La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 186

Al ver que su propósito se había conseguido, Ramon no estaba dispuesto a quedarse más tiempo, porque tenía que comunicar a su familia la buena noticia y luego celebrarla.

Para poder hablar con Albina, sin almorzar, Ramon había estado esperando de pie en la puerta durante casi toda la tarde, ya se quedó bastante cansado, así que se despidió de su sobrina:

—Entonces, Albina descansa temprano y me voy primero.

Albina asintió con la cabeza, acariciando el álbum de fotos en la mano y preguntó:

—¿Puedo quedarme con este álbum de fotos? Ya no tengo ninguna foto de mi padre.

Ya que Ramon había conseguido su propósito, el álbum ya no era de ninguna utilidad para él, por lo tanto, accedió de buena gana a petición de Albina y se marchó con satisfacción.

Albina miró abajo por la ventana y vio a su tío salir del edificio, caminando muy alegremente, y soltó una carcajada de burlas.

«El pez ha picado el anzuelo. Mañana por la noche iré a hablar con ese hombre y empezaré formalmente el plan de venganza.»

Albina entró en la casa con el álbum de fotos en los brazos y se alivió un poco. La situación había cambiado y aquellos descarados de la familia Espina no la molestaría por el momento, por eso ella no tendría que apresurarse a mudarse.

Albina pensaba que una vez que terminara las represalias contra la familia Espina, haría que decoraran de nuevo la casa de su padre y ella se viviría en ella.

Sentada en el sofá, Albina hojeó las fotos una por una, mirando la cara de su padre, y una tremenda tristeza le iba invadiendo los ojos:

—Papá, no me culpes por hacer esto a tus parientes. Todos en la familia Espina son bestiales y no merecen ser perdonados.

***

Cuando Ramon volvió a casa y vio que todos los demás estaban en la sala de estar, anunció con extrema alegría que Albina había accedido a reconciliarse con ellos y que se avecinaba pronto una vida cómoda para su familia.

Tras oírlo, Alex detuvo la mano que sostenía la bebida en el aire, con el rostro lleno de incredulidad.

Y la anciana se incorporó violentamente del sofá, sin tener ningún aspecto débil.

—¡¿Te has vuelto loco o qué?! ¿Qué tonterías estás diciendo? ¿Cómo es posible que esa zorra aceptar ayudarnos? —la señora Estela gritó mientras se acercaba precipitadamente a su hijo con el bastón.

Ella realmente no creía en lo que dijo su hijo, porque todavía recordaba lo terca que estaba Albina a su frente anoche, sin mostrar ninguna intención de ceder. Ella incluso se había ofrecido a devolverle la casa, pero Albina no había suavizado su actitud ni un poco.

«¿Cómo es posible que ella haya cambiado de idea de la noche a la mañana? ¡Es imposible!»

Alex también frunció el ceño como su abuela y preguntó a su padre con algo de dudas:

—Papá, ¿hablas en serio?

Al ver que tanto su madre como su hijo al viejo y al joven no lo creían, Ramon explicó con cierta impaciencia.

—¡No soy ciego ni sordo! Lo vi y lo oí con mis propios ojos y oídos. Ella incluso me ha prometido que mañana Umberto me encontrará un puesto en el Grupo Santángel. Si no me lo creen, ¡esperemos y veremos!

Luego, él se sentó cómodamente en el sofá y se dirigió a su hijo:

—Te pedí que fueras a hablar con ella, pero me hiciste caso omiso, así que decidí encargarme yo mismo. Inventé una historia del profundo amor fraternal entre Juan y yo y Albina me lo creyó.

Ramon no le dijo a su madre que él le había la culpa de todo esto a ella. Pero aunque la anciana lo supiera, no importaría. Mientras ellos pudieran engañar a Albina, lo resto no era nada.

Alex lo miró con algo de incredulidad y dijo:

—Papá, no creo que sea tan simple. Debe haber alguna conspiración.

Ramon le dio una palmada en la nuca y regañó:

—¿Quieres decir que soy tonto y he sido engañado por Albina? ¿Acaso como tu padre no soy más inteligente que tú? Si fueras realmente inteligente, no habrías perdido tanto dinero en el juego.

Alex dio un paso atrás para esquivar la bofetada de su padre y masculló:

—¿Por qué has vuelto a sacar el tema del juego? Solo pienso que el cambio de actitud de Albina fue demasiado brusco y sospechoso. Debemos ser un poco más prudentes, ¿no?

Ramon le puso los ojos en blanco y dijo impacientemente:

—Usa tu prudencia donde corresponde y no pienses en estas tonterías.

Pero aun así se tomó a pecho las palabras de su hijo y añadió después de pensárselo un momento:

—A ver si puedo entrar en el Grupo Santángel en los próximos días, ¿no sabremos la actitud real de Albina?

Tanto la anciana como Alex se quedaron callados sin quejarse más después de escuchar las palabras de este.

Ramon se rio un poco y pidió a su mujer que preparara una comida exquisita para celebrar la buena noticia de hoy.

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