LATIDO POR TI OTRA VEZ romance Capítulo 142

El Sr. Hill y los demás se quedaron atónitos.

—Srta. Violeta, quiere decir...

Serafín también miró a Violeta.

Violeta sonrió:

—Me empujaron al mar, lo que provocó que mucha gente me rescatara. Creo que deberías disculparte con ellos, así como con el Sr. Serafín y Gonzalo.

—Naturalmente nos disculparemos con el Sr. Serafín y el Dr. Gonzalo. Pero, ¿por qué tenemos que disculparnos con los demás? —la señorita Hill se mostró insatisfecha.

Violeta miró a la señorita Hill:

—¿Por qué? Porque no necesitaban saltar al mar. Sólo les has añadido trabajo.

—Tú....

—¡Basta!

La señorita Hill quiso decir algo, pero el señor Hill la agarró y le lanzó una mirada de advertencia.

Los ojos de la señorita Hill estaban rojos, pero al final se calló.

Al ver que ella no causaba más problemas, el Sr. Hill respiró aliviado. Tras echar un vistazo a Serafín, sonrió avergonzado a Violeta:

—Señorita Violeta, les pediremos disculpas.

—Bueno —Violeta le devolvió la sonrisa.

Ya que estaban dispuestos a disculparse, naturalmente ella no discutiría más con ellos.

—Bueno, no le molestaremos para que descanse.

Después de hablar, el Sr. Hill se fue con un grupo de personas.

La sala volvió a quedar en silencio.

Violeta miró al hombre en la cama del hospital:

—Sr. Serafín, gracias por estar aquí. Si usted no estuviera aquí, no habrían prometido disculparse con el personal.

Ella sabía muy bien que todo esto era gracias a él.

—No importa. Vamos a comer —Serafín abrió la caja de comida, sacó los alimentos que contenía personalmente y los puso en la pequeña mesa de la cama de hospital.

Violeta miró la suntuosa comida que tenía delante. Justo cuando sostenía los palillos y estaba a punto de empezar, de repente pensó en algo. Entonces le miró y le preguntó:

—Sr. Serafín, ¿ha comido?

—No —Serafín pronunció la palabra débilmente.

Había estado cuidando de ella aquí, así que no había tiempo para comer.

Violeta le dijo:

—Comamos juntos.

—No... —Serafín estaba a punto de decir que no cuando un par de palillos fue empujado en su mano.

—Sr. Serafín, ¿qué ha dicho? —Violeta parpadeó, fingiendo que no sabía lo que iba a decir.

Serafín la miró, y luego a los palillos en su mano. Se tragó las palabras:

—Nada.

—Bueno, vamos a comer —Violeta sonrió y dividió la comida que tenía delante en dos y le dio una.

Serafín miró el arroz, obviamente más abundante en su cuenco que en el de ella, y un rastro de calidez surgió en su corazón. Su rostro se suavizó mucho.

Después de comer, Felix, que había estado de pie frente a la puerta en silencio, entró para ayudar a limpiar los platos.

En ese momento, una enfermera llamó a la puerta, sosteniendo una carpeta de registros médicos:

—Señorita Violeta, su amigo, el señor Gonzalo, ya está despierto.

—¿Gonzalo está despierto? —los ojos de Violeta se iluminaron.

—Sí, está en la sala de al lado —la enfermera dijo con una sonrisa, luego se dio la vuelta y se fue.

Violeta se estaba levantando de la cama.

Al ver las acciones de ella, Serafín entrecerró los ojos:

—¿Vas a verlo?

—Sí, se hizo así para salvarme. ¿Cómo no voy a ir? —Violeta respondió mientras se agachaba para ponerse los zapatos, así que no vio la cara de descontento de Serafín.

Después de ponerse los zapatos, Violeta se levantó y se dirigió a la siguiente sala.

Nada más entrar en la sala, vio a Gonzalo bajando de la cama del hospital.

Llevaba un traje médico y estaba descalzo en el suelo. Parecía un ciego, entrecerrando los ojos y tanteando hacia.

Había una silla justo delante de él. Al ver que avanzaba y que estaba a punto de tropezar con el suelo por el pie de la silla, Violeta se apresuró a apoyarle:

—Gonzalo, ten cuidado.

—¿Violeta? —las manos de Gonzalo tanteando el aire se detuvieron de repente y gritó sorprendido.

Violeta sonrió y asintió:

—Soy yo. ¿Dónde están tus gafas?

Gonzalo sonrió con amargura:

—Se cayó al mar.

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