"¿Sólo décima?". Maricela habló con tono sarcástico.
Amada y Lorenza se quedaron rígidas, y después de un largo momento, Amada finalmente habló con dificultad, "¿Sabes cuánto esfuerzo se necesita para ser la décima en la Preparatoria Río Esperanza?".
Maricela lanzó la cuchara y se levantó con aire desenfadado, "No sé, sólo sé que el primero es el que realmente destaca".
Sin prestar atención a las variadas expresiones de los presentes, se dio la vuelta y se fue.
En el Cementerio Costa Coral.
De repente, empezó a llover.
Maricela, vestida con una sudadera negra, caminaba lentamente hacia el fondo del cementerio con la cabeza gacha.
Su gorra de béisbol ocultaba su rostro y donde por pasaba, sólo dejaba una sombra delgada y fugaz.
Emanaba una presión baja y su semblante era frío.
Con una caja de cerveza en la mano izquierda y papeles para rituales y velas en la derecha, se detuvo frente a una lápida que llevaba el nombre "Uriel".
Sin paraguas, la lluvia empapó su ropa, pero no parecía darse cuenta.
Desplegó los papeles, con movimientos expertos sacó un encendedor e iluminó las velas, luego prendió los papeles hasta que se consumieron por completo, abrió una cerveza y se sentó en el borde de piedra junto a la lápida.
Levantó levemente los párpados y miró la foto en la lápida, sus labios se curvaron en una sonrisa suave, que unida a su hermoso rostro, la hacía ver desoladamente bella, y con los labios entreabiertos, dijo, "Ya estoy aquí... ¿cómo estás tú?".
La sonrisa soleada del hombre en la foto penetró de inmediato su corazón.
Para la familia Jaramillo, ella era sólo una niña salvaje a la que nadie quería, pero lo que ellos no sabían era que su hijo más querido ya la conocía desde hacía tiempo.
¿Cómo podrían entender la relación entre ellos la familia Jaramillo?
La lluvia se intensificó, casi ahogando el pequeño cuerpo de Maricela.
Entonces, un irritante sonido de teléfono sonó, Maricela apartó la mirada, activó un modulador de voz y contestó la llamada, "Habla".
La voz que salió del modificador era de un hombre muy experimentado.
"Alguien hizo un pedido, quieren el contacto de Médico Fantasma, por cien millones". La voz del otro lado tenía un tono de experiencia y melancolía.
Pero frente a Maricela, sólo había respeto.
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