La Cenicienta en un Amor Despistado romance Capítulo 227

Rosalía se hizo la víctima, mientras sollozaba y decía: "Solo extrañaba a mi hijo y vine a verlo. Pero no me imaginé que Mencía ya se consideraría la señora de la casa, ¡hasta mandó a Doña Lucía a echarme! Robin, escuché que Aitor tiene fiebre y estoy muy preocupada, ¿me dejas subir a verlo, por favor?"

Robin, con un tono ligeramente impaciente, le contestó: "Mejor regresa a tu casa, y cuando Aitor mejore, le diré a Ciro que lo lleve a pasar unos días contigo."

De pronto, Rosalía rompió en llanto y entre sollozos dijo: "¡Soy la madre de tu hijo! Ahora que Aitor tiene fiebre alta, lo que más necesita es el amor de madre, estás siendo demasiado cruel. ¿O acaso sabes quién está detrás de su fiebre repentina y estás tratando de encubrirla?"

Robin la regañó con furia y le dijo: "¿Qué estás insinuando? Dime, ¿quién está detrás de todo esto?"

Lo que nadie esperaba era que Mencía, quien siempre había mostrado desdén hacia Rosalía, tomara la palabra.

Se acercó y tomó el brazo de Robin, luego con una mirada triunfante hacia Rosalía le dijo: "Después de todo, ella es la madre de Aitor, déjala que lo vea por un momento."

Rosalía apretó los puños con furia, deseando desgarrar el rostro de esa mujer despreciable.

Después de todo, el tono condescendiente de Mencía era como el de alguien poderoso tratando a un inferior, lleno de arrogancia.

Rosalía estaba a punto de explotar de la rabia.

No podía creer que en aquel momento necesitara la aprobación de Mencía para ver a su propio hijo.

Pero no importaba, ella no tenía prisa.

Si Robin quería deshacerse de ella tan rápido, seguramente era porque había sufrido una gran derrota en la licitación y su orgullo estaba herido.

Por eso no quería que lo viera en un momento de debilidad y estaba preparándose para confrontar a Mencía en privado.

El corazón de Rosalía volvió a llenarse de astucia. De una forma u otra, no podía irse aún y tenía que presenciar el desenlace de esa historia.

Con resentimiento, le lanzó una mirada venenosa a Mencía y subió las escaleras para ver a su hijo.

Mientras tanto, abajo, Mencía y Robin intercambiaban miradas en silencio.

Unos segundos después, Robin se abalanzó hacia adelante y la abrazó con fuerza.

Mencía podía sentir la emoción que emanaba de él cuando dijo: "Gracias, Mencía, gracias..."

La voz de Robin temblaba mientras repetía: "Gracias por no traicionarme, por no decepcionarme. La licitación fue un éxito, ¡lo logramos!"

En ese momento, la actitud de Robin hacia Rosalía era de completa aversión.

Frunciendo el ceño, la miró fijamente y le dijo: “¿Cómo es que sabes tanto sobre esto? ¿Acaso has estado siguiendo a Mencía o es que tú también estás metida en todo este embrollo?”

Rosalía se dio cuenta de que Robin empezaba a sospechar de ella y de inmediato se sintió culpable.

Mientras balbuceaba sin poder explicar nada concreto, Mencía se acercó lentamente a ella, con una sonrisa irónica y dijo: “¿Sabes por qué no dejé que Robin te echara hace un rato y en cambio decidí que te quedaras?”

Rosalía se puso nerviosa bajo esa mirada y, alzando la barbilla para darse ánimos, replicó: “Mencía, no creas que tienes a Robin en tus manos. Lo único que quieres es humillarme, demostrarme que tú eres la mujer que manda en esta casa, ¿verdad?”

Ya que la situación había llegado a un punto de no retorno, Rosalía decidió ir con todo.

¡Ese tenía que revelar la verdadera cara de esa desgraciada de Mencía!

Pero para su sorpresa, la sonrisa de Mencía se hizo aún más profunda, aunque sus ojos destilaban una frialdad completamente opuesta.

“Te dejé quedarte para aclarar esta situación.” Dijo Mencía marcando cada palabra: “Y de paso, para que pierdas sabiendo por qué.”

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