Adrián no dijo directamente que Diana era una hija adoptiva, y lo dejó impreciso.
—Antes ni siquiera sabía que tenía una hermana de verdad, mi hermano mayor me dijo que se había perdido y que la familia la había estado buscando, y hablamos de eso y miramos las fotos.
Ocultó algunas de las cosas que su hermano mayor había dicho sobre Diana, por miedo a avivar el conflicto entre los dos. Su relación ya era media y sería malo que se volviera más gélida.
El corazón de Diana palpitó y se enfrió cuando oyó a Héctor hablar de su propia hermana.
«Héctor se lo dijo a Adrián. Con razón Adrián se sentía inseguro y no quería decírmelo.»
El rostro de Diana era muy duro y su corazón estaba lleno de frialdad. Hacía años que nadie mencionaba la palabra «hija adoptiva» delante de ella, excepto Bianca que recita unas palabras sobre su propia hija, y ni siquiera recordaba que la familia Espina tenía una hija perdida.
Pensó que había sustituido por completo a la chica después de todos estos años, sin darse cuenta de que sólo eran ilusiones suyas.
Héctor siempre había pensado en su hermana, Antonio y Bianca nunca habían dejado de buscarla, e incluso Adrián, que nunca había visto a la niña, se llenó de amor al ver la foto.
Resultaba que la familia siempre se preocupaba por su hija perdida, y ella era la única payaso.
A Diana se le retorció un poco el corazón, presa del pánico ante la idea de que tal vez algún día aquella niña regresara y le arrebatara su identidad y todo lo que ahora tenía.
Adrián estaba señalando alegremente la foto y mostrando a Diana cómo eran sus ojos, cuando levantó la vista, vio su cara blanca y se quedó helado.
—Hermana... —dijo con cautela.
La voz sacó a Diana de su imaginación de golpe, un sudor frío le había recorrido la espalda y su sonrisa era un poco forzada mientras tardaba en encontrar la voz.
—Adrián, perdona, yo...
Adrián pensó que estaba enfadada por lo de la hija adoptiva y se apresuró a guardar el teléfono, la cogió del brazo y acarició su suave cara, mirándola con ansiedad.
—No te preocupes, hermana. En mi corazón, siempre serás mi hermana. Aunque ella vuelva a casa, eso no cambiará.
Adrián sí miraba las fotos de Albina con una afinidad natural, pero al fin y al cabo, no habían pasado tiempo juntos.
Él decía la verdad, pero Diana no se lo creía en absoluto.
Incluso pensó, con cierta maldad, que cuando volviera la verdadera señorita, tal vez Adrián, como Héctor, sólo tendría ojos para la niña y no para ella.
Pero Diana tampoco dijo lo que pensaba de inmediato, su sonrisa se endureció y puso cara triste mientras pellizcaba las mejillas de Adrián.
—Entonces Adrián, debes recordar lo que acabas de decir. Creo en ti.
Adrián estaba a punto de sonreír cuando la vio suspirar.
—Pero no sabemos cómo es tu propia hermana ahora, o cómo es su personalidad. Tengo miedo de que vuelva y vea que no soy capaz...
Diana dijo bajando la cabeza y soltando una amarga carcajada.
—De todas formas, ahora estoy trabajando, así que si de verdad no me soporta, me iré de la familia Espina.
Adrián se afligió al instante al verla así, y el hombrecillo, que también tenía por naturaleza un carácter protector hacia las niñas, se apresuró a decir:
—No te preocupes, mi hermana no haría eso.
—¡¿Pero qué pasa si eso ocurre?! —preguntó Diana retóricamente.
Adrián se quedó inmóvil un momento, apretó los dientes y cerró su pequeño puño.
—Si de verdad quiere echarte, nunca lo consentiré. ¡Yo te protegeré!
El color principal del vestido era plateado y las joyas eran de color verde esmeralda, las cuales estaban fijadas a modo de cola de pavo real que serpenteaba hasta la cintura. Tenía incrustaciones de plumas blancas, que también estaban adornadas con joyas. Era tan elegante que incluso parecía celestial.
—Si yo tuviera un vestido así tendría que colgarlo en la cámara acorazada, es impresionante.
Los ojos de Olivia estaban llenos de asombro mientras miraba sin pestañear el vestido.
Albina vio lo obsesionada que estaba y sabía lo atractivo que era este vestido para las mujeres.
Con un deje de orgullo, señaló el vestido y dijo:
—Este vestido es único en su especie, único en el mundo.
La confianza se sumó al deslumbramiento de su ya bello rostro.
Los ojos de Olivia se ablandaron mientras miraba orgullosa a su nuera.
—Sí, Albina es maravillosa.
Una cosa era estar orgulloso de uno mismo y otra que los demás te alaben. Albina se avergonzó un poco y sus mejillas se sonrojaron.
—También es porque los cinco maestros son buenos en su oficio y han presentado todos mis diseños a la perfección. Es el resultado del esfuerzo conjunto de todos. Además, mamá también me dio muchos consejos.
Los ojos de Olivia se volvieron aún más suaves, y las comisuras de sus labios se curvaron inconscientemente.
—Envíaselo rápido al joven de la familia Espina para que vea si está contento con él —Olivia prácticamente apremió a Albina, impaciente por ver la reacción de Héctor.
—Bien —Albina asintió, hizo fotos del vestido y se las envió a Héctor.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de mi mujer ciega
que pasa con el final de esta novela solo llega hasta 577 ?...