Vanesa y Santiago estaban de pie en el patio y ella giró la cabeza para mirar dentro de la casa.
Erika se paró en la puerta de la cocina, miró hacia ella dos veces, le hizo un gesto con el pulgar y luego llevó los platos al comedor.
Vanesa parpadeó y se volvió a mirar a Santiago, viendo que éste la miraba muy fijamente y volviendo a ponerse nerviosa.
Respiró profundamente:
—Hay algo que quiero decirte, pero no sé cómo decirlo.
Santiago asintió:
—Dime.
Vanesa parpadeó, aún sin saber qué decir.
Santiago la miró por un momento, y al ver que Vanesa guardaba silencio, habló.
—Así, yo te pregunto y tú respondes.
Vanesa asintió apresuradamente:
—Ok.
Los ojos de Santiago bajaron a su estómago por un momento y preguntó:
—No te sentías bien antes, no porque tuvieras un virus estomacal, ¿verdad?
Vanesa respondió asustada:
—No.
Santiago se quedó mirando a Vanesa un buen rato, mirándola tanto que ella tuvo miedo de mirar a Santiago.
Santiago respiró hondo:
—Llevas mucho tiempo sin la regla.
Vanesa se sorprendió cuando escuchó a Santiago decir algo así.
Este hombre, ¿era consciente de ello?
Exhaló una lenta bocanada de aire y asintió lentamente:
—Desde hace más de un mes.
Santiago dejó de hablar esta vez y se limitó a mirar a Vanesa.
Su expresión era demasiado seria que Vanesa sintió realmente que se había equivocado al ocultar esto antes.
Vanesa no sabía cómo continuar su respuesta. Era como si no pudiera explicar nada, pero era cierto que no tenía intención de decírselo en primer lugar, e incluso había planeado irse con el bebé.
Santiago se mantuvo callado, dejando a Vanesa sin saber qué hacer, quedándose aquí perdida como un colegial al que castigan por estar parado.
Erika se acercó y se quedó en el salón, observando a los dos con atención. Vanesa vio a Erika de reojo, como si hubiera visto a un salvador.
Se apresuró a lanzar una mirada a Erika en busca de ayuda, pero Erika no dijo nada sino se dio la vuelta para volver a la cocina directamente.
Pensó por un momento y dio un paso hacia Santiago y sólo dijo:
—Si estás muy enojado, puedes salir ahora, mira el auto está justo ahí.
Santiago cerró los ojos, aparentemente estaba conteniendo su ira, luego se dio la vuelta y entró en la casa en lugar de ir al coche.
Tampoco fue al comedor sino subió a las escaleras y regresó a su habitación.
Vanesa estaba abajo y oyó el portazo del primer piso. Santiago nunca se había enfadado tanto con ella. Vanesa no sabía qué hacer de golpe.
Erika volvió a salir del comedor y se acercó a la puerta del salón:
—¿Está enfadado? ¿No vas a ir a complacerlo todavía?
Vanesa, entonces, miró a Erika de forma inexpresiva:
—Aún te atrevas a decir eso, ¡qué hiciste justamente! ¿por qué no me ayudaste?
Dobló el informe con cuidado porque contenía las primeras imágenes de la vida de su hijo.
Santiago se sentó en el borde de la cama y esperó un rato, pero no vino nadie, así que se cansó un poco de esperar y abrió la puerta.
Resultó que todos los de abajo estaban charlando alegremente
Erika hizo que Susana lavara la fruta. Y Erika le entregó las uvas:
—Come más fruta, es buena para la salud de tu hijo.
Vanesa cogió su tenedor y fue bastante obediente, comiendo uno tras otro,
—Es bastante dulce.
—Sí, llevo mucho tiempo eligiéndolos en el supermercado y estoy a punto de probar uno por uno —dijo Erika y se rió.
Vanesa también se rió:
—Has comprado tanto que siento que no puedo comerlo todo.
—Está bien, dale a Santi lo que no puedes y no quieres comer. —dijo Erika con toda naturalidad.
Santiago se quedó en lo alto de la escalera y observó a las dos mujeres como si hubieran olvidado todos sus antiguos conflictos y se llevaran bien.
No se enfadó al verlo y bajó lentamente las escaleras.
Vanesa se acercó en cuanto levantó la vista,
—Quieres comer, la cocina de Susana es muy buena, ve a probarla.
Santiago se acercó a Vanesa:
—Vanesa, ¿no me darás una explicación?
Vanesa miró a Erika con el rabillo del ojo, y Erika le respondió con un guiño:
—Qué explicación, vete a comer. Chico, no pidas demasiado.
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