Cristina se sintió completamente abrumada por la presencia de Robin y solo pudo asentir temerosamente mientras decía: "Sí, acordamos almorzar juntas."
"Hoy, sobre lo que viste y escuchaste, es mejor que no digas ni una sola palabra." Robin dijo fríamente: "De lo contrario, incluso Mencía no podrá protegerte, ¿me entiendes?"
Cristina entendió su amenaza y asintió rápidamente, pero en su corazón, sintió que era injusta con Mencía, por lo que se armó de valor y dijo: "Sr. Rivera, ¿hasta cuándo planea esconderle esto a Mencía? ¿No cree que esto es un poco injusto? Mencía lo quiere mucho."
Originalmente, Robin tenía una mala impresión de Cristina, después de todo, aquella mujer antes había lastimado a Mencía, pero no esperaba que ese día, ella se atreviera a hablar por Mencía de aquella manera.
Por primera vez, Robin le explicó: "Solo es que no he encontrado el momento adecuado para decirle la verdad, pero no quiero que ella se entere de esto por boca de otros."
Cristina suspiró y le dijo: "Antes, cuando lo veía ser tan amable con Mencía, pensaba que realmente la quería."
"Sí, la quiero." Dijo Robin sin rodeos y sin ocultarlo.
Solo que le recordó una vez más: "Espero que no reveles nada delante de Mencía. Conoces su temperamento y si algo sale mal, no podrás manejarlo."
Bajo tal presión, Cristina no tenía ninguna posibilidad de rechazarlo, por lo que asintió en silencio y presionó el botón del ascensor, mientras murmuraba resentida: "Entendido."
...
Cafetería del Hospital.
Cuando Mencía vio a Cristina, se levantó rápidamente y le hizo señas.
"¿Por qué llegas tan tarde?"
Mencía bromeó con una sonrisa: "Cuando te llamé hace un rato, ¿no dijiste que ya salías del trabajo?"
"Ah, sí... eso es cierto."
Cristina dijo nerviosamente: "Este hospital es demasiado grande, me perdí y me tomó un tiempo encontrar la cafetería."
Mencía la arrastró y le dijo: "Vamos a comer, tengo mucha hambre."
Durante la comida, la cara arrogante de la otra mujer seguía apareciendo en la mente de Cristina.
Mirando a la ingenua Mencía frente a ella, muchas veces las palabras estaban en la punta de su lengua, pero se las tragó.
Aunque se sentía mal por Mencía, no podía actuar descuidadamente.
Si Robin antes pudo echarla del laboratorio con tanta facilidad, actualmente también podría hacer que no pudiera continuar con su pasantía.
"Cris, ¿por qué no estás comiendo?"
Mencía dijo: "La comida de la cafetería del Hospital Universitario La Salle es famosa en toda la ciudad, es muy buena, ¡come rápido!"
Cristina comió unos bocados distraídamente y luego de repente preguntó: "Por cierto, ¿no tenía Robin a otra mujer antes? ¿Cómo está ahora?"
Mencía sonrió dulcemente y respondió: "Él volvió a casa. En cuanto a Rosalía, ya le aclaró todo y no la hemos visto por aquí últimamente."
Cristina se asombró ante aquella respuesta e insinuó: "Siempre escucho que los hombres suelen mentir. Deberías tener cuidado y no dejar que sus viejos sentimientos resurjan, y que esa mujer aproveche la situación."
Mencía se quedó perpleja por un momento y luego negó con la cabeza mientras decía: "No lo hará. Confío en que mi esposo no me mentirá. Si él dice eso, debe ser así."
Cristina se sintió frustrada ante la ingenuidad de Mencía, pero no podía ser demasiado obvia.
Mencía pareció notar algo y le preguntó: "Cris, ¿por qué hoy actúas tan extraño? ¿Tu primer día de pasantía no fue muy bien?"
"No, no, ¿dónde parezco rara?"
Temiendo que Mencía descubriera algo, Cristina rápidamente cambió el tema: "Por cierto, ¿cómo va tu bufanda?"
Mencía dijo con orgullo: "No hice nada más que tejer la bufanda durante el fin de semana. Ahora, ya he terminado la mitad y unos días, podré dársela."
Cristina miró a Mencía con compasión y comentó con un suspiro: "No seas demasiado buena con los hombres, eso solo te llevará a la desgracia."
Desafortunadamente, Mencía no le prestó atención a su advertencia.
En ese momento, finalmente Robin le envió un mensaje, preguntándole por qué no podía volver a casa esa noche.
Mencía no tuvo más opción que explicarle pacientemente que tenía turno de noche y que tendría que trabajar hasta el mediodía del día siguiente.
Robin no dijo nada más.
Exasperada, Mencía se quejó con Cristina: "¡Este hombre! Es mi primera noche trabajando y ni siquiera me anima un poco."
Cristina frunció el ceño y pensó: Robin probablemente está ocupado con su amante en este momento, ¿cómo va a tener tiempo para ti?
...
Cuando regresó del hospital, Robin le pidió al conductor que llevara a Rosalía directamente a su casa.
Él, sin embargo, no regresó, además, no mostró ninguna intención de hacerlo.
Rosalía esperó nerviosamente en casa su respuesta, pues había estado inquieta durante todo el día.
¿Acaso Robin ya no sentía nada por ella?
En el pasado, podía imaginar cuán feliz sería él si supiera que ella estaba esperando un hijo suyo.
Cerca del anochecer, Robin llegó, pero su rostro estaba serio, sin rastro de sonrisa.
"Robin…" Rosalía lo llamó con ternura, acariciando su vientre, mientras decía: "Nuestro hijo está muy sano. ¿Quieres sentirlo?"
Robin no respondió, se sentó en el sofá y dijo con frialdad: "Rosalía, lo nuestro ya es cosa del pasado. Este niño... no es el momento adecuado, es un accidente, ¿entiendes?"
Los ojos de Rosalía se llenaron de lágrimas al instante y le preguntó con voz temblorosa: "¿Qué quieres decir? ¿Acaso no lo quieres? Es nuestro hijo, una pequeña vida, ¿cómo puedes rechazarlo?"
Robin no pudo soportar ver a Rosalía tan desconsolad, y con una voz baja comenzó a explicarle: "Porque si nace, será un hijo ilegítimo y como adultos, deberíamos ser responsables con nuestros hijos, ¿no es así?"
"¡Entonces seamos responsables! ¿Acaso ser responsable significa abandonar y matar a nuestro hijo?"
Rosalía cayó de rodillas frente a él, apoyó su cabeza en su rodilla y lloró mientras suplicaba: "Robin, por favor, no seas tan cruel. ¡Te lo suplico!"
Escuchar su desgarradora súplica le partió el corazón a Robin, después de todo, también era su hijo.
Levantó a Rosalía y le dijo en un tono bajo: "Cálmate, no podemos tener una conversación decente si estás así y tampoco podemos resolver nada."
"¿Cómo quieres que me calme?"
Rosalía, con el rostro manchado de lágrimas, dijo: "Este niño ha estado en mi cuerpo durante diez semanas y cada día puedo sentir cómo su sangre se mezcla con la mía. No soy de esas mujeres que insisten y se aferran desvergonzadamente. Si no fuera por este niño, no volvería a molestar tu vida."
Robin guardó silencio por un largo tiempo antes de responderle: "Incluso si tienes a este niño, seguirá siendo ilegítimo. ¿Estás segura de que podrás soportar esa presión?"
Rosalía apretó los puños, pues nunca se imaginó que incluso después de quedarse embarazada, Robin no estaría dispuesto a darle el lugar de la Sr. Rivera.
En cambio, quería que fuera su amante y que su hijo fuera un niño ilegítimo despreciado por todos.
Robin suspiró y le dijo: "Rosalía, nuestro tiempo ha pasado, ya te he herido y no quiero hacerle lo mismo a Mencía. ¿Entiendes?"
"Bien, lo entiendo."
Repentinamente Rosalía se alejó de él y dijo: "Puedes irte, yo cuidaré de este niño sola."
Robin la miró sorprendido y dijo incrédulo: "Piénsalo bien, si este niño nace, no tendrá padre y eso no será justo para él."
"He venido a traerte algo para comer."
Su voz sonaba tan suave que era casi insoportable.
"¿Cómo te está yendo con el turno de noche?" Mientras hablaba, Robin puso en la mesa los bocadillos favoritos de Mencía y un café.
Mencía forzó una sonrisa y le dijo: "Estoy bien."
Mientras tanto, Minerva estaba completamente atónita, pues un hombre tan atractivo había aparecido durante su turno de guardia y por su aspecto, claramente no era una persona común, pero, ¿cómo podría Mencía, que se veía tan ordinaria, conocer a un hombre así?
"Mencía, deberías presentarme a este... ¿quién es él?"
Los ojos de Minerva estaban fijos en Robin, pues a sus treinta y tantos años. aún era soltera y estaba desesperada por aprovechar una oportunidad como esa.
Justo cuando Robin estaba a punto de hablar, Mencía se le adelantó y dijo: "Minerva, este es mi hermano."
La cara de Robin se oscureció visiblemente.
Mientras tanto, Minerva ya había cambiado su tono, arreglándose el cabello al mismo tiempo y dijo con una voz coqueta: "El hermano de Mencía, eres tan bueno con ella. La relación entre ustedes dos es realmente envidiable."
Robin apenas le echó una mirada a Minerva y le dijo a Mencía: "Acompáñame un momento."
Mencía miró con dudas a Minerva, temiendo que ella no estuviera de acuerdo.
Ese día, después de pasar todo el día con Minerva, estaba cansada.
Minerva, por otro lado, parecía haber cambiado su actitud hacia ella por completo. Sonrió amablemente y le dijo: "No te preocupes, yo cuidaré de todo aquí. Vayan y hablen."
Robin ni siquiera miró a Minerva, simplemente tomó a Mencía por el brazo y salieron de la sala de guardia.
Una vez en el pasillo, Robin la soltó y mirándola con sus oscuros y profundos ojos, le preguntó: "¿Por qué no le dijiste que soy tu esposo? Antes, cuando dije que era tu hermano, tú dijiste que no necesitabas un hermano."
De repente, Mencía se dio cuenta que cuando Robin estaba molesto, se veía adorable.
Ella soltó una risita, mientras que sus ojos brillaban como estrellas.
Robin de repente la tomó por la cintura y le preguntó en voz baja: "¿De qué te ríes? Todavía no has respondido a mi pregunta."
Mencía rodeó su cuello con sus brazos y le explicó dulcemente: "Acabo de comenzar mi práctica aquí. Si la gente descubre que estoy casada y que mi esposo es el famoso CEO de AccesoEquis, me convertiría en el centro de atención y habría muchos rumores."
Robin entendió que Mencía era una chica discreta y reservada, por lo que no tenía intención de presionarla.
Pensando en cómo Minerva la había tratado antes, Robin comentó fríamente: "¿Quién es tu mentora? Creo que podríamos cambiarla."
Mencía sabía que cuando Robin defendía a alguien, siempre era muy directo, pero era su primer día y no quería hacer enemigos ni causar problemas, por lo que ella sonrió suavemente y le dijo: "Sé que estás intentando protegerme, pero vine aquí para aprender de verdad. Consideraré esto como un desafío."
"¿Estás segura de que estarás bien?"
Robin la tranquilizó suavemente: "No te tomes en serio lo que dijo. Nadie empieza sabiendo todo, sino ¿para qué necesitamos maestros?"
Mencía se sintió aliviada, se puso de puntillas y le dio un beso en los labios.
Sonriendo, dijo: "Gracias por venir a verme esta noche, mi amor. Estaba muy nerviosa por mi primer turno nocturno, pero ahora, ya no tengo miedo."
Robin se sintió complacido por su apodo, por lo que bajó la cabeza y le dijo con un tono coqueto: "Dilo otra vez."
Mencía se detuvo un momento y luego dijo tímidamente: "Amor."
"Mi dulce esposa, desearía poder llevarte a casa y amarte."
Los ojos de Robin brillaron con deseo mientras la abrazaba, como si quisiera fundirla en su cuerpo.
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