La mate de Hades. romance Capítulo 41

Ónix sentía que aquello que se aproximaba iba hacer muchos cambios en sus vidas, tal vez solo en la de ella. sus pies se movían con lentitud alrededor de Zul, él simplemente cerraba sus ojos suspirando, pensado en la mejor forma que tenían para traer aquellas personas de vuelta. Realmente él no solía ser muy buena persona, era arrogante, alejado, pero aquello podía ser una oportunidad de remediar sus errores del pasado, pensaba también que de alguna forma eso lo iba poder acercar a la mujer que siempre quiso para él, aunque dudaba en ese momento que ella estuviese dispuesta a darle otra oportunidad.

Las segundas partes nunca son buenas, ni en la historia de amor más hermosa. Eso lo había aprendido con el paso de los años, dolorosos y muy largos años. Hades estaba en un lado en silencio mirando a su omega, la mujer que estaría en su lado para siempre, miraba como ella observaba con atención a su amiga tratando así de poder descifrar sus pensamientos. Cosa imposible.

Eda en su lugar miraba al suelo, ajena a las cosas que hacían los demás, Liz y Zeus estaban cerca el uno del otro reconfortando sus corazones en agonía. De sus cabezas no escapaban la posibilidad de que algo iba salir mal, de que no todo tendría un buen final, de que algo iba pasar… carajo, es que algo debía pasar. Les carcomía el alma el solo pensar en que alguno iba morir en aquel enfrentamiento tan ligero, a pesar de que tenían a alguien muy poderoso de su lado, del otro también. Quizás.

—Carajo, esto me tiene nerviosa. —Habló por primera vez Ónix, por su parte Hades prestó más atención al oír sus labios formular algo, caminó hacia ella acercándola a su cuerpo en el momento.

—Calma, cachorra. —Dijo en su oído para aligerar un poco la presión que sentía a través de su cuerpo, un ligero beso fue hasta su cuello haciendo que un flashback se reprodujera en su cabeza.

Hades la tocaba, como si tuviese miedo a que escapara del roce de sus dedos, de sus manos, de sus labios, ella solo gemía jadeante bajo él, deseosa de algo más, de que ambos fuesen uno solo fusionándose entre sí haciendo saber al mundo el amor que sentían por el otro, pero…

—Por la diosa, no me digas así frente a ellos. —Susurró con un ligero sonrojo, él dejó salir una carcajada ronca que hizo que su cuerpo se estremeciera y que los demás miraran hacia ello, a excepción claro de Zul.

—Hueles a omega necesitada de sexo, Ónix. —Las personas se rieron de aquello, ella por su parte de sonrojó un poco más bajando su cabeza avergonzada.

—Ella nunca sufrirá necesidad de sexo a mi lado, Zul. La cogería aqu… —Una de las palmas de ella tapó los labios de él, las demás personas rieron más fuerte a causa de ello, ella puso los ojos en blanco en forma de rendición.

—Ay, por favor. —Dijo bajito Ónix bufando en el acto.

Zul se movió en silencio y emprendió camino hasta un lugar exacto del amplio bosque en el que estaban, él les dio una mirada, todos entendieron al momento lo que quiso decir. Debían estar alerta dado que algo podría pasar. De su boca salieron algunas palabras y el bosque respondió ante ello, el aire se puso más tenso y el frio abrazó sus cuerpos, en ese momento todos miraron al frente y un circulo color azul se formó delante de ellos haciéndolos retroceder, ambos se sorprendieron por ello, pero Zul ya sabía a lo que se estaba enfrentado.

—¿¡En que carajos se metió tu mujer, Hades!? —Ónix ignoró todo aquello que implicaba culpa, y solo escuchó, su mujer. Carajo, sí. Su mujer.

—Ella es un poco rebelde. —Aquello no le molestó en lo absoluto, pero si removió algo dentro de ella, algo que no era malo. Algo extraño.

—Estos portales son difíciles de mantener abiertos. Debes ser valiente y entrar, Ónix, si tenemos suerte y sacas a tus amigos de allí puedo hacer un hechizo para que esa dimensión quede en el olvido para toda la eternidad. —La idea pareció ser increíble, pero…

—Hay personas inocentes en esa dimensión… no podemos simplemente mandarlos a la mierda, ellos son inocentes, no han hecho nada malo. —Zul gruñó.

—Tienes diez minutos, omega. No más. —Ella asintió y miró a Hades, este negaba.

—No voy a permitir esto, Ónix, no, me niego. —Ella tomó su rostro entre sus manos dejando un pequeño beso sobre sus labios, sobre esos que habían hecho que ella sintiera cosas inexplicables.

—Me gustas, Hades, pero debo hacer esto y cuando lo haga volveré a tus brazos. —Las personas miraban con atención, incluso su mejor amiga se negaba a entrometerse en aquello. —Volveré a ti, te lo prometo.

—Ónix… —Los ojos de Hades no pudieron evitar llenarse de lágrimas, no quería imaginarse una temporada sin ella nuevamente. Sus vidas parecían ser una historia trágica escrita por una persona que se negaba al amor.

Ella le dio la espalda siendo incapaz de mirar hacia atrás, antes de cruzar hacia el otro lado miró a Zul, este asintió.

—No es momento de nervios, Ónix. Ahora serás más que una simple omega, serás una salvadora. —El corazón de Ónix se agitó en pecho, eso…

—Te juro que, si no logro salir de ahí, voy a torturarte en tus sueños. —Él sonrió.

Y ella saltó.

*

Sus pies se movieron y pudo ver que a lo lejos se veía la población, ante ello aceleró su paso, vio hacia atrás y sus ojos divisaron el circulo azul, pero presentía que algo iba salir mal en ese momento, no todo iba salir bien… ella lo sentía, pero ignoró aquello y corrió. Las personas la reconocieron de inmediato y se alejaron de ella como si tuviese alguna plaga.

—¿Ha visto a Percy o Rea? —Le preguntó a una persona, pero esta se negaba a responder, temía algo y ella podía imaginar qué por lo que no se sorprendió y aceleró su paso yendo a otra persona, estas se negaban, pero en un momento una persona se acercó a ella y habló.

—Están encerrados en una habitación. Pero no podemos abrirles, ni ellos salir, aunque tú si puedes. No estás bajos los encantamientos del demonio con alas blancas. —Ella supo de inmediato de quien se trataba por lo que le pidió a la persona que la guiara, esta lo hizo por lo que ella rápidamente siguió su paso.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La mate de Hades.