LO ÚLTIMO EN MIMOS romance Capítulo 34

Por la mañana, Rosa abrió los ojos y vio el entorno desconocido a su alrededor. Estuvo en trance por un momento. Le tomó un tiempo darse cuenta de que se había mudado a la casa de los Jiménez. Se sorprendió un poco de lo bien que había dormido anoche, por que no estaba acostumbrada a vivir en la casa de un otro.

Tan pronto como salió de la habitación, vio que la puerta de la habitación enfrente también estaba abierta, y Jesús, quien estaba a cargo de cuidar a Antonio, empujó su silla de ruedas.

Al ver a Rosa, Antonio le dio los buenos días y luego preguntó— ¿Cómo has amanecido?

—Bien —Rosa asintió.

Antonio sonrio:

—Hoy es lunes. ¿Vas a la empresa? Jesús te llevará.

—Bien —Rosa empujó la silla de ruedas hacia adelante. Debido a la incomodidad de Antonio, los dos tomaron el ascensor de repuesto.

En la sala baja, Octavio y Carmen se habían despertado. Los dos nunca habían vivido una vida cómoda. Afortunadamente, no les importaba lo ocupados que estuvieran, la pareja siempre estaba junto.

Lo que desconcertó a Rosa fue que Antonio tenía 26 años este año y aún no había trabajado nunca sino vagaba todos los días, pero a sus padres no les importaba eso.

Carmen se sorprendió un poco cuando vio a Rosa acompañada con Antonio—¿Pero tan temprano hoy? «Ya saben que normalmente Antonio no se levanta antes de las 9, pero aún no son las ocho y ya se ha despertado.» Fue un gran sorpresa para Carmen.

Antonio dijo en voz baja:

—Quiero desayunarme con ella.

Rosa entendió que se refería a ella misma. Era un acto muy simple, pero reconfortó su corazón.

Carmen sonrio y se puso muy satisfecha con el acto de su hijo. Miró a Antonio con aprobación, luego se levantó y tiró a Rosa para que se sentara a su lado, dijo con ternura:

—Rosa, no sé lo que te gusta comer, pues el cocinero ha preparado todo. Si necesitas algo, dilo a María.

—Gracias, doña Carmen.

Carmen agitó la mano:

—Yo sé que es un poco inconveniente pedirte que me llames mamá ahora, pero creo que es también extraño llamarme doña. ¿Por qué no me llamas tía Carmen? Suena más amable.

Rosa asintió:

—Vale, tía Carmen.

Aunque Rosa no hablaba mucho y parecía un poco fría, Carmen pensaba que era muy linda, y estaba extremadamente satisfecha con esta nuera futura.

Durante el desayuno, Carmen le dijo a Rosa—Octavio y yo nos vamos de viaje de negocios otra vez. No estarémos en el país. Si pasa algo, llámame.

Rosa respondió. Después del desayuno, fue a la empresa para otro día ajetreado. Cuando regresó a la finca, ya estaba oscuro.

Cuando María vio entrar Rosa, aunque sus pasos eran firmes, todavía podía notar la fatiga en sus ojos quietos. Se le encogió el corazón. «Es tan joven que solo tiene 22 años. En comparación con don Antonio quien es ocioso, su vida es tan dura.» Ocultando sus emociones, María dio un paso adelante y dijo con una sonrisa—Buenas tardes, doña Rosa. La cena está lista. Llamaré al don Antonio.

—María, no hace falta. Voy a llamarle. ¿Está en su habitación Antonio?

—Bueno, normalmente don Antonio está en el estudio a esta hora que está justo enfrente de su habitación.

El paisaje en la finca era hermoso. Aunque Rosa no era una persona sin experiencia, era la primera vez que había visto una finca tan fasciante como esta.

—¡El diseñador debe ser un genio! —Rosa exclamó contemplando el paisaje.

—Debe ser —Antonio respondió sonriendo.

—Recuerdo que tu familia no vivía aquí antes. Es una finca recién construida, ¿verdad? —Era raro que Rosa tomara la iniciativa de charlar con Antonio.

—Sí, esta finca se construyó hace cinco años. Mi padre ama mucho a mi madre, pues le puso su nombre —en cuanto a sus padres, Antonio su puso amable.

Creía que su familia es perfecta. Poca gente pero mucha alegría. «¡Si pudiera ser así para siempre!»

—¡Tu mama es muy feliz! —Rosa exclamó.

En cuanto a la tía Carmen, Rosa pensó en sus padres fallecidos. « Cuando mis padres estaban vivos, también eran una pareja muy amorosa. Habían estado casados durante más de diez años, pero parecían estar todavía en su luna de miel. Sin embargo...» Justo en ese momento, ella se reprochó a sí misma. «Si no fuera por salvarme, mis padres no habrían muerto.

Aunque Antonio parecía un vagabundo, en realidad era muy sensible. Cuando Rosa bajó la cabeza, sintió que andaba mal algo. Sostuvo su cabeza y la miró:

—¿Pasa algo triste? ¿Por qué te pones tan melancólico?

Viendo su rostro preocupado, ella negó con la cabeza:

—Estoy bien. Solo estraño a mis padres.

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