Era como si se hubiera quedado ciega y hubiera confiado en la persona equivocada.
La expresión de Julio era tremendamente compleja. Suspiró y dijo: "Ayer, un avión que volaba hacia Alemania sufrió un accidente. Todos los pasajeros y el piloto murieron. Entre ellos, estaba la información de registro del Dr. Wolf."
Mencía quedó sumamente sorprendida y preguntó sin pensar: "Entonces, si este hombre murió, ¿este asunto se ha quedado sin pruebas?"
"Así parece."
En los ojos de Julio brilló un atisbo de frialdad cuando le aseguró: "Pero tranquila, ¡yo me aseguraré de atrapar al verdadero culpable!"
Con perplejidad, Mencía le dijo: "¿Entonces no era Wolf el culpable? ¿Tú... sigues pensando que Robin tiene algo que ver?"
Julio la miró pensativo y comentó: "Cada vez que menciono a Robin, te pones muy nerviosa."
Mencía se dio cuenta de su reacción exagerada y dijo, incómoda: "¿Nerviosa yo? No... solo quiero conocer la verdad de los hechos."
Aunque Julio tenía sus prejuicios contra Robin, opinó con justicia y objetividad: "Tal vez Robin realmente no está al tanto de nada."
Mencía, probando suerte, preguntó: "¿Quieres decir que fue su esposa?"
Después de todo, aparte del Dr. Wolf y Robin, la que tenía más motivo para actuar era Rosalía.
La mirada de Julio era profunda mientras negaba con la cabeza y decía: "No estoy seguro, pero seguiré buscando pistas y pruebas. Este asunto es demasiado abominable, no solo daña tu reputación, lo más grave es que aquel niño murió de una manera tan inocente. Estas personas están jugando con la vida como si fuera dinero, sin importarles la vida de los hijos ajenos."
Mencía, al ver a Julio así, mostró una expresión de admiración y dijo: "Profesor Jiménez, eres el hombre más justo que he conocido."
Las palabras halagadoras hicieron que Julio se sonrojara ligeramente y le respondió: "Si sigues diciendo eso, podría llegar a creérmelo."
Los dos bromearon durante un rato antes de empezar a hacer las rondas juntos.
Robin no estaba ese día, y no se sabía si realmente tenía algo que hacer o si simplemente no quería verlos.
Mencía entró tranquila en la habitación del hospital y usó el estetoscopio para auscultar el corazón de Aitor.
Rosalía, mirando a Julio con una sonrisa ambigua, dijo: "Profesor Jiménez, hoy la policía nos informó de la muerte del Dr. Wolf. ¡Es una lástima! Sin poder atraparlo, ¿cómo Robin y yo limpiaremos nuestros nombres?"
Aunque decía estar lamentándose, su rostro reflejaba un inconfundible regocijo.
Julio sabía que Rosalía solo decía esas palabras para provocarlo.
Pero él no se alteró en lo más mínimo y respondió tranquilamente: "¿Qué importancia tiene eso? La gente inocente es inocente, y eso no cambia por la desaparición de nadie. Quien cometió el mal, además de sus cómplices, estoy seguro de que habrá dejado rastros que aún no han sido descubiertos."
Rosalía pensaba que la mayor amenaza, el Dr. Wolf, ya estaba muerto, y que era como si el cielo mismo la estuviera ayudando.
En aquel momento, con las palabras de Julio, parecía que no podía más que desahogar su frustración al no encontrar pruebas.
Asintió y agregó: "¡Tienes razón, profesor Jiménez! El cielo no deja impune a ningún malhechor, como este Dr. Wolf, que escapó por tantos lugares y aun así no pudo evitar su destino."
Esos días, por culpa de ese asunto, no había podido dormir bien.
Pero en aquel momento, por fin podía descansar tranquila.
Los días pasaron y llegó el fin de semana. Mencía pensó en su visita del día siguiente a la familia Jiménez.
Terminó su turno una hora antes para ir a cambiarse el peinado por uno más relajado.
A pesar de ser viernes, el hospital aún estaba muy concurrido y los elevadores estaban llenos de gente, subiendo y bajando sin parar.
Mencía observó varios ascensores y, finalmente, vio que el de ginecología estaba vacío, así que se dirigió hacia allí.
A lo lejos.
Lidia Flores estaba sentada en una silla, al parecer esperando su turno.
Parecía distraída, como sumida en sus pensamientos.
En aquel instante, el timbre del celular sonó, y al ver quien llamaba, ella instintivamente se tensó.
Aun así, contestó la llamada.
Del otro lado llegó la voz fría de Fernando Ruiz diciendo: "¿Ya te pusiste la inyección anticonceptiva?"
Durante los cinco años que estuvo con él, Lidia siempre había tomado la píldora del día siguiente después de sus encuentros.
Pero hacía poco, probablemente por haber tomado tantas pastillas, empezó a sufrir de dolores estomacales y vómitos.
Después de llevarla al hospital para una revisión, fue cuando se enteraron de que eran efectos secundarios de los medicamentos.
Pero él nunca podría aceptar que ella tuviera un hijo.
Por eso, siguiendo la recomendación de la doctora, debía ponerse la inyección anticonceptiva.
Lidia sintió una profunda tristeza en su corazón y dijo con voz apagada: "Estoy esperando mi turno, aún no me toca."
"Intenta terminar rápido y luego ven al Hotel Bella Estrella, a la dirección que acabo de mandarte."
Su tono era más el de una orden que cualquier otra cosa.
Lidia asintió, sintiéndose exhausta.
¿Cuándo acabaría esa vida sin horizontes?
Colgó el teléfono y su mirada vagó sin rumbo, hasta que se fijó en un rostro familiar.
Por un momento, ¡Lidia casi llora de la alegría!
¡Era Mencía, no podía equivocarse!
Pensó que jamás volvería a verla.
La había extrañado durante cinco años y en aquel momento, inesperadamente, se encontraba con ella allí.
Justo cuando la enfermera la llamaba para pasar, no pudo simplemente dejar ir a Mencía.
Ignorando a la enfermera que la llamaba, se levantó y corrió hacia las puertas del elevador.
Justo en ese momento, las puertas se abrían.
Mencía estaba a punto de entrar, pero una mano la detuvo.
Lidia la agarró con fuerza, con una voz temblorosa por la emoción y le dijo: "¡Mencía, Mencía, finalmente has vuelto! ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no me buscaste?"
Una serie de preguntas dejaron a Mencía confusa.
¿Por qué esa mujer desconocida sabía su nombre en español?
En el extranjero, todos la llamaban Elizabeth.
Desde que llegó a Cancún, Julio le había asegurado que nunca había estado allí antes, entonces, ¿por qué tantas personas conocían su nombre en español?
Mencía la miró como si fuera una extraña y dijo desconcertada: "¿Qué... qué haces? Si tienes algo que decir, dilo bien, no hace falta que me jales así."
Lidia la miró sorprendida y dijo: "Mencía, soy yo, ¡Lidia, Lidia! ¿Cómo puedes tratarme así? ¿En solo cinco años olvidaste a tu mejor amiga?"
Mencía empalideció, ¿su mejor amiga? ¿Cinco años? Se hacía todas esas preguntas sin parar.
"¿Nos conocemos?"
Mencía la miró perpleja y le preguntó: "¿Cuándo nos conocimos?"
Lidia de repente no supo qué decir.
No, ella no podía creerlo.
Mencía habló con voz sombría: "Entonces... ¿qué relación tenía con Robin?"
"¡Eras su esposa!"
Lidia estaba frustrada, no podía creer que Mencía lo hubiera olvidado todo.
Explicó: "Se separaron por esa zorra de Rosalía, pero después, te ablandaste y estuviste en una relación intermitente con él durante mucho tiempo. Supongo que tu partida silenciosa de aquel entonces también fue por culpa de esa mujer de apellido Duarte."
Mencía lo entendió todo.
En aquel momento, todas las reacciones de la gente tenían sentido.
¿Por qué Robin arriesgó su vida por salvarla, por qué había tanta atención hacia ella sin motivo alguno?
¿Por qué Rosalía la odiaba tanto?
¿Por qué Julio siempre estaba en contra de su regreso a Cancún?
Resulta que todos sabían quién era ella.
Todos conocían su pasado, excepto ella, que había sido engañada.
Las lágrimas de Mencía rodaron por sus mejillas sin control, tapándose los labios con los nudillos, pero siendo incapaz de contener el colapso.
No podía creer que incluso Julio la hubiera engañado, dejándola en tal estado.
Lidia miraba con pena a su antigua amiga y rápidamente se acercó para abrazarla, diciendo: "Mencía, no llores ahora. Dime, ¿te encontraste con Robin cuando volviste? Él... ¿se aprovechó de ti?"
Mencía recordó la noche que pasó con Robin y se sintió aún más confundida.
Ella lloraba sin poder articular ni una sola palabra y las lágrimas fluían sin control.
Después de un buen rato, el llanto fue cesando y ella, apresurada, preguntó: "¿Entonces sabes dónde están mis padres? Eso significa que ellos también deben estar en Cancún, ¿verdad?"
"Sí, efectivamente eres de Cancún, hemos sido amigas desde que éramos niñas."
Lidia dudó por un momento, y con mucho cuidado dijo: "Pero... tu mamá falleció hace mucho tiempo, y luego, tu papá también se fue."
"¿Por qué?"
Mencía, nerviosa, agarró su mano y preguntó: "¿Cómo murieron mis padres?"
Lidia respondió con la verdad: "Tu mamá padeció una enfermedad grave y tu papá... él se suicidó."
El corazón de Mencía se hundió una vez más.
Todo lo que Lidia le había dicho la sumió en la desesperación.
Después de un largo momento, Mencía se burló de sí misma diciendo: "Así que, ¿soy como esas trágicas protagonistas de las telenovela, sin padres, traicionada por el marido y humillada por la otra mujer?"
Al escuchar a Mencía hablar así de sí misma, Lidia se sintió terriblemente mal y solo pudo consolarla en voz baja diciendo: "No pienses de esa manera. En realidad, perder la memoria también tiene su lado positivo; al menos olvidaste todos esos malos momentos. Es mejor dejarlos en el pasado."
"¿Cómo voy a olvidarlo todo?"
La mirada de Mencía se volvió más intensa y dijo: "He vagado por cinco años con mis hijos, y ahora que los tengo frente a mí, aún tengo que ayudar a la mujer que destruyó mi familia a curar a su hijo. ¡Eso es ser demasiado generosa!"
Lidia nunca había visto a Mencía de esa manera, con una mirada tan afilada y lúcida, algo que la Mencía de antes nunca había mostrado.
Fue en ese instante cuando el celular de Lidia sonó de manera urgente y ella se sobresaltó.
Recién recordó que no había hecho nada de lo que Fernando le había encargado.
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