La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 100

—¿Umberto ya te dijo?

Albina ya entendió. No era de extrañar que no hubiera llamado ni buscado por sí misma, así que ya se había enterado de sus noticias.

—Sí. ¿Y si sabes otra cosa? —Ariana miró a Albina— Ayer por la tarde, no te sentías bien y estabas descansando. Umberto estuvo abajo con nosotros toda la tarde.

—¿De verdad? —la expresión de Albina era de sorpresa, no le había contado nada de esto.

—Por supuesto —Ariana asintió—. Cuando volví, él seguía abajo preocupado y me pidió que te revisara. Solo se fue cuando supo que estabas bien.

Albina sintió el amor caluroso. Umberto era bueno con ella. Cuando se mostraba profundamente cariñoso, realmente la hacía incapaz de resistirse.

Ella ya le había tomado en serio, solo esperaba que esta vez no le mintiera de nuevo.

***

Yolanda aún no sabía que Umberto ya la ha investigado.

Se había quedado en casa durante los últimos días. Lo que pasó en el palco no había desaparecido del todo, por lo que había estado de muy mal humor durante los últimos días.

Originalmente, quería seducir a Umberto y acostarse con él, pero inesperadamente, él se dio cuenta de su intriga y la dejó ser la víctima de su propio plan. Jaime vino y hizo el amor con ella.

Yolanda no pudo resistir las ganas de correr al baño para lavarse cuando pensó en ello. Cuando regresó del club aquel día, a regañadientes aceptó la verdad.

Después, se acordó del plan que había organizado. Vio las fotos tomadas y utilizó deliberadamente la mano de Alan para que se las enviara a Miguel.

Al día siguiente, recibió la noticia de que Albina había alejado a Umberto.

Cuando escuchó esta noticia, Yolanda no pudo ser más feliz, pero antes de que pudiera serlo por unos días, se enteró de que anoche Umberto había rescatado a Albina del bar y que los dos habían pasado la noche juntos.

Esa noche, su habitación, que acababa de ser decorada, fue destrozada por Yolanda.

No obstante, no estaba dispuesta a entregar a Umberto a Albina. El hombre al que había amado durante tantos años, ¿por qué iba a entregarlo a otra mujer?

El apuesto rostro de Umberto pasó en la mente de Yolanda, así como la posición de la Sra. Santángel, que podía reportarle infinitos beneficios.

Pensaba una y otra vez. Debía pensar en una forma para que Albina se separara completamente de Umberto.

En ese momento, Julio regresó. Estaba de buen humor y tarareaba una canción al entrar.

Al ver a Yolanda en su casa, sonrió y le dijo:

—Yoli, afortunadamente nos hemos retirado del matrimonio con Umberto. Esos proyectos dados por la familia Santángel han sido muy rentables últimamente. Si los proyectos se implementan todos sin problemas, nuestra familia Carballal subirá otro nivel.

Yolanda miró a su padre y se puso mala cara.¿Cómo podía ser feliz cuando todo esto había llegado a cambio de su contrato de matrimonio soñado?

Julio no se dio cuenta de sus emociones y se dijo a sí mismo:

—Yoli, tú también te has portado muy bien últimamente. Mantuviste tu promesa y no has provocado problemas con Albina. Has sufrido mucho. No te preocupes. Después definitivamente te recompensaré...

Yolanda parecía aturdida. ¡No, no era así!

Claramente había provocado los problemas con Albina y le había pedido a David que la siguiera con el ataque mortal. Por derecho, Umberto debería haber retirado los beneficios prometidos a la familia Carballal porque no había cumplido su promesa.

Pero no, Umberto no había hecho nada.

¿Cómo pudo ser? Debía haber algún tipo de conspiración.

Yolanda se quedó nerviosa y miró a Julio:

—Padre, ¿esos proyectos dados por Umberto realmente trajeron beneficios a nuestra familia Carballal?

—Eso es seguro. Las cuentas de la empresa tienen mucho mejor aspecto estos días. Los beneficios son tangibles.

El ceño de Yolanda se arrugó de nuevo. No había ningún error aquí. ¿Habría algún plan de Umberto por la espalda?

Fue tan bueno con Albina. ¿Cómo no iba a vengarse de ella?

Yolanda intuyó que algo iba mal, encontró una excusa para subir y llamó a Jaime.

El móvil se conectó rápidamente, y la voz algo coqueta de Jaime llegó desde el otro lado:

—Hola, cariño, ¿me has echado de menos?

—Jaime, no hables así. Tengo que pedirte un favor.

A Yolanda no le gustaba Jaime, pero este hombre tenía algunos trucos bajo la manga, especialmente cuando se trataba de apuntar a Umberto.

Jaime percibió la seriedad en su tono, y solo entonces se puso serio:

—¿Qué es?

Yolanda le contó lo sucedido antes de decirle:

—Es posible que Umberto conozca a alguien de la familia Carballal, así que quiero pedirte que me ayudes, que averigües dónde está David y, preferiblemente, que me lo traes.

Jaime sonrió:

—Me encargaré de esto, pero si te ayudo con esto, ¿cómo me lo pagarás?

Su voz era ligeramente bajo con un débil deseo.

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