La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 25

—¡Albina! —se sorprendió Umberto, que estaba en el salón cuando escuchó su voz, —¿has cambiado tu número?

Llorando fuertemente, Albina explicó rápidamente su situación:

—Oye, fue un lacayo de Yolanda el que me secuestró y intentó matarme. No sé dónde estoy ahora. Puedes ubicarme a través del señal del móvil. Ayúdame, ¡por favor!

Pero esta vez Umberto respondió con voz ronca:

—Albina, sabes que hoy es el día de mi compromiso.

Albina se quedó en blanco, sintiendo un dolor en su corazón. «¡El banquete de compromiso era más importante que mi vida!»

—Lo sé. No tienes que venir aquí, pero ayudarme a llamar a la policía, por favor.

Su actitud se presentaba extremadamente humilde. Pensando que iba a comprometer con esa mujer malévola, quería alertar a Umberto de nuevo:

—Mira, Yolanda te hará daños, ¡confía en mí!

Umberto colgó el teléfono, no dándole oportunidad de terminar sus palabras.

Aspirando profundamente, Albina sentía que su corazón estaba frío, pero no quería rendirse y llamó otra vez.

Esta vez Umberto lo recogió rápidamente:

—No me lo hagas. Sé que odias a Yolanda, pero ella ha estado ocupada con el banquete de compromiso, entonces ¿crees que tiene el tiempo para preparar este secuestro? ¡Nunca me imaginaba que romperías nuestro compromiso con esta excusa!

Albina mordía sus labios para no llorar tan fuerte:

—Tu compromiso no es mi asunto, pero te pido que llames a la policía.

Antes de que terminara sus palabras, se escuchó la dulce voz de Yolanda:

—Cariño, ven, los invitados nos están esperando abajo.

—Vale.

Umberto colgó el teléfono y se fue abajo con Yolanda.

En ese momento, se apareció un hombre delante de Albina, gritando:

—¡Hija de puta! No te vayas.

David la encontró.

Corriendo con todas sus esfuerzas, Albina llamó a Umberto innumerables veces, pero después de que nadie le respondiera, se sintió extremadamente desesperada.

En el banquete de compromiso, el móvil celular de Umberto no paraba de sonar. Al ver eso, Yolanda se quejó:

—Amor, hoy es muy importante para nosotros. No te molestes por las llamadas sin sentido, ¿vale?

—Amor, ¿no quieres comer algo? —sonría Yolanda, que quería sostener su brazo.

Inquieto y preocupado por la seguridad de Albina, Umberto le dijo:

—Voy al baño.

Mirando su espalda, Yolanda estaba muy enojada. «Llamará a la hija de puta».

Escondido en una habitación tranquila, Umberto encendió el móvil y vio el número por lo que le llamó Albina.

Frunció el ceño y la llamó. Queriendo culpar a su ex esposa, empezó a hablar:

—Oye, no me pongas loco.

—¡Hola! —respondió un hombre desconocido.

Se sorprendió mucho:

—¿Quién eres? ¿Dónde está Albina?

—Policía. Acabaron de informar que vio a una mujer saltando al río. Hemos rescatado su cadáver y encontramos este móvil en la hierba. El único contacto es usted. Queremos confirmar con usted la identidad de la muerta.

El móvil se deslizó de la mano de Umberto.

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