Albina siguió la mirada de Olivia y se fijó en las tres gemas, que eran algo mejores que las demás en cuanto a tamaño, color y calidad.
Apoyó el brazo en la mesa y frunció el ceño mientras miraba las tres gemas con expresión complicada.
—Siempre tengo la sensación de haber visto estas tres gemas antes en alguna parte.
Era como si alguien la hubiera tomado en persona y se la hubiera mostrado con todo detalle.
Pero no recordaba cómo.
Olivia le frotó el pelo y le dijo cariñosamente:
—Si no te acuerdas, no pienses en ello. Todas las gemas se parecen, quizá hayas visto otras parecidas.
Albina asintió.
—Mamá tiene razón. Olvídalo, dibujaré mi diseño.
Cuando llegó la hora de salir del trabajo, Umberto llegó para llevarla a casa.
Era la primera vez que venía al estudio ya renovado y ni la recepcionista ni el resto del personal le habían visto antes. Pensaban que era un invitado.
El rostro de Umberto era frío cuando le dijo al personal:
—Soy el marido de vuestra jefa.
—Así que es la jefa...
El empleado soltó las palabras, luego sintió que algo iba mal y se tapó la boca a toda prisa.
Albina salió por casualidad, oyó esto y miró el rostro algo sombrío de Umberto y frunció los labios.
Se apresuró a coger a Umberto del brazo y les dijo:
—Yo me voy del trabajo, vosotros recoged y marchaos pronto a casa también.
—Vale, jefa, cuídate.
Al oír la palabra «jefa», Albina pensó en la frase que había escuchado y no pudo evitar una sonrisa en la comisura de los ojos.
Umberto la miró con impotencia y le alisó el pelo antes de cogerla por la cintura y ayudarla a salir.
Desde la distancia, pudo oír su voz ligeramente grave pero suave:
—¿Estás cansada del trabajo? ¿El bebé hizo algún escándalo?
Varios empleados se acercaron a la puerta y observaron a los dos entrar en el ascensor hasta que empezaron a cuchichear excitados.
—Así que este es el marido de la jefa, el señor Umberto Santángel del Grupo Santángel. Realmente hace honor a su nombre, es muy guapo.
Una de las empleadas le ahuecó las mejillas y dijo:
—Qué buena pinta tienen los dos, empiezo a imaginarme cómo serán sus hijos.
—Estoy tan celosa. Hey, ¿has oído lo que dijo hace un momento? El señor Santángel habló tan suavemente a nuestra jefa, y esa mirada en sus ojos, simplemente es mucho amor.
Albina no era consciente de que su propio personal hablaba de ellos a sus espaldas, y mientras ella y Umberto se dirigían escaleras abajo, hizo un breve relato de los acontecimientos del día.
—¿Conoces a Héctor? Tenía una impresión bastante buena de él, pero no creía que fuera a engañar a la gente con algo tan grande.
Dijo que su hermana estaba desaparecida, pero estaba claro que se estaba haciendo un nombre en la industria del entretenimiento, y si no fuera por Olivia, todavía podría estar sintiendo lástima por él.
Los ojos de Umberto parpadearon en su lugar, mirando los bonitos ojos en flor de melocotón de Albina, sacando su teléfono para encontrar una foto de Héctor y mirándola para sí mismo, con un plan en mente.
Pero no lo dijo. No era bueno hacerlo público ahora que el asunto seguía siendo incierto.
—Conozco a este hombre, parece tranquilo y de naturaleza firme. No parece alguien que mentiría, así que tal vez esté ocultando algo.
En su mente, Mateo siempre había sido un pequeño ser patético.
Aún recordaba a Mateo como el hombre del ascensor, pálido de miedo y hecho un ovillo, y como el hombre vestido con harapos, agazapado frente al Starbucks sosteniendo un vaso de papel.
Simplemente no coincidía con el hombre del que hablaba Umberto.
—Por mucho que odie admitirlo, Mateo realmente no debe ser subestimado.
Esta era la sincera opinión de Umberto. Afortunadamente, el Grupo Seco y el Grupo Santángel no tenían ningún encuentro importante, y temían que sería difícil tratar con ellos si estuvieran realmente en ascuas.
Albina asintió pensativa y de pronto recordó otra cosa.
—Por cierto, ¿y Jaime? ¿Sigue en paz en la cárcel? Me temo que tendrá que sufrir en prisión, dada su naturaleza de joven amo.
Jaime era bastante insoportable y le gustaba dar espectáculo, pero era el tipo de persona que más palizas recibía en la cárcel.
Umberto frunció el ceño al coincidir con un semáforo y frenó en seco, girando la cabeza para mirar a Albina.
—Albina, ¿te acuerdas de eso que te conté de Yolanda la última vez?
Albina se quedó inmóvil un momento y asintió con la cabeza.
—Sí.
Él había dicho que se había producido un accidente en la prisión y que Yolanda había salvado la vida de varios reclusos a pesar del peligro que corría ella misma, por lo que se le había conmutado la pena y sería puesta en libertad en los próximos días.
—¿Qué ocurre? ¿Qué tiene que ver este asunto con Jaime?
De repente, Albina se sintió un poco nerviosa por dentro y tuvo un mal presentimiento.
Umberto dudó y decidió contarle:
—A Jaime le pasó lo mismo, y esta vez fue más grave. Un preso tenía explosivos y Jaime lo descubrió, y a pesar del peligro, lo cogió solo y lo lanzó a una zona abierta, salvando la vida de muchos guardias y presos. Por su gran mérito, me temo que la prisión no podrá retenerlo mucho tiempo.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de mi mujer ciega
que pasa con el final de esta novela solo llega hasta 577 ?...