LO ÚLTIMO EN MIMOS romance Capítulo 55

Vivir en el Patio de Té era más cómodo de lo que Rosa había imaginado. Después de permanecer aquí durante dos días, no sentía las legendarias peleas entre las familias ricas, al menos, no por el momento. Durante este periodo, varias tías vinieron a visitarla y le trajeron regalos.

Cuando Rosa vio que le daban regalos, se avergonzó un poco porque los regalos que traía a la familia Jiménez los preparaba con la ayuda de Carmen, que decía que había demasiada gente en la familia y temía no poder prepararlos, así que se encargó de ello; y Rosa no sabía nada de esto, por un lado, su madre había fallecido hacía tiempo y no había tenido tiempo de enseñarle sobre esto, en cuanto a Gloria Serrano, era aún más imposible enseñarle.

Agradeció la ayuda de Carmen. Le dio una tarjeta bancaria y le dijo que comprara lo que quisiera, pero ¿cómo iba a aceptar su dinero? Se lo devolvió enseguida, Rosa no tuvo más remedio que dejarla hacer lo que quisiera, recordando su amabilidad en su corazón.

La tía mayor Jimena se veía digna y con el estilo peculiar de una familia noble. Era la nuera mayor y su marido había llevado décadas el amo de familia, por lo que lucía bastante majestuosa.

La tía María era gentil y virtuosa, hablando con voz suave, una mujer como el agua de una simple mirada.

En cambio, la tía Ximena era más animada. Una cara redonda siempre llevaba sonrisa, y parecía muy buena para llevarse bien.

Por supuesto, independientemente de sus personalidades, para Rosa era más estresante llevarse con ellas. No porque la presionaron, sino porque a ella no se le daba bien llevarse bien con la gente. Sabía hacer negocios y podía negociar con la gente.

Pero le resultaba un poco difícil llevarse bien con algunos mayores que no conocía bien. Afortunadamente, con Carmen ayudándola a regular el ambiente, acabó por hacer frente adecuadamente a esta visita.

Además de varias tías, también vinieron dos primas políticas, Susana Márquez, la esposa del segundo hermano, Horacio Jiménez, y Gaby Torres, la esposa del cuarto hermano. Y Carolina Martínez, la esposa del hermano mayor, Augusto lo llevaba siempre cuidando en el hospital, por eso Rosa no la había conocido. Antonio era el nieto más joven de su familia, el sexto, y por encima de él tenía dos primos que no se habían casado.

Después de las visitas, Rosa por fin había conseguido recordar en memoria las señoras importantes de la familia, excepto Carolina, a la que nunca había conocido.

Aparte de estas personas, ella descubrió que Gabriela también era una buena persona con la que llevarse bien. Fue a verla después del desayuno al día siguiente, cuando Antonio temió que ella se sintiera incómoda, así la siguió hasta allí.

Después de conocer a Rosa, Gabriela no le puso las cosas difíciles, sino que la tomó de la mano y la hizo sentarse a su lado. En realidad, se sintió muy incómoda en su corazón al ser sostenida por una anciana que podía describirse como una extraña, pero aun así tuvo que reprimir el impulso de apartar la mano y bajó lentamente la guardia ante la suave voz de la anciana.

—Rosa, abuela sé que eres una buena niña, me gustas mucho.

Gabriela miró a Rosa con cara amable.

Rosa miró a esta anciana de ojos bondadosos, un corazón de repente se volvió cálido. Su propia abuela había muerto temprano, nunca había entrado en contacto con una abuela tan vieja, ni había pensado que algún día a alguien le gustara. Porque sabía que su personalidad, por decirlo mal, era realmente autista. Por no hablar de engatusar a la gente para que fuera feliz, sería bueno que otros no sintieran que era indiferente, pero Gabriela dijo que le gustaba, estaba realmente conmovida y sorprendida.

—Abuela, tú también me gustas.

Una palabra amable salió de su boca.

Cuando Gabriela escuchó sus palabras, se quedó paralizada un momento, y luego sonrió.

—Bien, muy bien, resulta que Rosa también sabe decir palabras bonitas, estoy muy contenta.

¿Qué tan inteligente era Gabriela? La primera vez que la vio ayer, sabía que era una persona a la que no se le daban bien las palabras, pero ahora ella podía realmente decirle algo así, se podía ver que realmente había bajado sus defensas y la trataba como a un familiar. Una Rosa así hacía que le gustara aún más.

Antonio siempre había sabido que su propia abuela era una persona muy fácil de llevar, pero no esperaba que ella y Rosa se llevaran tan bien. Después de todo, conocía el carácter de Rosa, mientras los demás no tomaran la iniciativa de hablar, ella podía permanecer en silencio todo el tiempo.

Mientras Gabriela hablaba con Rosa, su rabillo del ojo captó que Antonio sonría fuerte, y no pudo evitar reírse.

—Mocoso, mira qué contento estás.

Antonio se tocó la nariz.

—Me alegra ver que a la abuela le gusta Rosa, ¿no se permite?

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