Albina salió abruptamente de sus emociones, saltó de la cama apresuradamente y se secó las lágrimas desesperadamente. No quería dejar que Miguel viera su colapso emocional.
Pero con todo lo que acabó de pasar, no le sería posible ocultarlo.
Sus mejillas y su nariz estaban sonrojadas, sus ojos estaban rojos, sus párpados estaban ligeramente hinchados y se veía muy lamentable.
Miguel se sintió triste repentinamente, dejó la bandeja en su mano, se acercó a ella rápidamente, tomó su cara entre sus grandes manos, y la miró con preocupación.
—¿Lloraste?
Albina dio un paso atrás abruptamente, se apartó de sus manos, y dijo obstinadamente:
—No lloré. ¡No me toques!
Miguel miró la palma vacía de su mano. El toque suave y cálido que había sentido parecía que nunca había aparecido, e hizo que su corazón se vaciara.
Bajó la cabeza, presionó los dedos contra la costura de sus pantalones y las frotó nerviosamente, sintiéndose un poco triste.
«A Albina no le agrado, me acaba de decir que no la toque.»
La última vez que la escuchó decir esto fue en el hospital, ella dijo estas palabras a Umberto porque él no creía las palabras de ella.
Y ahora, ella había dicho las mismas palabras a Miguel.
«¿Me odia?»
Miguel la miraba nerviosamente, sus labios se movieron un poco, como si quisiera preguntar algo, pero al final no dijo nada.
Se dio la vuelta, y sirvió la comida que trajo en la mesa del comedor en la habitación.
Mientras veía sus movimientos, ella se secó todas las lágrimas en su rostro. La mirada que tenía Miguel parecía la de un perro abandonado por su dueño, y se veía muy lamentable.
Pero no importaba cuán lamentable fuera, ella no podía olvidar el hecho de que fue secuestrada por él en la ceremonia de su compromiso.
¡Él la estaba encarcelando! ¡Él quería encerrarla!
—Albina, ven a comer. Llevas todo el día sin comer nada. Debes tener mucha hambre.
Él mantenía una sonrisa, y la miraba con ternura, sin ningún rastro de lamento.
Ella negó con la cabeza, su mirada era muy firme.
—Miguel, déjame ir. No quiero estar aquí. Quiero volver a casa.
Su voz era muy ronca porque había llorado.
Él mantenía la misma sonrisa.
—Puedes considerar este lugar como tu casa.
—¡No! —ella negó con su cabeza, su tono era muy serio— Esta no es mi casa, es solo un lugar donde me encarcelas. Miguel, lo que estás haciendo está muy mal y es ilegal. Si me dejas ir, te prometo que no adoptaré ninguna medida legal.
Miguel bajó su cabeza, se quedó en silencio durante un rato y de repente se echó a reír.
—Durante los tres años que estuviste ciega, Umberto te encerraba en casa, y no te dejaba ir a ningún lado a excepción del hospital. ¿Él no te encerró así? ¿Por qué te enamoraste de él?
Mientras hablaba, él levantó su cabeza, y la miró fijamente desde sus ojos rojos hasta sus tiernos labios, se veía muy obsesionado.
—Y ahora estamos en la misma situación. ¿Por qué quieres adoptar medidas legales?
Ella retrocedió dos pasos, y se apoyó contra el borde de la cama. La mirada de Miguel la asustó mucho, le transmitía mucha posesividad y paranoia.
—Es diferente —murmuró ella.
Había estado ciega, y esa situación le había causado muchos problemas en su vida cotidiana. Umberto no la dejaba salir sola por temor de que le pasara algo. La estaba protegiendo. Además, la situación entre ella y Umberto había sido muy diferente. En ese tiempo, ellos dos tenían un negocio y una relación matrimonial.
En cambio, Miguel sólo quería controlarla y encerrarla.
—¿Por qué es diferente? ¿Qué diferencia hay?
Él se acercaba a ella paso a paso, dejándola sin espacio para escapar.
Albina cerró sus ojos por temor, y apartó su cabeza. Este acto defensivo hizo que Miguel se despertara, retrocedió unos pasos en pánico, y respiró fuertemente.
Casi la lastimó hacía un momento.
—Lo siento.
Después de terminar de hablar, corrió al baño y cerró la puerta de golpe.
Tan pronto como entró en el baño, sacó apuradamente una pequeña botella de medicinas de su bolsillo, echó unas medicinas y las tragó sin agua.
Ella no lo respondió, agarró su brazo, lo llevó a la mesa de comedor y dijo:
—Tú también no has comido nada en todo el día, comamos juntos.
Su voz era muy amable y su actitud hacia él era la misma de siempre, sin la resistencia y defensa de antes.
Miguel la miró aturdidamente y no la contestó durante mucho tiempo.
Albina comió algo y, al ver que él todavía la miraba sin parpadear sus ojos, se rió.
—¿Por qué me miras? ¿No tienes hambre?
—No, no es así.
Mientras la contestaba, bajó la cabeza para comer y ocultar su expresión actual, pero se dio cuenta de que cuando subió, solo trajo un juego de cubiertos. Porque había pensado que ella lo odiaría y no querría comer en la misma mesa con él.
—Voy por los cubiertos, ahora vuelvo.
Miguel se dio la vuelta y se apresuró a bajar las escaleras, pero aun así no se olvidó de cerrar la puerta con llave cuando salió.
Albina vio la puerta cerrada y bajó los ojos ligeramente.
Ella sabía que Miguel estaba obsesionado con ella, pero no sabía desde cuándo se enamoró de ella. De todos modos, sólo ella debería ser capaz de resolver esta locura.
Ella tenía que encontrar una manera de deshacerse de su obsesión, y dado que todavía estaba enfermo, no podía tratar de alejarse de él todo el tiempo. De lo contrario, podría estimularlo otra vez.
Con las expresiones que había visto de Miguel, ella sabía que su estrategia funcionaría.
Más importante aún, ella sabía que Miguel no la lastimaría ni la obligaría. Incluso si estaba encerrada aquí, lo que él tenía planeado era usar el tiempo para influir en ella y hacer que lo aceptara.
Si él la trataba mal, ella podría odiarlo. Pero ahora ella realmente no podía odiarlo.
Después de todo, todo lo que hacía era solo porque la amaba.
Cuando estaba pensando en esto, él volvió con cubiertos, y además de los cubiertos, tenía un jarrón de plástico con flores blancas en su mano. Eran platycodones blancos.
Los platycodones blancos eran las flores favoritas de Albina porque significaban amor eterno.
Albina se quedó de piedra cuando los vio.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de mi mujer ciega
que pasa con el final de esta novela solo llega hasta 577 ?...