Podría morir de frío si la hacía esperar fuera un rato más.
Dos tonos de marcado después, la llamada terminó abruptamente.
Sylvia miró el número que aparecía en la pantalla con los dientes rechinando.
‘¿Va a salir o no? ¿Intenta dejarme morir de frío?’.
Sylvia tenía ganas de irse, pero cada vez que cerraba los ojos, veía las adorables caras de Isabel y Liam sonriéndole. No podía permitirse perderlos.
Siguió en cuclillas mientras miraba el suelo.
Ya había un charco de agua bajo sus pies, y cada gota de lluvia que caía lo hacía ondular.
Empezó a temblar incontroladamente debido al frío.
Justo cuando su conciencia empezaba a desvanecerse, oyó unos pasos que se acercaban. Era el ruido de un par de zapatos de cuero pisando el suelo de cemento.
Sylvia levantó la vista para ver una figura alta con un traje bien cuidado que se acercaba a ella bajo la intensa lluvia.
Sin embargo, su conciencia se debilitó y pensó que estaba alucinando, así que cerró los ojos por un momento.
Cuando volvió a abrir los ojos, Odell ya estaba a su lado, mirándola desde una posición condescendiente.
Sylvia quiso levantarse, pero sus piernas se habían entumecido. El movimiento repentino la hizo perder el equilibrio y la hizo caer hacia adelante.
¡Taz!
Cayó sobre el pecho del hombre.
El viento del cuerpo frío de ella asaltó la nariz del hombre y le hizo fruncir el ceño.
Antes de que pudiera apartarla, Sylvia se apartó rápidamente de él y le explicó: “Lo siento. Tengo las piernas entumecidas. No era mi intención chocar contigo”.
La mirada de Odell se volvió hosca.
Le temblaban tanto las manos cuando borraba las fotos que casi perdió el control del teléfono un par de veces. Después de borrar todas sus fotos, le dio el teléfono. “Toma, he borrado todas las fotos. Puedes revisar si no me crees”.
“No hace falta. Ya está. No habrá una próxima vez”. Odell la miró fríamente.
“Gracias. Gracias por tu piedad. Se hace tarde. Deberías volver a entrar y descansar. Buenas noches”, dijo Sylvia mientras esbozaba una gran sonrisa en su rostro.
Después de eso, se dio la vuelta y se fue.
Odell se quedó en su sitio y la miró con el ceño fruncido hasta que la perdió de vista.
Él sostenía el paraguas con una mano, pero su otra mano estaba tocando el cuello de su chaqueta.
Cuando Sylvia desapareció finalmente de su vista, recuperó la compostura y volvió a entrar en la casa.
Debía de haber perdido la cabeza por haber tenido la ocurrencia de darle su chaqueta.
Al fin y al cabo, tres años atrás, sesenta golpes no habían conseguido arrancarle la cara, así que el frío de una lluvia nunca podría congelar sus sentimientos por sus hijos.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La ex esposa secreta de Amo Odell
Que paso que se cortó el final?...