La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 59

Al ver las miradas de todos sobre ella, la mujer se tiró incómodamente de la falda de su cuerpo y miró a Albina:

—¿Por qué me miran todos? ¿No me queda bien?

Cuando estaba a punto de esconderse de nuevo en el probador, Albina la tiraron de la muñeca.

—Estás bonita —Albina sonrió suavemente.

La llevó delante del espejo.

Ella miró con incredulidad a la persona en el espejo.

De hecho, cuando vio por primera vez este vestido, lo encontró muy ordinario y le preocupaba más que si no podía ponérselo, decepcionara a la chica y hiciera más arrogantes a las dependientas.

Pero, sorprendentemente, le quedó bastante ajustado.

Como no había espejo en aquel probador, temía mucho que el ajuste ceñido resaltara toda la figura, lo que sería aún más embarazosa.

Las mujeres de mediana edad como ellas, que están un poco gordas y tienen barriga, ni siquiera se plantearían este tipo de ajuste, ya que sería un desastre para ellas que la ropa no cubriera sus carnes.

¡Qué increíble!

Ahora se veía muy hermosa y elegante. Sintió sorpresa y alegría:

—Me gusta mucho este vestido.

Albina la ayudó suavemente a enderezar el vestido, y su voz era increíblemente suave:

—Este vestido parece ordinario, pero de hecho hay un tratamiento especial en la cintura, diseñado para las damas regordetas. Tienes una buen figura y deberías mostrarla con orgullosa.

Cuando Albina terminó, cogió un collar de perlas de sección de accesorios y la ayudó a a ponérselo.

Con esta decoración, el vestido negro parecía aún más atractivo.

—Qué bien, miles gracias, estoy muy satisfecha —dijo con alegría.

Albina sonrió con ojos brillantes,

—Está bien que te guste. Puedes combinar con un par de tacones.

La mujer le cogió la mano por sorpresa:

—Deberías ser una excelente diseñadora.

Ante estas palabras, Albina no le respondió.

La mujer pagó la ropa, y luego tiró de Albina a un lado, preguntando en un susurro:

—Muchacha, puedes contarme tus dificultades.

Mirando el rostro cariñoso de la mujer, le contó sobre ser prohibida por la familia Carballal y la familia Seco.

—¡Qué despreciable! ¿Qué sentido tiene intimidar a una chica? —dijo mientras sacaba una tarjeta de visita de bolso— Esta es la empresa de mi hijo, y ven aquí, te contratan.

Tras decir esto, guiñó un ojo a Albina y se marchó, sin revelar su nombre ni su identidad.

Albina observó a la mujer alejarse con una expresión inexpresiva.

Fue entonces que reaccionó cuando una gran mano le tocó el hombro.

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