Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 37

Caigo por un abismo en el que me hundo y me hundo, oscuro y frío, sintiéndome tan desprotegida y sola, tan abandonada, que ya todo da lo mismo..., si te estrellas en el fondo o si no paras de caer, si sale el sol por la mañana o la noche se hace eterna, y de pronto despierto empapada en sudor. Mi mirada vuela al otro lado de la cama, está vacía ¿Cómo pude tomar esta decisión de una forma tan fácil?

Nada calma el desasosiego que siento. Necesito a Ian a mi lado como necesito el corazón para vivir. Desde que me marché es como si mirara todo con un filtro distinto, un filtro triste.

Sigo una rutina como si de un mantra se tratara. Voy a trabajar, vuelvo a casa, voy a trabajar y vuelvo a casa.

-¡Hombre! - grita Helena delante del portal cuando me ve - pero si sigues viva.

-¿Qué haces aquí?

-Llevo días llamándote, estaba preocupada - arruga la frente - ¿Qué te pasa?

¿Tan transparente soy? Diez segundos delante de ella y ya se ha dado cuenta de que algo no anda bien.

-Nada. Ian y yo lo hemos dejado.

-Ven, vamos dentro y me cuentas.

No creo que lo mejor sea hablar del tema. Solo decir su nombre en voz alta es un hechizo que llama a las lágrimas, y estas obedientes, aparecen como un torbellino.

-¿Qué ha ocurrido?

-Lo hemos dejado, pero no quiero hablar de eso -limpio las lágrimas de mis mejillas.

-Está bien, no te preocupes.

Helena suele ser una mujer analítica. Un problema, una solución, ese es su lema. Para una ruptura amorosa poco se puede hacer, tan solo pasar el luto y tener la esperanza de que este dolor desaparecerá algún día.

Propone ver una película y a no ser que sea alguna de asesinatos en la que salga cero amor, cosa poco probable por que siempre hay algún chico super guapo que salva a la protagonista, o de guerra, me niego a verla. Mi corazón no está preparado todavía para ver finales felices de otras parejas.

-Pues si no quieres hacer nada, vámonos de compras.

-No me apetece mucho - digo poniendo mala cara.

-Deja de comportarte como una cría. Lo habéis dejado ¿ y qué? hay miles de hombres solteros ahí fuera - señala la puerta de la calle - no es el fin del mundo Emma.

Supongo que tiene razón. Negándome a hacer cualquier cosa solo voy a alargar este calvario. Pasamos la tarde entrando y saliendo de tiendas y aunque intento colocarme una máscara con una sonrisa de todo va bien, en el fondo lo único que quiero es volver a casa, ponerme el pijama y meterme en la cama.

- Gracias por la tarde que hemos pasado.

- No seas tonta. Las dos sabemos que no has desconectado ni un momento.

- Lo siento, de verdad que lo intento.

- Lo se - me da un gran abrazo y sale por la puerta - mañana te llamo.

En la cama, intento esforzarme por dormir, por notar algún tipo de mejoría, cualquier cosa que signifique que estoy superando lo de Ian, pero como las cuatro noches anteriores, la paso en vela.

Por la mañana, antes de salir, observo las llaves del BMW en la mesita de la entrada. Me lo regaló unos días antes de que lo dejáramos, en el fondo no creo que me pertenezca y por eso sigo usando el autobús para ir a trabajar. No se que voy a hacer con el tema del coche. Podría ir a su despacho y dárselas yo misma, y en realidad sería la excusa perfecta para volver a verlo.

Al llegar al trabajo estoy totalmente convencida, cuando salga al mediodía se las voy a llevar. Me siento como un drogadicto que necesita su dosis de metadona y saber que dentro de unas horas voy a verle, me insufla ese optimismo que hacia días no sentía. También se que cuando pase el momento, el bajón será peor, mucho peor, pero no me importa.

-Buenos días, Peter - saludo al entrar en el despacho que compartimos.

- Buenos días. Willian ha venido hacer unos minutos, decía que quería hablar contigo.

-¿Qué quería? - pregunto preocupada.

-No lo se, no me ha dicho para qué quería verte.

Coloco los nudillos sobre la puerta, antes de golpearla leo la placa metálica que hay pegada en ella.

William Garret

Director Ejecutivo

No espero que de permiso para que entre, abro la puerta y camino directa hasta la mesa.

-Me ha dicho Peter que querías verme.

-Es cierto. Necesito que me ayudes. Me urge hablar con Ian.

Otra vez con el mismo tema. Si es un cobarde que no ha contactado con él en todos estos años no es mi problema. Si antes ya tenía claro que no iba a intervenir de ningún modo, ahora que no estamos juntos menos.

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