LO ÚLTIMO EN MIMOS romance Capítulo 53

Este anciano era el abuelo de Antonio, Jorge, que ya tenía más de ochenta años este año, pero parecía físicamente bastante duro.

A su lado estaba sentada una anciana, que tenía más o menos la misma edad que él, era la abuela de Antonio, Gabriela.

Su pelo plateado estaba perfectamente peinado, y aunque su rostro también rubicundo, su ánimo era mucho peor que el del anciano, quizá porque le fue difícil soportar el asunto de su nieto mayor.

A los dos lados de los ancianos estaban llenos de gente, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, de casi todas las edades, mostrándose una escena animada.

Después de entrar en el vestíbulo, Octavio llevó a su mujer y a sus hijos hacia los dos ancianos.

—Mamá y papá, ya he vuelto.

Jorge no se molestó en responder a Octavio, sus ojos se posaron en Antonio que estaba sentado en una silla de ruedas, se quedó sorprendido.

—Antonio, ¿qué te ha pasado en la pierna?

—Abuelo, tuve un accidente de coche hace tiempo, esta pierna mía está arruinada—Antonio respondió despreocupadamente.

Jorge se quedó tan sorprendido que se levantó.

—¿Qué dices? ¿Está arruinada?

Gabriela sentada a su lado también cambió su cara de sorpresa.

Octavio le lanzó una mirada de aviso.

—No digas tonterías, papá, no te preocupes, es sólo temporal, estará bien después de unos meses de recuperación.

Después de oírlo, Jorge finalmente dejó escapar un suspiro de alivio y señaló con el dedo a Antonio.

—Mocoso, sólo sabes cómo asustar a tu abuelo, ten cuidado que te voy a pelear.

Antonio sonrió.

—Abuelo, vi que el ambiente en la sala era demasiado aburrido, así hice una broma. Por cierto, déjame presentarte.

Cogió la mano de Rosa y aplicó una ligera fuerza para que se pusiera a su lado, luego miró a los ancianos y dijo:

—Abuelo y abuela, este es vuestra nieta política Rosa. Rosa, saluda al abuelo y a la abuela.

—Hola abuelos.

Rosa lo comprendió muy rápido y se apresuró a saludar a los dos ancianos después de que Antonio hablara.

Gabriela miró a Rosa de manera atónita, como si estuviera digiriendo las noticias que acababa de decir Antonio.

Jorge, por su parte, puso cara de lividez y bramó:

—Broma, estás bromeando.

Antonio parpadeó inocentemente.

—Abuelo, ¿por qué estoy bromeando?

—¿Cómo puede ser el matrimonio un juego de niños? Ni siquiera has enviado un mensaje a la familia por un acontecimiento tan grande como tu matrimonio, ¿me has metido a tu abuelo en tus ojos? —Jorge gruñó.

Antonio se encogió de hombros.

—Abuelo, ¿qué es lo que te emocionas? Uno creería que fueras tú quien ha casado.

—Tú... —Jorge estaba tan enfadado que no podía hablar.

Gabriela miró a Antonio.

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