Llegamos a su casa, antes de entrar nos detenemos en la entrada para cambiarnos los zapatos y me permite entrar primero. Puedo percibir que no hay nadie, puede que las empleadas no están o estén dormidas, es tarde.
Jaxon me lleva por un pasillo diferente al que suelo ir, en realidad solo conozco un camino, al de su oficina, no conozco del todo la casa. Caminamos por un pasillo donde no hay otra puerta solo una que es la más grande, al fondo. Me permite la entrada a la habitación. Entro y detrás de mí entra él, sin voltear a verlo escucho el sonido del seguro de la puerta. Cerró con llave y eso me pone nerviosa, aunque no tengo motivos para estarlo.
Me impresiona la habitación, tiene una gran cama que a simple vista se distingue la seda de las sábanas, la gran pantalla arriba de una chimenea artificial, las ventas cuadradas con un vidrio brillantes, como si fuera un diamante, si brilla con la luz artificial, me imagino como brillará con el sol, se verá asombro. La decoración, los muebles detallados bastantes masculinos todos con un toque elegante, digno de él, el color gris con blanco y dorado le da vida y elegancia a la habitación, me gusta.
Me invitan a sentarme en el sofá de terciopelo gris; asiento y mientras lo hago observo sus movimientos, él se dirige a la pintura más grande que hay en la habitación. La pintura es erótica, es una mujer con las piernas abiertas, por el tipo de pintura y técnica aplicada no se ve bien, pero si estoy segura que es una pintura erótica.
Baja el enorme cuadro y detrás hay una caja fuerte. Deja el cuadro en el suelo y enseguida pone la contraseña; de la caja fuerte saca unos papeles, la cierra y después se dirige a mi sentándose en el sillón contrario al mío quedando de frente, al estar cómodo me estira su brazo con el folder. Estoy confundida, no sé qué tiene que ver unos papeles con los que acabamos de hacer en su coche.
Acepto los papeles que me da, él con su mirada de dice que los revise. Abro el folder que contiene un par de hojas, quito mi mirada del diseñador y empiezo a leer el papel.
Mi ceño se frunce, no comprendo porque tiene este tipo de documentos, además, ¿Por qué me los entrega a mí?
El documento tienes escrito reglas, reglas sexuales.
¿Qué clase de reglamento es este? Me doy una idea de que este hombre le gusta jugar al daddy.
—¿Qué es esto? ¿Por qué me lo das? —lo cuestiono.
Sé que Jaxon es todo un casanova, pero no pensé que fuera de esta manera, por medio de un contrato.
—Es un reglamento que debes de seguir, si aceptas — «¿Qué si acepto?» —. Te lo doy a ti porque eres la elegida.
Su profunda mirada no me miente respecto al asunto. El tiempo que he trabajado para él nunca ha jugado con sus palabras, siempre es directo y firme.
—A ver, a ver. Me estás diciendo que quieres que sea tu. ¿Tu esclava sexual? —pregunto con confusión.
—Mi sumisa, no esclava —aclara. — ¿Qué dices?
—Esto es... —no sé qué decir al respecto. Esto es de dementes, eso es lo que sale de mis labios. —Estás demente.
Suelta una carcajada por mi comentario. Esto para mí no tiene gracia, ni siquiera pensé que un hombre como él haga este tipo de cosas, menos que exista este tipo de contratos. Pensé que esto solo pasaba en los libros o novelas, solo ficción.
—Sé perfectamente que te gusto lo que hicimos hace una hora en mi auto. Así que no te vengas a hacerte la inocente conmigo —suelta sus palabras con arrogancia.
Y llega el señor arrogante, solo que esta vez tiene razón; claro que me gustó y quisiera repetirlo, pero de esta manera es dejar que él haga conmigo lo que quiera.
Cada vez que me masturbaba pensando en él me lo imagine haciendo muchas posiciones, pero de esta forma, por medio de un contrato donde él es el que manda.
«¡Es tentadora la oferta!» ¡No! Esto no está bien. Él es mi jefe y yo su empleada y si nos atrapan él arruinara su reputación.
Tengo muchas preguntas que hacerle antes de tomar una decisión.
—Si acepto, ¿Qué sucederá? —quiero informarme de todo.
— ¿A qué te refieres?
—Si esto estará oculto, ya sabes.
—Déjame explicarte bien. Si aceptas esto será secreto entre tú y yo, somos los únicos que sabremos, nadie más, ni siquiera a las personas que le tengamos confianza deben enterarse, solo tú y yo, nadie más —me advierte. —Esto es solo para complacernos. Si te preguntas ¿Qué recibirás de esto? todo lo que quieras, mientras me complazcas.
— ¿Has hecho esto antes? —me gana la curiosidad.
—Si —contesta cortante como si esto fuera de lo más normal.
Lo dudo un poco, la verdad me gustaría hacerlo, pero mi moral dice que está mal y no lo voy hacer.
—Lo siento señor Clark, pero esto no es de mi agrado, no me voy a prestar como una prostituta.
—No serás prostituta, será para saciar el deseo de ambos. Eso sí, cada quien puede hacer su vida lo que quiera, esto es solo diversión, complacerse el uno al otro.
— ¿Y el trabajo?
—Eso no hay problema, el trabajo será como siempre, yo tu jefe y tu mi empleada, nada más. Fuera del trabajo y de la vida personal de cada uno, me debes de llamar amo.
Esto es raro, ¿Qué clase de relación es esta? Lo que entiende mi cerebro es que puedo salir con chicos y tener mi vida con normalidad lo único que cambia es mi vida sexual, ambos saciaremos nuestros placeres con el otro.
—Suelo escoger a mi sumisa con detenimiento, no escojo a cualquiera. Así que deberías estar agradecida por haberte elegido.
Asiento con la cabeza y me extiende la mano como un caballero, la acepto dudosa y lleva al fondo de la habitación, justo en su guardarropa; veo una gran habitación con muchas prendas de vestir, calzado, y doy por hecho que son costosas esas prendas. En lo más profundo de la habitación frente a nosotros hay un gran espejo, Jaxon suelta mi mano, aprieta un botón escondido en el espejo y se mueve el objeto dejándome ver una puerta de color rojo y dorado.
Clark introduce la contraseña asiendo click y la puerta se abre. Entramos a la habitación, esta oscura se ve muy poco e inmediatamente las luces se prenden. Al instante las luce alumbran el lugar y quedo con la boca abierta de la impresión.
Hay una habitación dentro de su habitación. El lugar es del mismo color que la puerta solo que sus luces son de neón, a mi lado derecho se encuentran muchas repisas con objetos sexuales, una cama con cadenas en las esquinas y otro mueble que no conozco, pero este tiene forma de un cuadro grande y de arriba le cuelgan unas esposas con cadenas. En frente de mi hay un sillón, ese si lo conozco, se suele utilizar para hacer varias posiciones y arriba de ese sillón en la pared hay otra repisa con varios frascos, no sé de qué sean, pero me dan escalofríos.
Después del sillón hay un mueble cuadrado, es igual que la cama, tiene cadenas, pero lo más raro es que esta las tiene abajo en las patas de la mesa y esta inclinada. A mi derecha hay una mesa con varios vibradores y una caja de condones divididos por color, también hay una silla normal, no tengo ni la menor idea para que esa, pero sí sé que no es para sentarse. Y lo más llamativo del lugar es que la habitación está rodeada de espejos, incluso hay uno el techo, arriba de la cama.
—Esta habitación es donde tendremos sexo, todo lo que ves lo vamos a utilizar, aún faltan más cosas que no se ven a simple vista.
Estoy impactada por lo que veo. Él se pone detrás de mí, sus manos se posicionan en mis hombros y su refrescante aliento golpea en mi oído.
—Primera regla, cuando vayas a entrar a esta habitación debes de estar en ropa interior, no con otra prenda extra… Quítate la ropa —ordena
«¿Tan rápido daremos comienzo con el contrato?»
Nerviosa, me quito la ropa quedando en mi ropa interior blanca de nuevo. Hago a un lado mi ropa para ahora quedar semidesnuda frente a Jaxon, mi amo. Se mueve de su lugar y me analiza como la primera vez que lo hizo en el auto.
—Regla número 36. Siempre debes de tener los labios pintados de rojo —me recuerda.
Acaricia mis labios con la yema de sus dedos. Se aleja y se dirige a una repisa, mueve la llave que tiene insertada y se desliza el vidrio dejando a la vista varios labiales, el dudoso busca con la mirada y decidido agarra uno con embace de plata con cristales blancos incrustados.
Regresa a mi lado y me extiende el labial; sin duda destapo el labial y el olor a chocolate llega a mi nariz. Paso la barra por mis labios, se siente suave y no siento mis labios secos, al contrario, se sienten lubricados. Al terminar de pintarlos le entrego el labial y él lo agarra.
Sin pensarlo dos veces me besa con la misma intensidad que me besó en el auto. El beso se intensifica, me suejeta de las caderas y me pega a su cuerpo; sus traviesas manos bajan a mis glúteos y los aprieta. Después de un largo e intenso beso nos separamos para llenar de aire nuestros pulmones. Abro los ojos y veo sus labios, están intactos libres de labial, toco mis labios con mis dedos y los miro, nada de labial, cero rastros, bastante resistente, «¿Dónde consigo uno de esos?»
—Siempre debes tener los labios pintados de rojo. El rojo les da un toque sexy a tus labios y me encanta —asiento ante su orden.
De nuevo besa mis labios con desesperación y por último muerde mi labio inferior robándome el aire.
— ¿Con qué quieres empezar, nena? —susurra en mis labios.
Me doy cuenta que este hombre se llena de éxtasis al ver mis labios rojos, no se puede contener en besarme y me encanta que este hechizado por mis encantos.
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