La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 529

La interacción entre ambos era natural e íntima, sin una pizca de rareza.

Albina sonrió felizmente después de ser besada, como un ratón que había robado el queso.

Macos tenía envidia de Umberto, que parecía tan indiferente, pero sabía bien hacer a su mujer feliz.

También quería besar a Ariana, como había hecho ayer en el aparcamiento del hospital.

Ariana vio a Macos dirigirla una mirada como la de un lobo y le empujó la mejilla.

—Sigue comiendo, no pienses en estas tonterías. Acompáñame luego al colegio, iré a dimitir.

Macos vio su comportamiento tímido y su cara rosada que añadía un poco más de suavidad a su bello rostro, le dio un aleteo en el corazón.

Cuando terminó de comer, Ariana habló con Albina un rato y luego se fue con él.

Los dos fueron directamente a la escuela y Ariana fue al grano y presentó su dimisión.

No tenía plantilla, así que no tenía que solicitarlo con treinta días de antelación.

Tras decir su marcha, el director siguió hablando de la lástima y de su talento, pero sus actos no fueron en absoluto ambiguos, ayudándola a pasar los trámites.

Parecía que ese incidente de ayer tuvo un mal impacto en la escuela y su presencia fue un quebradero de cabeza para la escuela.

La madre de Ariana seguía siendo buena en crear problemas, y si de verdad a Ariana le importara el puesto de trabajo, se habría colapsado por dentro.

Su madre siempre se le había dado bien meterla en líos y nunca se había preocupado por ella, sin importarle la carrera futura de Ariana con tal de que pudiera alcanzar sus metas.

Ariana se rio con sarcasmo al salir del despacho del director.

Macos la había estado esperando fuera, y cuando la vio salir, se le acercó con el ceño fruncido.

—¿Qué pasa? ¿Te lo hizo pasar mal?

Macos iba a meter al personal en problemas.

Ariana tiró de él, le rodeó la cintura con los brazos, y apoyó la frente en su pecho.

—No, ya dejé mi trabajo y nadie me va a meter en problemas. Solo recordé algo —su voz mostró inquietud—. Macos, no me tratarás mal en el futuro, ¿no?

Ariana había decidido que esta era la última vez que se enamoraba, y si no acababa bien, estaría soltera el resto de su vida y no volvería confiar en el amor.

Con amigos como Albina, eso era suficiente.

Al notar su inquietud, Macos le rodeó la cintura con una mano, mientras que la otra acarició tiernamente su pelo largo y suave, como si estuviera alisando el pelaje de su propio gato.

—Te trataré bien el resto de mi vida. Si tienes miedo, puedo escribirte un certificado y conseguir un abogado que lo certifique ante el notario. Si te trato mal, la empresa que he creado por mi cuenta y todas mis posesiones serán tuyas. Entonces podrás usar mi dinero para mantener a muchos animales y vivir tu vida ideal, ¡no perderás nada!

Al principio las palabras eran serias, pero luego, disparates.

Ariana le golpeó en el pecho, molesta.

—Tonterías.

Pero después de esta broma, inexplicablemente estaba de mejor humor.

Ella levantó su barbilla y mostró una expresión arrogante.

—Ahora no, ya que solo somos novios. Cuando nos casemos, te haré escribir una promesa de que, si te atreves a engañarme, te echaré de casa y sacaré a la luz toda tu historia mala, para que te avergüences el resto de tu vida.

—Tan cruel.

Macos sonrió mientras la cogió por los hombros y la llevó hacia afuera.

—Las mujeres dan mucho miedo. Una mujer tan horrible es suficiente, no puedo permitirme dos.

La sonrisa de la chica se desvaneció al instante y toda su persona emanaba indiferencia.

—Solo quiero recordarte que te lleves lo que has tirado, ya que no has realizado la clasificación de basura.

Santiago no esperaba que la chica le dijera esas palabras y se quedó boquiabierto.

«¿La clasificación de basura?»

Miró el regalo que había metido desordenadamente por la boca de la papelera y guardó silencio un momento.

Estaba tan molesto que se había olvidado de la clasificación de basura, pero le avergonzaba la mirada indiferente que le dirigía la chica.

Retomó el presente con enojo.

—¿Ya estás satisfecha?

La chica le dirigió una mirada fría.

—No se trata de si estoy satisfecha o no, sino de lo que debes hacer. Espero que prestes atención la próxima vez, o te multarán.

A Santiago no le faltaba dinero y cuando estaba a punto de decirlo, la chica volvió a interrumpirle:

—Sé que no te falta dinero, pero deberías saber avergonzarte.

Santiago ya no tuvo nada que decir y realmente no podía aceptar ser burlado.

La chica terminó, le echó un vistazo y se dio la vuelta en dirección a la escuela.

Santiago tomó el regalo y miró la espalda de la chica, apretando los dientes.

Esta chica era joven, pero con un gran temperamento. ¡Los jóvenes no eran fáciles de provocar hoy en día!

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