La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 548

—¡No seas mojigato! —Albina gruñó e instruyó a su propio «criado»— Ni se te ocurra aflojar, sigue. Si te pillo aflojando, te descontaré el sueldo.

Umberto tenía una sonrisa en los ojos y estaba feliz de seguirle el juego. Su voz era ligeramente apagada mientras sus dedos apretaban sus pies blancos y tiernos.

—¿Cómo es la fuerza de esto, señora?

—Um, sí —Albina entornó los ojos con insaciable satisfacción, tan mona como un gato tomando el sol.

Los dedos de Umberto subieron y le tocaron el muslo.

—Señora, es desconsiderado por parte de su marido quedarse fuera hasta tan tarde. No es como yo, que sólo piensa en la señora.

Su voz ronca y la forma aparentemente seductora con la que levantó la mirada hizo que Albina tragara saliva.

«Si estás dispuesto a jugar, entonces seguiré.»

Albina le levantó la barbilla y le miró con ojos encantadores.

—Sí, mi marido no se compadece de mí. Nunca pensé que tú, un criado, normalmente modesto y huraño, tuviera las agallas de decirme tales cosas.

—En ese caso, deja que te ame esta noche, quítate la ropa y déjame comprobar primero tu figura.

Umberto estaba a punto de hablar cuando, de repente, la puerta de la habitación se abrió violentamente de un empujón.

Olivia se apresuró a decir con expresión de pánico:

—Albina, piénsatelo dos veces, puede que Umberto sea incómodo y esté muy ocupado con el trabajo, pero es muy bueno para ti. Si no ha vuelto hoy, es probablemente porque trabaja hasta tarde. No es que no le gustes y definitivamente no tiene una aventura. Albina, no puedes hacer ni un paso en falso. Vas a dar la luz del bebé de Umberto. Ese maldito...

Dobló una esquina y vio a Umberto sentado frente a Albina.

Se hizo el silencio cuando las miradas se cruzaron, y la escena fue instantáneamente incómoda.

La cara de Albina se puso roja y no esperaba que Olivia la oyera y la malinterpretara cuando hizo un juego de roles con Umberto por capricho.

—Mamá, ¿por qué has entrado sin llamar y nos has espiado?

Umberto tenía las orejas enrojecidas, a pesar de sus esfuerzos por mantener la calma y poner su rostro tenso y serio.

Olivia sonrió sarcásticamente.

—Chicos, la puerta de vuestra habitación se quedó abierta. Yo pasaba por allí y accidentalmente escuché. Fue mamá la que entendió mal.

Se apresuró a salir y, al llegar a la puerta, murmuró:

—Los jóvenes son tan cariñosos. Ya estoy vieja y...

Albina se cubrió la cara, el rubor le manchó el cuello, y su pálida piel se tornó rosada, visible hasta la vergüenza.

Olivia cerró la puerta con firmeza.

Umberto se sentía realmente incómodo, pero al ver la exagerada reacción de Albina, agachó de pronto la cabeza y soltó una risa ahogada.

—¿De qué te avergüenzas? Estamos siendo cariñosos. Una relación de pareja tiene que mantenerse fresca.

Albina vio su mirada desvergonzada y le dio una patada en el pecho, agitada.

Su endeble fuerza no podía herir a Umberto, era lo mismo que hacerle cosquillas en el pecho.

Umberto le agarró el pie y le dio un beso.

La boca de Albina adquirió forma de o y todo su cuerpo se quedó atónito, reaccionando con pánico y forcejeando avergonzada.

—¿Qué estás haciendo? Umberto, está sucio.

—No está sucio, mi Albina está limpia y pura y huele bien en todas partes. ¿Cómo va a estar sucio? —dijo Umberto, secándole los pies y metiéndolos bajo las sábanas— Vete a dormir, yo echaré el agua y volveré contigo más tarde.

Albina se sonrojó y se cubrió la mitad inferior de la cara con la colcha, sus ojos siguieron la figura de Umberto hasta que éste se acercó a la cama, entonces se movió hacia un lado por voluntad propia, levantó la pequeña colcha y dio unas palmaditas en la cama de al lado.

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