Pero Jillie es de las personas que le gusta amenizar las comidas, por no decir que habla hasta por los codos, según no tenemos tiempo de hablar en otra ocasión, así que debíamos aprovechar ya que Owen me extendió el tiempo de la comida. Cosa que nunca pedí, Jillie es la que se encargaba que nuestras comidas se extiendan demasiado.
Hablamos de todo un poco, la cuestión era que había dejado de lado el tema de su hermano. Un punto a mi favor.
‒ Dentro de dos días vamos a ver el lugar donde se llevará a cabo la boda, tú como dama de honor tienes que acompañarme ‒ dijo con una sonrisa dibujada en su rostro.
‒ Claro, por supuesto que iré ¿a qué hora es la cita?
‒ A las seis de la tarde, no necesitas pedirle permiso a Owen, el también irá, lo más probable es que vayan juntos, ahora que no tienes auto es lo que espero, porque no acepto un no como respuesta.
‒ Está bien ‒ respondí, no tenía muchos ánimos de llevarle la contraria, insistiría tanto en el asunto del transporte, que terminaría de todas formas aceptando.
Ya saben entrar en una discusión con Jillie, era una tarea bastante complicada, a veces daba miedo enfrentarse a ella. Era como uno de esos villanos, que no te llegaban a caer mal del todo, era una especie de Loki versión mujer.
‒ Tienes que ir perfecta, no sabemos que pueda pasar después de todo, soy como tu amuleto de la buena suerte.
Me quedé con cara de ¡WHAT!, primero que mi hada madrina y ahora amuleto de la buena suerte, y todavía tiene el descaro de decir que no necesita un tratamiento psiquiátrico.
‒ Disculpa, pero no he entendiendo gran parte de lo que acabas de decir.
De verdad mi amiga sobrepasaba el límite de decir tantas locuras en un solo párrafo y ni quien le lleve el hilo de todo lo que sale por su boca.
‒ Sé que suena un poco raro, no te preocupes amiga, yo me entiendo.
Y vaya que sí, a veces pensaba que hablaba en otro idioma, siempre con sus planes, sus apuestas, sus ocurrencias, como si siempre estuviera planeando algo macabro todo el tiempo. Si algo salía mal entre Owen y yo por su culpa, no se lo perdonaría. Era un ben jefe, no tenían por qué complicarse más las cosas.
‒ Hablo en serio Jillie, no quiero que estés de celestina, entre tu hermano y yo no hay nada.
‒ Livy, déjalo fluir, nada pierdes con intentarlo.
Salimos del restaurante después de pagar la cuenta, no me había fijado que nos tardamos casi dos horas entre plática y comida. Fuimos caminando de regreso a la empresa. Me dejó en la entrada del ascensor, se despidió de mí con un movimiento de su mano. Marqué el número del piso, apenas estaba saliendo del ascensor, cuando Owen terminaba la llamada que estaba atendiendo, me sonrió, no era raro en él.
‒ ¿Cómo te fue con mi loca hermana? ¿Por lo menos te dejó hablar?
Me lo pienso un par de segundos antes de contestar a su pregunta, obviando la respuesta.
‒ Solo un poco, ya sabes que no se le da.
Sonreímos, a Jillie no teníamos que darle cuerda ya venía con ella incluida.
‒ Me imagino, hablando de otros asuntos, ¿te puedo llevar hoy a tu casa?
Oh si muy casual, pero como decirle que no, justo terminando el día laboral no tenía muchas ganas de ir caminando hasta mi departamento..
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Jefe, pronto seremos tres!