La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 214

Umberto las miraba hablar, sonriendo todo el tiempo.

—Pues, Sr. Santángel, cuando el coche rodó hacia abajo, fue Umberto quien me protegió, por eso no me hice demasiado daño. En cambio, sus heridas vinieron por esto —recordó Albina en voz baja.

Tenía que dejarlo claro de antemano.

Fue fácil para Olivia saberlo después. Si Olivia se lastimó por su culpa y la trató mal, ella pensó que probablemente se sentiría un poco perdida.

Ante estas palabras, Olivia la miró y dijo:

—¡Lo sé!

Con el carácter de Umberto y sus sentimientos por Albina, cómo no iba a protegerla.

—Es lo que debe hacer. Afortunadamente, no les pasó nada a ninguno de vosotros dos. Los principales culpables deben ser Jaime y Yolanda, ¡hijos de puta!

Olivia estaba dispuesta a regañarlos con ira, pero cuando se encontró con los brillantes ojos de Albina, cambió sus palabras en un instante:

—¡Un par de villanos!

Albina se rio un poco.

Cuando Olivia no estaba siendo mala, era sorprendentemente directa.

No era de extrañar que, por aquel entonces, Daniel quisiera casarse con ella, e incluso se desvivía por desobedecer a Sergio.

«Me temo que, además de su belleza juvenil, también tenía una personalidad agradable.»

Las heridas de Umberto eran un poco graves y tuvo que permanecer en el hospital para su observación. Olivia dispuso inmediatamente una sala para los dos, de modo que Albina pudiera acompañarlo.

Olivia los puso en una habitación juntos, para que se cuidaran mutuamente.

Tanto Umberto como Albina no la creyeron, ya que este hospital era el mejor de Ciudad Sogen. Con el estatus de Umberto y el tratamiento en esta sala de clase alta, no había necesidad de que se cuidaran mutuamente.

Una vez hecho todo, Olivia volvió a casa, dispuesta a discutir con Sergio y su marido cómo conseguir justicia para los dos mañana.

La sala estaba tranquila, con cada uno de ellos tumbado en su propia cama.

Fue Umberto quien habló primero:

—Lo siento.

—¿Qué? —Albina sonó desconcertada y le miró de reojo—, ¿Por qué de repente me das una disculpa?

—Te prometí antes, que cuando salgas, podrás comer lo que quieras.

Como resultado, los dos no podían comer mucho a causa de sus heridas, y solo pudieron beber miserablemente gachas durante uno o dos días.

Albina sonrió ligeramente ante sus palabras:

—Está bien, no hay nada que quiera comer ahora mismo. Bueno...

Se le ocurrió la comida rica que Umberto había cocinado para ella, por eso lo miró:

—Umberto, cuando nuestras heridas estén curadas, quiero comer los platos que cocinaste para mí la última vez.

Umberto se quedó congelado un momento, luego se rio a carcajadas:

—Bien, cuando me cure, puedes pedir lo que quieras.

Albina sonrió al oír sus palabras. Sus ojos se veían muy hermosas por la sonrisa, sus labios rojos se curvaron para revelar sus dientes blancos como la nieve. Parecía una gata muy ingenua y a él le fascinaba.

—Albina, no te rías —recordó de repente.

Albina lo miró confundida, y Umberto dijo a continuación:

—La herida acaba de ser medicada, no quiero que se deshaga.

El médico acababa de decir que no se permitía ningún ejercicio extenuante.

Después de que los dos se salvaran, todos en Familia Santángel se sintieron aliviados. En cambio, Jaime y Yolanda estaban angustiados.

No se atrevieron a volver a su casa y se quedaron en el chalet donde solían tener su cita, sin atreverse siquiera a dormir toda la noche.

Habían enviado a alguien a vigilar la puerta de Familia Santángel e informarían en cuanto hubiera alguna novedad. Pero aún no había aparecido nadie. Sin saber el resultado del asunto, no se atrevieron a relajarse en absoluto.

Yolanda no soportaba que Jaime se paseara por delante de ella y se molestó mucho, entonces lo atrajo y le dijo:

—Tómatelo con calma. Acabamos de bajar y buscar por los alrededores pero no pudimos encontrarlos, así que Familia Santángel tampoco pueden hallarlos tan fácilmente. Quizá esas dos personas estaban demasiado malheridas y ya han muerto.

Jaime frunció el ceño y dijo:

—No pienses con demasiado optimismo. Hay que prepararse para lo peor. Se esconderán cuando vayamos a buscarlos, pero por supuesto saldrán cuando Familia Santángel vaya a buscarlos...

Dijo mirando a la puerta con una expresión seria:

—Siempre tuve el presentimiento de que no morirían tan fácilmente.

Umberto le había puesto mucha presión desde que era un niño, como una gran montaña en su camino, y por mucho que lo intentara, no había forma de superarla.

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