La Cenicienta en un Amor Despistado romance Capítulo 111

Fernando se apresuró a decirle: "Cálmate. En ese entonces, uno: tu esposa me pidió que no dijera nada, y dos: tú siempre la engañabas, pero yo le dije la verdad. ¡Si lo supieras, no me hablarías más!"

Robin apretó los dientes y dijo: "¡Ahora que lo sé, tampoco te voy a hablar!"

Dicho eso, se levantó de inmediato, sin perder ni un solo segundo y al salir de la casa de Fernando, primero se dirigió hacia el hospital.

Rosalía no esperaba que él fuera tan tarde, por lo que se conmovió profundamente y preguntó: "Robin ... ¿estás pensando en mí y en el bebé?"

Rosalía pensó que en ese momento, Mencía frente a Robin, había perdido su encanto y ese hombre finalmente se había dado cuenta de lo buena que era ella, pero Robin simplemente caminó despacio hacia ella, con una expresión sombría y aterradora.

Rosalía se puso un poco nerviosa, mostró una sonrisa algo forzada y le preguntó: "¿Por qué ... me estás mirando así?"

Robin habló con voz baja: "¿Mencía vino a verte?"

Rosalía cambió de expresión y le respondió con otra pregunta: "¿A qué te refieres?"

"Tendría que preguntarte, ¿cuándo vino a verte y qué le dijiste?" Robin dijo palabra por palabra: "Rosalía, espero que no me mientas. ¡No me engañes otra vez!"

Rosalía sintió un nudo en el estómago.

¿Podría ser que Mencía se quejó con Robin?

¡Aquella mujer realmente merecía morir!

Hasta el final, ¡ella le jugó una mala pasada!

La mente de Rosalía giraba a toda velocidad y entonces, tratando de mantener la calma, dijo: "La Srta. Cisneros no vino a verme, no sé qué te dijo para que me malinterpretaras. Si ella viniera a verme, te lo diría, ¿cómo podría escondértelo?"

Lo negó rotundamente y mantuvo la calma mientras hablaba.

Robin asintió fríamente y le dijo: "Espero que estés diciendo la verdad. Me voy ahora, descansa."

"Robin, ¿qué está pasando?"

Rosalía lo llamó y tratando de sacarle información, le preguntó: "¿No estábamos bien ayer? ¿Por qué de repente estás actuando así conmigo?"

Robin respondió con voz suave: "No es nada. Solo recuerda algo, Rosalía, no importa si me divorcio o no de Mencía, nosotros nunca podremos estar juntos. Solo te pedí que te quedaras con este bebé por responsabilidad."

El rostro de Rosalía cambió repentinamente y sintió un dolor agudo en su corazón.

Especialmente esa línea, sin importar si se divorciaba o no de Mencía, él nunca tendría una relación con ella.

¿Qué significaba eso?

¿Incluso si Mencía no estaba a su lado, él no se casaría con ella?

El corazón de Rosalía temblaba violentamente, negó con la cabeza con todas sus fuerzas y dijo: "Robin, no dijiste eso antes. Dijiste que me darías un lugar en tu vida y que tendríamos un bebé. ¿Cómo puedes tratarme así?"

Pero lo único que respondió fue la espalda fría y decidida de Robin.

Esa noche, Robin no regresó a casa, en su lugar se fue a la oficina, pues deseaba estar solo y tranquilo.

Incluso sabiendo la verdad, su estado de ánimo no mejoró en absoluto.

Entonces, ¿Mencía se enfureció tanto con él y deliberadamente lo hizo odiarla, solo para que él estuviera de acuerdo con el divorcio?

¿Mientras estuvieran divorciados, Rosalía dejaría a Héctor en paz?

Aunque antes Rosalía había negado una y otra vez que había visto a Mencía, Robin no le creyó del todo.

Si no hubiera nadie presionando a Mencía o si Rosalía no hubiera accedido a hacer ese trato, Mencía nunca habría hecho tantas cosas solo para forzar el divorcio.

El estado de ánimo de Robin se volvió aún más pesado.

En cuanto a Héctor, ¿qué significaba su relación?

Mencía eligió sin dudarlo salvar a su padre y usó su matrimonio como ficha para elaborar el trato.

Robin se sentó en la oscuridad de su oficina durante toda la noche.

……

El clima se estaba tornando cada vez más frío y la cafetería se estaba volviendo cada vez más ocupada.

Incluso en días laborables, Mencía ayudaría después del trabajo y el dueño le pagaría por hora.

Después de que Robin le pidió a Ciro que investigara, descubrieron que en esos días Mencía había estado trabajando en una cafetería.

Nunca se imaginó que aquella chica mimada, vestida con el uniforme de la cafetería, le sonreiría amablemente a los demás.

Así estaba ella, ocupada como un trompo, sin notar su presencia afuera del local.

Robin miraba con angustia esa escena y sus emociones eran un revoltijo.

¿Aquella mujer realmente pensaba cortar todos los lazos con él?

Por eso prefería trabajar duro afuera, ganando un poco de dinero, que prestarle atención, usar su dinero y comer su comida.

Robin estaba muy molesto, pero aun así controló sus emociones y entró a la cafetería.

"¿Qué le gustaría beber?"

Mencía, con la cabeza baja, preparaba la bebida del cliente anterior mientras preguntaba.

Pasó un rato sin obtener respuesta y fue entonces cuando Mencía detuvo lo que estaba haciendo y se dio cuenta de que Robin había ido a su lugar de trabajo.

Sus manos se detuvieron por un momento y luego le preguntó: "¿Cómo supiste que estaba aquí?"

"Hablemos afuera." Robin miró alrededor del ruidoso ambiente y dijo: "No es un buen lugar para conversar."

Mencía se veía evasiva y murmuró: "Todavía tengo que trabajar, aún hay muchos clientes esperando."

Robin le preguntó directamente: "¿Cuántas porciones puedes hacer con esos ingredientes? ¡Las compraré todas!"

Ese día Cristina no estaba, pero los otros empleados escucharon sus palabras y miraron a Mencía sorprendidos mientras le decían: "Mencía, ¿es tu novio? ¡Tu novio es demasiado directo y dominante, tiene mucha fuerza masculina!"

Mencía miró a Robin desconcertada, bajó la voz y le dijo: "Robin, ¿te has vuelto loco?"

Robin, en un tono que solo ellos dos podían escuchar, le dijo: "¿Vas a salir conmigo o no? Si sigues titubeando, puedo volverme más loco aún."

Mencía lo miró asustada, temiendo que él realmente hiciera algo que la avergonzara frente a todos, por lo que, a regañadientes, le dijo: "Espérame un momento, le pediré permiso al jefe."

Como era casi la hora de cerrar, el dueño simplemente le dijo a Mencía que se fuera.

Ella subió al auto de Robin, pero el hombre no dijo ni una palabra, en su lugar pisó el acelerador y condujo rápidamente hacia la casa.

Mencía casi vomitó y por lo tanto se quejó: "Robin, ¿qué estás tratando de hacer? Y en el futuro, ¿podrías no venir a buscarme a mi lugar de trabajo? ¡La gente hablará!"

"¡Cállate!"

Robin la reprendió en voz baja: "¡Volveré a ajustar cuentas contigo cuando lleguemos a casa!"

Mencía no tenía idea de lo que había hecho mal, ¿qué cuenta tenía que ajustar con ella?

Cuando llegaron a la casa, Robin la arrastró fuera del auto.

Caminaba muy rápido, Mencía lo seguía de cerca y casi se cae.

"¡Robin, suéltame, me estás lastimando!"

No fue hasta que llegaron a la habitación que Robin la soltó.

Al ver su rostro sombrío, Mencía se alejó rápidamente y le preguntó con cautela: "¿Qué hice para molestarte otra vez?"

Estaban tan íntimamente entrelazados que Mencía se sentía como un pedazo de algas flotando en el vasto océano, subiendo y bajando con las olas y Robin, era esa ola.

...

Al amanecer del día siguiente, antes de que el cielo estuviera completamente iluminado, Mencía fue despertada por su teléfono y respondió medio dormida, resultó ser una llamada de la prisión.

"¿Eres la hija de Héctor? Él tuvo una pelea con otros sospechosos en prisión y se le rompieron dos costillas. Necesita cirugía. Por favor, ven al hospital para firmar."

Mencía se despertó de golpe y se sentó en la cama, completamente asustada.

Después de obtener la dirección, se bajó rápidamente de la cama.

Robin también fue despertado, pues acababa de escuchar el contenido de la llamada y de inmediato dijo: "No te preocupes, iré contigo a ver qué pasa."

Así fue como Robin la llevó en el menor tiempo posible al Hospital José Eleuterio González.

En la puerta de la habitación de Héctor, dos policías estaban de guardia.

Mencía, con la voz entrecortada por el llanto, preguntó con ansiedad: "¿Cómo está mi padre? ¿Quién lo golpeó así?"

"Srta. Cisneros, primero firme. Ahora ya lo han llevado a cirugía."

El policía se mostró estricto, solo llevó a Mencía a la oficina del médico para que firmara el consentimiento para la cirugía.

Robin, de inmediato llamó a Fernando para que fuera lo más rápido posible y tratara de encontrar contactos, para averiguar por qué Héctor había tenido una pelea.

Fuera del quirófano, Mencía lloraba desesperadamente, pues se odiaba a sí misma por no haber podido sacar a su padre de la prisión durante tanto tiempo.

Si pudiera haber salvado a su padre antes, él no habría tenido que pasar por esa situación.

Ya no tenía madre y si también perdía a su padre, realmente no sabía cómo viviría en el mundo.

Fue entonces cuando un brazo fuerte la abrazó.

La voz suave y baja de Robin resonó: "Fernando estará aquí pronto y entenderemos todo lo que pasó. No llores más, tu papá no querría verte así."

"Todo esto es mi culpa."

Mencía sollozó y dijo: "Todo lo que hizo mi papá fue por mí, por eso chocó con Rosalía. ¡Todo es por mi culpa!"

"Mencía, no es tu culpa."

Robin la abrazó, acariciando suavemente su espalda y consolándola: "Los adultos siempre deben pagar por sus elecciones, sin importar lo que haya hecho tu padre, fue su elección. Mencía, ahora necesitas ser fuerte, así tu papá podrá ver la esperanza, ¿me entiendes?"

Bajo su consuelo, Mencía finalmente se calmó un poco.

Pronto, llegó Fernando y Robin le preguntó con seriedad: "¿Has averiguado todo? ¿Qué pasó exactamente en la cárcel?"

Mencía también lo miraba ansiosamente, esperando conocer la verdad.

Fernando suspiró y dijo: "El hombre con el que Héctor peleó fue su chofer. Tuvieron una pelea verbal, Héctor dijo que él lo había calumniado y ese chofer tampoco es fácil de manejar, por lo que comenzaron a pelear, pero dicha persona es joven y fuerte, ¿cómo podría Héctor competir con él? Al final le rompió tres costillas."

Mencía escuchó con terror.

Imaginaba a su padre siendo golpeado en la cárcel y su corazón dolía como si le hubieran cortado con un cuchillo.

Las lágrimas caían silenciosamente por sus mejillas.

Mencía murmuró: "Mi papá, a su edad, tiene que sufrir en la cárcel por mi culpa, ¡tiene que ser tratado de esta manera!"

Robin miraba a Mencía en ese estado y era incapaz de decir una palabra de consuelo.

Después de todo, en ese momento, cualquier palabra de consuelo para Mencía sería inútil.

Sabía que actualmente la prioridad era rescatar a Héctor y solo eso podría aliviar el sufrimiento de Mencía.

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