Hector lo miró, con fastidio y tristeza en su rostro:
—¿Cómo se supone que voy a ir allí? ¿No ves que Vanessa no me quiere a su lado? Llevo mucho tiempo aquí y no me ha llevado a conocer a Camilo.
Serafín frunció el ceño:
—¿Y qué piensas hacer?
Hector tomó un sorbo de su vino:
—Serafín, sinceramente, no sé cuánto tiempo más podré aguantar.
—¿Qué quieres decir? —Serafín le miró.
Hector sonrió con amargura:
—En realidad, siempre supe que Vanessa no me quiere, originalmente pensé que después de que saliéramos, poco a poco la tocaría, pero después de tanto tiempo, no ha funcionado para nada. Ella me ve y come conmigo todos los días, pero en realidad, siempre soy yo quien la invita a salir y ella sigue siendo fría conmigo.
Serafín guardó silencio.
Sólo entonces se dio cuenta de que así se llevaban Hector y Vanessa.
No les gustaban nada los amantes.
—Entonces, ¿estás listo para romper con Vanessa? —Preguntó Serafín, agitando su vaso.
Hector empujó sus gafas:
—Sí, ya que ella no tiene ningún interés en mí, por lo que si la mantengo cerca, no le gustaría, y puedo sentir que quiere romper conmigo.
Serafín frunció sus finos labios:
—En ese caso, sepárense.
Hector le miró:
—Tú fuiste quien me animó a confesar mi amor a Vanessa en primer lugar.
—Te animé porque vi que sí la querías, pero ahora se ha demostrado que Vanessa no siente nada por ti, así que es mejor romper —Dijo Serafín con indiferencia.
Hector se cubrió el pecho:
—Amigo, eso duele mucho.
Serafín se rió ligeramente, pero pronto su rostro se volvió serio:
—¿Has leído la información que te envió Felix?
Ante eso, la expresión de Hector se volvió seria:
—Sí.
—¿Qué te parece? —preguntó Serafín.
Hector reflexionó durante unos segundos:
—Serafín, hace tiempo que lo sé.
Las pupilas de Serafín se encogieron ligeramente:
—¿Lo sabes?
—Sí.
Serafín tiene una mirada sombría:
—Siendo así, ¿por qué no me lo dijiste?
—Vanessa no me permitió decírtelo, sabes, yo...
—¿Porque la quieres? —Serafín le miró con frío desprecio.
Hector bajó la cabeza avergonzado:
—Lo siento.
—Hector —Serafín dejó su vaso en la mesa de café—. Sabes, Vanessa es antisocial.
—Lo sé —Hector agarró con fuerza su copa de vino.
—Entonces, ¿por qué no me lo dijiste? Si lo hubieras dicho antes, tal vez se podría haber corregido el carácter de Vanessa —Serafín arrugó las cejas con fuerza.
Hector negó con la cabeza:
—Serafín, no entiendes la medicina, este tipo de carácter no es tan fácil de corregir como dices, porque es innato, si lo fuerzas, sólo te saldrá el tiro por la culata y hará que la personalidad de Vanessa sea más extrema y haga más cosas inimaginables, como matar gente, ¿lo entiendes?
La primera vez que notó que Vanessa era diferente a los niños normales fue a los diez años.
Este fue el resultado de la encuesta enviada por la familia Barrueco esta tarde.
La familia Barrueco lo descubrió por casualidad, ya que de lo contrario nunca se habría descubierto que Vanessa seguía teniendo una suma tan grande de dinero.
Y la familia Barrueco comprobó el flujo de ese dinero y descubrió que hace unos meses, ese dinero había sido retirado dos veces, y esas dos veces, casualmente coincidían con el momento en que Violeta fue asesinada, así que incluso ahora la familia Barrueco no había descubierto si Camilo estaba encubriendo a Vanessa o no.
Pero a partir del flujo de este dinero, ya se pudo determinar que el asesino era, efectivamente, Vanessa.
—¡Cómo es posible! —La cara de Hector se puso pálida.
¿Cómo es que Vanessa tenía un legado?
Entonces, ¿por qué Vanessa seguía diciendo que no tenía dinero?
Serafín miró al emocionado Hector:
—¿Aún no quieres creerlo?
Hector sacudió la cabeza, agarrándose los hombros con agitación:
—No, Serafín, ¿cómo ha podido hacer eso Vanessa? ¿No es el asesino uno de la familia Barrueco?
—Valentina no hizo nada, Camilo le tendió una trampa para que cargara con la culpa de Vanessa —Serafín enderezó la mano de Hector y se la quitó del hombro.
—Camilo... —Hector recibió un gran golpe, y tardó en sacar su voz ronca:
—¿Camilo también estuvo involucrado?
Serafín levantó la barbilla.
Hector bajó la cabeza, sin hablar más.
Serafín no le molestó, se sentó a su lado, bebiendo vino.
Sabía que la noticia había golpeado duramente a Hector, y éste necesitaría tiempo.
Entonces le daría a Hector ese tiempo.
Cuando quedaban unos diez minutos, Hector levantó la cabeza, con los ojos enrojecidos.
Se quitó las gafas, su cara estaba llena de dolor:
—Serafín, me dices esto para que elija, ¿verdad?
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