La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 467

Umberto no vio a Luis Seco con sus propios ojos. Aún no había nacido cuando Luis ya había abandonado la familia Seco. Pero mientras él estudiaba al lado de Alfredo, éste hablaba a menudo de este hombre.

En aquella época, Umberto era joven y curioso, por lo que tenía un montón de fotos y vídeos recopilados de Luis y lo observó durante mucho tiempo.

El momento en que el hombre dicho por Albina apareció en el vídeo de vigilancia, se superpuso con la imagen de Luis Seco en su mente.

Aparte de la indiferencia entre sus cejas y ojos, todo lo demás es idéntico, incluso su postura al caminar y algunos pequeños hábitos.

Umberto se acarició la barbilla, con los ojos profundos.

Si este hombre apareciera delante de Alfredo, se temía que no haría falta una prueba de paternidad. Bastaría con echar un vistazo para saber que ese hombre era el hijo de Luis.

En cuanto al aura de indiferencia, que era diferente a la de Luis, a Umberto no le resultaba sorprendente. Luis había crecido en la familia Seco y estaba bien protegido, en cambio, este hombre debió haber sufrido mucho y era obvio que no podría haber desarrollado la personalidad amable de Luis.

Este hombre parecía frío e inaccesible, pero no era del tipo malicioso.

Umberto hizo transmitir inmediatamente las imágenes de vigilancia a Alfredo.

Justo cuando esto se hizo, Albina salió del baño.

Cuando ella hablaba antes con Umberto, no se fijó en la vestimenta del hombre porque estaba pensando en cosas.

Sólo entonces se dio cuenta de que Umberto sólo tenía una toalla alrededor, su pelo estaba seco y las gotas de agua habían desaparecido de su cuerpo.

Pero la piel brillaba maravillosamente a la luz del sol, y el cuerpo rebosaba de potencia.

Los dedos de Albina se detuvieron mientras se limpiaba el pelo, y una sonrisa juguetona apareció en las comisuras de su boca mientras miraba el rostro serio de Umberto, quien se concentraba en teclear.

Se acercó a él en silencio, con cuidado de no hacer ruido, y se dirigió por detrás de Umberto, y intentó abofetear a su trasero.

De repente, una mano fuerte la agarró por la muñeca.

Albina levantó la vista para encontrarse con los ojos sonrientes de Umberto.

—Albina, ¿qué quieres?

Albina se sonrojó y tosió suavemente.

—No, nada.

Umberto jugaba con la mano de ella, con una sonrisa en el rostro tan bella como la luna.

Su voz era ronca y su tono lento.

—Albina, ahora estamos legalmente casados, así que puedes hacer cualquier cosa que quieras. Estoy a favor de ello, no hace falta que lo hagas a escondidas.

Habló en un tono super sexy, lo que hizo que las mejillas de Albina se sonrojaran.

«¡Es como si tuviera prisa!»

Pero ahora que lo había dicho, Albina no dudó en mirarlo de arriba a abajo, midiéndolo con ojos ardientes.

Desde su garganta, hasta sus abdominales.

La mirada era persistente y seductora, y Umberto tragó saliva ante el espectáculo. Aún incapaz de apagar la sequedad de su garganta, el nudo de su garganta se agitaba frenéticamente.

Albina no se dio cuenta de la emoción bajo los ojos del hombre y le tocó la cintura con admiración, pasando una mano por sus llamativos abdominales.

¡Su textura era increíble!

La visión de un hombre tan soberbio, con sólo una toalla de baño para cubrir sus partes clave, haría que incluso los ojos de la mujer más reservada se agitaran y chillaran con locura.

Aunque Albina lo había visto muchas veces e incluso... lo había utilizado bastantes veces, no está exenta de ello.

—¿Qué te parece? Tu marido tiene un buen cuerpo —Umberto se inclinó más hacia ella, con la voz ronca.

Las mejillas de Albina se pusieron sonrojas al oír su voz cachonda, pero dijo:

—No está tan mal.

Umberto se rio suavemente al oído.

El tónico que el médico había explicado se había cocido desde la comida de la mañana y tenía un sabor un poco extraño debido a la adición de algunas hierbas, pero Albina se tapó la nariz y lo bebió de todos modos.

Umberto la miró con el ceño fruncido y en silencio le metió algo en la boca.

Una vez en la boca, el sabor agridulce borró instantáneamente el sabor extraño de la boca.

Los ojos de Albina se iluminaron con los albaricoques secos, la carne era rolliza, agridulce y muy sabrosa.

Tragó saliva y luego miró a Umberto con expresión expectante.

Divertido e impotente, Umberto sacó una cajita y se la entregó.

—La mandé a hacer especialmente para ti antes. Esta es para la semana, no puedes tomar más de una ni terminarla de golpe, si no la próxima vez que tomes el tónico, tendrás que aguantar el sabor extraño, ¿vale?

Albina miró la pequeña porción de albaricoques secos que había en la caja y sus pensamientos de tener una buena comida se vieron truncados por las palabras de Umberto.

—Qué tacaño —murmuró.

La sonrisa en los ojos de Umberto se intensificó al ver que se comportaba como una niña, y tras darle de comer a mano un poco más de comida, la condujo a dar un paseo.

El médico dijo que Albina necesitaba hacer ejercicio además de reponer su qi y su sangre, así que Umberto no tenía prisa por ir a la consulta y acompañaba a Albina a dar una vuelta cada mañana y cada tarde.

Daniel, Olivia y Sergio habían presenciado la escena y ya estaban acostumbrados a ella.

Olivia suspiró para sus adentros.

Cada vez que pensaba que su hijo estaba mimando a Albina al máximo, siempre le refrescaba la perspectiva.

En el pasado, nunca habría creído que Umberto fuera tan amable con alguien.

¡Esto era como tratar a Albina como una hija!

Daniel palmeó el dorso de la mano de Olivia y se rio.

—Parece que tampoco tenemos que preocuparnos por eso, Umberto va a ser un gran padre en el futuro.

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