En la estación de policía.
Adrián estaba sentado al lado de Izan, observando al joven señor Martínez, quien lucía lastimado, y soltó una risita diciendo: "El señor Martínez sigue sin abrir los ojos, como siempre."
Del otro lado, Jorge tenía la boca hinchada y, aunque sabía que Adrián intentaba provocarlo, no pudo evitar enfadarse y levantó el puño, intentando levantarse. Pero antes de que pudiera hacerlo, se encontró con la mirada de un policía cercano, se detuvo y se sentó de nuevo. Adrián, sentado al lado de Izan, se rio aún más fuerte.
"El carácter de señor Martínez sigue siendo el mismo, no ha cambiado ni un poco." Dijo con una sonrisa burlona en su rostro. Luego continuó advirtiéndole: "Si sigues tratando así a nuestro Izan, tu hermana va a castigarte cuando vuelvas a casa."
Jorge casi se retuerce de la ira, pero no pudo rebatir nada, solo pudo apretar los dientes y desviar la mirada, criticando internamente el mal gusto de Noa. ¿Cómo pudo fijarse en alguien como Izan? ¿Acaso no tenía ojos? ¡Eso era tan frustrante!
Izan, sentado al lado de Adrián, no dijo nada, su cara tampoco estaba en mejor estado, llena de moretones. El hombre observó en silencio hacia adelante, destacando por su tranquilidad en medio del ruido. Adrián continuó: "Mira cómo has dejado a nuestro Izan, tu hermana va a sentirse muy mal si lo ve así."
Jorge cerró los ojos, apretando los dedos con fuerza, y entre dientes soltó: "Se lo merece."
Aunque él y Noa no eran hermanos de sangre, esos ojos café eran muy parecidos. Ambos tenían ojos marrones, brillantes y claros, pero mientras Noa miraba a las personas de una manera dulce y suave, inocente y sin daño, Jorge parecía un lobezno observando a su presa elegida, feroz y peligroso.
"¿Qué has dicho?" Preguntó Adrián de repente con enfado, la sonrisa desapareció de su rostro en un instante mientras decía: "Si no fuera por tu estupidez, ¿crees que estaríamos aquí hoy?"
Jorge lo fulminó con la mirada, como una ametralladora contestó: "¿Acaso no estaríamos aquí por su insolencia?"
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