Capítulo 2003
Octavio nunca imaginó que llegaría el día en que Alicia lo asustara tanto.
Justo en ese momento de romper la barrera.
El grito de Alicia casi le perfora los tímpanos.
Luego vino un espasmo y su rostro se volvió pálido, como si le hubieran drenado toda la sangre, casi transparente, tan blanco que daba miedo.
“¡Ay… Octavio, tú… ¿quieres matarme o qué?!”
Las lágrimas de Alicia comenzaron a caer naturalmente, desbordándose sin parar.
El hombre, con la frente sudorosa, la miraba mordiéndose los dientes, viendo en su cara que parecía estar a punto de morir, intentó irse, pero ella frunció el ceño y gritó de
nuevo.
“Ay, no te muevas.”
Conteniéndose, Octavio se quedó quieto.
Puso su mano en pero grave preguntó, “¿Te duele mucho?”
. Su frente, inclinó su cabeza hacia ella y con una voz contenida
Alicia, mordiéndose el labio y con los ojos cerrados, temblaba, asintió confusamente, luego el dolor se convirtió en molestia y sollozó un par de veces.
Después de un rato, el dolor se alivió un poco, Alicia abrió los ojos, el color había vuelto a su rostro, pero sus ojos estaban rojos e inflamados.
“¿Te sientes mejor?”
Alicia asintió ligeramente y sollozó, “¿Le duele así a todas las chicas la primera vez o es
que
tú no sabes cómo hacerlo?”
Octavio no dijo nada.
El deseo de acabar con ella brotó en su mente.
Después de un silencio, Alicia inhaló un soplo de aire frío.
Él se levantó y entró al baño.
La chica se sentía incómoda, la sensación de un cuerpo extraño aún era clara y el dolor era real, así que yacía en la cama sin atreverse a moverse.
Al ver a Octavio alejarse, se apoyó inquieta en la cama, preocupada de que esa “primera
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vez” tan poco romántica pudiera desanimarlo completamente.
Se habla ido.
¿Estaba insatisfecho? ¿Enojado?
Alli, sola en la cama, se preocupaba y sentia impotente.
¿El tendría que buscar a otras mujeres?
Alicia parpadeó.
Esto era serio.
Cuando Octavio regresó del baño con una toalla, vio a la mujer en la cama mordiéndose el dedo y frunciendo el ceño, perdida en sus pensamientos.
Preguntó, “¿En qué estás pensando?”
Alicia giró la cabeza de inmediato al verlo y negó con la cabeza.
“Nada.”
Él la miró fijamente por un momento, luego se sentó al borde de la cama y extendió la mano hacia su pierna.
Alicia gruñó en resistencia y trató de esquivarlo, “¿Qué haces?”
“No te muevas.”
Octavio habló con un tono indiferente y se inclinó con una toalla.
El calor cayó sobre su piel y el cuerpo de Alicia, que al principio intentaba evadir, se quedó quieto.
Pero la vergüenza le siguió de cerca.
“Si no tienes el coraje, entonces no hables con tanta bravura. Decías que dar a luz duele mucho pero lo intentarias, ¿y ahora te avergüenzas incluso de mirar?”
Era cierto, pero ella tampoco podía controlarlo.
“La primera vez…” su voz era apenas audible.
“Sí, te daré tiempo para acostumbrarte.”
Octavio limpió con cuidado y en la toalla blanca quedaron manchas rojas evidentes.
Después de limpiarla, Octavio la inspeccionó de nuevo y levantó la vista hacia ella, su mirada oscura estaba llena de una emoción densa e indeleble.
“¿Todavía te duele mucho?”
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“No tanto.”
Al oír eso, se levantó, la levantó en sus brazos y la colocó en el sofá más cercano.
Alicia confundida, yacía allí viendo cómo Octavio le ponía una manta y luego se giraba sin expresión.
Ellà agarró un extremo de su bata, con una expresión lastimosa, “No estarás castigándome a dormir en el sofá porque no quedaste satisfecho, ¿verdad?”
Octavio no pudo evitar sonreír, tomó su mano y la bajó, “Sí, en efecto no quedé satisfecho.”
“Entonces yo… cuando ya no me duela…”
La mirada de Alicia seguía su figura, algo ansiosa.
Este asunto desarmónico podría fácilmente poner en crisis su relación de pareja.
“Por supuesto, ¿acaso creías que con una vez ya estaba hecho todo?”
Octavio interrumpió sus palabras y se detuvo al lado de la cama, se inclinó y tiró de las sábanas.
Alicia parpadeó, observándolo en silencio.
Cambió las sábanas; la funda del edredón y la funda de la almohada con destreza, luego puso nuevas con igual habilidad.
Eso era algo que no tenía nada que ver con él, pero terminó involucrándose de una manera que parecía tener todo el sentido.
Qué diligente.
Y tenía su encanto.
Después de arreglar la cama, se acercó y la levantó para ponerla de nuevo en ella.
Ella sonrió y dijo: “¿Ya terminó mi castigo?”
Él la miró de reojo, “La próxima vez será más largo. Duerme.”
Dicho eso, sacudió la manta sobre ella.
Se llevó las sábanas y fundas que había en el suelo al baño.
No mucho después, Alicia escuchó el sonido del agua corriendo en la ducha.
Un cuarto de hora más tarde, salió del baño.
Se había dado otra ducha y al ver a la mujer acostada allí con los ojos grandes y
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hermosos mirándolo, dijo: “¿Por qué no te has dormido?”
“Te estaba esperando.”
Alicia palmeó el espacio vacío a su lado.
Octavio no se sorprendió, después de todo, ya eran marido y mujer, compartir la cama era lo natural.
Levantó la manta y se acostó.
Ella se acurrucó junto a él enseguida.
Se apoyó en su brazo y se arrastró hacia su pecho, abrazando su cintura.
Octavio se detuvo un momento, bajó la mirada y contempló la parte superior de su cabeza por unos segundos, luego la abrazo y tomó su mano.
Alicia no estaba acostumbrada a compartir cama con nadie.
Octavio despertó antes que ella y lo sintió de inmediato, molesta, frunció el ceño.
Pero pronto, la puerta de la habitación se abrió y ella se quedó sola en la habitación.
Solo quería tranquilidad, asi que volvió a dormirse.
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