La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 121

—Eres una pésima actriz. Vamos, sé exactamente de qué son capaces las personas que recluto. Si no, Lila, con tu carácter, por qué te mantuve aquí —Macos se rió.

Lila se mordió el labio inferior, con los dedos cerrados en puños, sin decir una palabra. Tenía sentimientos encontrados.

Macos, ese hombre que le gustaba, se había fijado en ella, la conocía bien y la había apreciado. Y eso la hizo muy feliz, pero ella había hecho algo en su contra que casi había provocado una catástrofe.

No se atrevía a admitirlo. Si lo hacía, se consideraría revelar secretos comerciales y tendría que ir a la cárcel.

—Sr. Murillo, no sé de qué estás hablando, yo no he hecho nada —Lila dijo con la voz baja, mientras que el cuerpo temblaba, con la cabeza agachada.

—¡Lila, no lo niegues! Tienes muchos amigos de la universidad, puedo averiguarlo con facilidad. ¿Y por qué su cuenta recibió una gran suma de dinero de una fuente desconocida en esta coyuntura? Tú y Yolanda os pusisteis en contacto ayer por la tarde, ¿verdad? Tus registros telefónicos podrían haber sido rastreados con un poco de ayuda. Con toda la tecnología disponible de hoy en día, siempre hay un error y no se puede limpiarlo —dijo Albina palabra por palabra.

La cara de Lila se ponía roja y sus ojos la miraban con maldad, como si fuera a abalanzarse sobre ella y destrozarla en el próximo momento.

Macos se levantó impaciente al ver su negativa:

—Te estábamos hablando amablemente, pero no nos haces caso. Pues díselo a la policía lo que pasó.

—¿Realmente llamaste a la policía? —Lila levantó la cabeza y miró a Macos con incredulidad.

—¿Por qué no? Es mi empresa, y tú sabes lo importante que es el concurso de hoy, aun así, robaste el diseño de Albina y lo filtraste a otra persona por una cuestión personal. Si Albina no se hubiera preparado con antelación, ¡cuánto daño habrías causado a la empresa! —Macos dijo con decepción.

Lila lo miró con ansiedad, pero no pudo decir nada ante su expresión fría y severa. Las palabras de Albina de verdad le recordó que, aunque lo negara, siempre se podía averiguarlo. Y ahora ella había perdido. Todo se acabó.

—Macos, ¿realmente no me haces un favor? Tú sabes muy bien que me gustas.

—¿Te gusto? ¿Y hiciste tal cosa? —Macos le dio una sonrisa burlona.

—No, no —Lila parecía ansiosa—. Sólo estaba celosa de Albina. Siempre estaba por delante de mí, y tú eras tan amable con ella. Además, Albina ya ha entrado el próximo turno, así que no perjudiqué nada con esto y dejé que Albina ganó fama.

Al final de su frase, Lila estaba un poco enojada, y dirigió a Albina una mirada.

—¿Quieres decir que tengo que darte las gracias? —dijo Albina.

—Bueno, ¿no es cierto que hice algo mal, pero seo te hizo famosa, y ahora eres una figura prominente en el mundo del diseño, no te ayudé?

—¡Qué lengua de oro tienes! ¿Qué me habría pasado hoy si yo no hubiera notado tu truco? Víctor es el número 39 y yo el 40, habríamos tenido la misma ropa, y me habrían acusado de plagio. Si los jueces eran más estrictos, me habrían descalificado y entonces no sólo yo, sino también el Grupo Murillo sería el hazmerreír de la industria, ¿puedes pagar eso?

—Si hubiera, si hubiera. Pero en realidad, no pasó nada, ¿no? —Lila bajó la cabeza.

Albina realmente no quería decirle una palabra ahora porque no serviría nada.

—Señor Murillo, no me encuentro bien, me voy a casa a descansar.

—Bien, mañana es la final, consumirá mucha energía. Déjame todo aquí —Macos se apresuró a decir.

Albina asintió, echó una mirada a Lila y se dio la vuelta para marcharse. Al salir por la puerta de la empresa, vio llegar a la policía justo a tiempo, se detuvo un momento y salió directamente por la puerta.

No era culpa de nadie más que de Lila, que había hecho tal cosa y acabó así. Estaba claro que tenía un futuro brillante por delante, era guapa y tenía talento y, aunque era poco amable, podría hacerse un nombre algún día siempre que no hiciera el ridículo.

Albina se paró a un lado de la carretera y suspiró, mirando el tráfico, con la mente en blanco.

—¿Está todo arreglado? —de repente se oyó una voz en su oído.

—¿No te has ido? —Albina giró la cabeza y se encontró con el rostro hermoso de Umberto.

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