La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 560

Al oír estas palabras, todo el salón se quedó en silencio.

Diana miró sorprendida a Héctor.

«Esto salió de la boca de Héctor, ¿qué le pasa hoy?»

En el pasado, él había sido indiferente a sus sentimientos, pero sólo actuaba fríamente, nunca decía palabras tan agudas y duras como hoy.

—Hermano... —dijo Diana con cara de resignación y los ojos llenos de lágrimas.

Héctor respiró hondo, sabiendo que acababa de ser impulsivo.

Pero no pudo contenerse.

Su propia hermana, sin recursos, de rodillas en la nieve, sin dinero para llevar a su madre adoptiva al hospital, se vendió humildemente a Umberto.

Pero Diana pudo ahorrar una pequeña fortuna en la familia Espina.

El contraste era tan fuerte que no pudo evitar sentir cómo se le agitaba la sangre.

Antonio le dirigió una mirada hosca y le dio una palmada en la espalda, sonando deliberadamente severo.

—Héctor, ¡¿cómo puedes hablar así a tu hermana?!

Héctor respiró hondo, sabiendo a qué se refería su padre, y le dijo a Diana:

—Lo siento.

—No pasa nada —Diana se secó las lágrimas y esbozó una sonrisa obstinada y vulnerable mientras miraba a Héctor—. Hermano, ¿has tenido problemas en el trabajo últimamente?

—Sí —Héctor balbuceó el tema, sin molestarse siquiera en mirarla.

Él siempre pensó que Diana era demasiado falsa.

Mientras fuera un ser humano, había momentos en los que no podría contener sus emociones, e incluso él mismo podía dejarse llevar por ellas. Pero Diana, cuando se trataba de la familia Espina, siempre parecía portarse bien y ser comprensiva.

Si Héctor no hubiera visto un lado diferente de Diana fuera de casa, se temía que también se habría dejado engañar por esta chica.

Héctor estaba reflexionando cuando, de repente, sintió un dolor en la pantorrilla.

Bajó la cabeza y se encontró con la expresión de enfado de Adrián.

Su hermano menor le acababa de dar una patada en la pantorrilla.

La cara de Héctor era un poco fría.

—¿Qué haces?

Adrián se sobresaltó por la frialdad de su rostro, pero aun así se braceó y dijo:

—¡Tú intimidaste a mi hermana! ¡Quiero vengarla!

Héctor le cogió por el cuello y le empujó un poco más lejos. Su voz era clara y fría.

—Ella es tu hermana y yo soy tu hermano. De verdad que no eres educado conmigo.

—Pero tú fuiste el primero que acosó a mi hermana —Adrián miró desafiante a Héctor.

Los ojos de los hermanos, extraordinariamente parecidos, estaban llenos de terquedad.

La multitud miraba a los dos hermanos y Doria se quedó en su sitio con una presencia muy débil.

Luego habló apresuradamente, apartando todas las miradas:

—Señorita Diana, será mejor que me vaya. Aunque la he cuidado durante más de veinte años, sólo soy una sirvienta. No debe poner a la señora Bianca y al señor Héctor en una situación difícil por mi causa.

Diana la miró con tristeza y resignación, rodeó a Bianca con los brazos y suplicó:

—Mamá, por favor, deja que Doria se quede. Puede que sea vieja, pero sabe trabajar muy bien y no puede comer mucho. Estoy trabajando y tengo el dinero del último anuncio, así que no necesito el dinero de la familia y puedo mantener a Doria. Mamá, por favor.

Bianca miró a Diana, que estaba abrazada a ella con dulzura y mimo, y de algún modo, se sintió sumamente incómoda.

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