La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 198

La anciana frunció el ceño al oír esto, apretando los dientes, y dijo con una voz baja y ronca a Albina:

—¿Cómo puedes ser tan cruel?

—¡Abuela! —Albina la interrumpió con una voz alta— ¡La persona que es cruel no soy yo, sino tu hijo mayor! En comparación con ellos, creo que ya he sido bastante bondadosa. ¡Al menos no les he matado con trucos maliciosos!

Cuando la anciana escuchó esto, se quedó atragantada sin saber cómo refutar durante mucho tiempo.

—¡Realmente no entiendo cómo una persona tan buena como mi padre podían tener un grupo de parientes tan viciosos y repugnantes como ustedes! —Albina se dio la vuelta para irse después de lanzar esta frase con frialdad.

La anciana permaneció sola en el mismo lugar durante mucho tiempo, antes de caminar lentamente hacia el exterior del barrio.

***

Alex y Ramon fueron llevados hasta su propia casa por aquellos hombres de Agustín. Los dos, muy lamentables, fueron arrojados sobre el suelo en cuanto entraron por la puerta.

Mirando a los hombres feroces, Ramon, muy asustado, preguntó temblando:

—Señores, ¿qué quieren hacer con nosotros? El período de gracia es una semana y aún nos quedan tres días. No se preocupen, definitivamente devolveremos el dinero dentro de tres días.

El líder del grupo se sentó en el sofá, mirándolos con una sonrisa burlona:

—¿Tres días? ¡Me temo que no serían capaces pagar la deuda aunque se les daría tres años!

—Sí, puedo pagarlo. Ahora soy empleado del Grupo Santángel...

Antes de que él pudiera terminar las palabras, el teléfono móvil le sonó indicando notificación nueva. Ramon quería echarle un vistazo para ver si alguien estaba dispuesto a prestarle dinero, pero debido a la presencia de estas personas, solo sujetó el teléfono con fuerza, sin atreverse a mirarlo.

El líder de estas personas levantó la barbilla hacia él y dijo:

—Puedes mirarlo si quieres.

Ellos estaban enterados de que la reputación de Ramon se había arruinado y nadie estaba dispuesto a prestarles dinero, por eso no se preocupaban en absoluto.

Ramon desbloqueó la pantalla de su teléfono con expectación, empero, al momento siguiente se quedó atónito al leer el mensaje nuevo.

Resultó ser un mensaje enviado por el personal del Grupo Santángel, en el que se le informaba de que había sido despedido por ausentarse del trabajo durante muchos días.

Ramon recordó de repente que había estado ocupado pidiendo prestado dinero en los últimos días sin haber pedido permiso de ausencia a la empresa, porque pensaba que con el respaldo de Albina, debería poder hacer lo que quisiera en la empresa.

Pero hoy se dio cuenta de que Albina no lo ayudaría y que solo era cuestión de tiempo que le despidieran de la empresa. Se arrodilló sobre el suelo de un golpe, desesperado e impotente.

Los hombres de Agustín echaron una ojeada al padre e hijo y observaron la casa en la que estaban.

La casa era bastante espaciosa, con tres dormitorios y una sala de estar. Aunque estaba desordenada, una casa de tal tamaño en esta ubicación de la ciudad valía mucho. Además, Agustín les había dicho que esta casa era la que quería obtener la señorita Espina.

El líder de grupo miró al padre y al hijo en el suelo y habló:

—Sé que no tienen dinero suficiente para saldar la deuda, y tampoco somos irrazonables. Ya que no tienen dinero, pueden pagar la deuda con otra propiedad. Esta casa parece bastante buena...

Antes de que pudiera terminar su frase, los ojos se les iluminaron a Ramon y Alex.

«Sí, todavía tenemos esta casa robada de Juan. De todos modos, no nos pertenece originalmente, no importa nada si pagamos la deuda con esta.»

Con esto en la mente, Ramon se apresuró a decir:

—Si les damos esta casa a ustedes, se liquidará la deuda entre nosotros, ¿verdad?

Alex asintió desesperado a un lado. Mientras no le cortaran los brazos y las piernas, podría abandonar esta casa.

El hombre se rio, agitando su dedo índice derecho, y dijo:

—Le deben a Agustín seiscientos mil euros, pero esta casa es tan vieja que solo vale doscientos mil a lo sumo.

Ramon se quedó muy asombrado con los ojos bien abiertos al escuchar las palabras de este.

A Juan le había costado trescientos mil euros en ese momento.

—No, no, cuando mi hermano menor... no, cuando compré esta casa, ¡me costó trescientos mil! El valor de las casas en este barrio se ha estado revalorizando durante estos años, así que ahora esta casa mía debe valer al menos cuatrocientos o quinientos mil...

Ramon, que quería regatear, se calló al instante y no se atrevió a decir nada más al ver que el hombre lo miró con enojo.

Ahora, como deudores, no les quedaba otro remedio a Ramon y a Alex que aceptar la petición de su prestamista sin condición. Agustín tenía tantas influencias en la mafia, y era el personaje con quien nunca se atreverían a meterse.

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