había dado la oportunidad de volver a hacerlo.

Vanesa suspiró y se dio la vuelta para seguir avanzando. Hubo un largo camino antes de que Vanesa viera una parada de autobús. Se acercó y se sentó en un banco de la parada del autobús, donde no estaba muy concurrida en aquel entonces, porque todavía no era hora de salir del trabajo.

Vanesa estaba sentada allí sin querer irse a ningún lado, viendo que la gente iba y venía. Por un momento, se quedó un poco confusa. No sabía a dónde iría desde aquí, ni cómo sería su futuro.

Pensando que Santiago debería estar ya en su despacho, ella sacó su celular para ver si le había llegado algún mensaje o llamada. Se preguntó si él se habría dado cuenta de su marcha. Sin embargo, no encontró nada, ni un mensaje de él.

Suspiró, sin saber por qué estaba decepcionada. De todos modos, a nadie le importaba, así que simplemente seguía sentada así. Para ella, sentarse aquí no era diferente de la oficina de Santiago.

Llevaba esperando hasta que se hizo de noche. Por fin llegó la llamada de Santiago.Vanesa le contestó sin melindrear.

—¿Dónde estás?—preguntó Santiago sin prisa

Vanesa le contó su dirección, y luego escuchó a Santiago murmurar,

—¿Por qué te fuiste tan lejos?.

Vanesa no podía distinguir si el tono de él era de impaciencia o de confusión, entonces frunció los labios y colgó la llamada.

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