Josefa no se atrevió a preguntar más y Mariano dejó de hablar.
Mariano ya no miraba el teléfono. Tiró el teléfono a un lado y miró a cualquier parte con expresión pensativa. Nadie sabía lo que estaba pensando.
Pronto bajaron la montaña. Josefa no sabía cuál era el siguiente plan de Mariano, así que no estaba segura de adónde quería ir.
Josefa le preguntó: —Señor, ¿a dónde quiere ir ahora?
Los ojos de Mariano se iluminaron y dijo: —Ve a ver a Delfino.
Josefa pensó que le había escuchado mal. Dudó por un momento antes de volver a preguntar: —¿Ves a Delfino?
—¿No entiendes lo que estoy diciendo? —Mariano se levantó la vista y miró a Josefa. Parecía un poco impaciente.
Josefa no se atrevió a hablar de nuevo. Condujo directamente a la villa de Delfino.
La residencia de Delfino no era un secreto para la gente, y ella sabía dónde estaba. Ya había ido en secreto para investigarla.
Sin embargo, Delfino pidió a muchos hombres que vigilaran el exterior. Rodeaban la villa y vigilaban casi todos sus rincones. Josefa sólo pudo ver la residencia por el exterior y no encontró la oportunidad de entrar.
Últimamente, Delfino trabajaba en casa por Yadira, y apenas iba a la empresa. Como Josefa precisamente lo sabía, se dirigió a la villa de Delfino.
Durante el trayecto, Josefa se concentraba en conducir, mientras Mariano se sentaba detrás, cerrando los ojos para descansar. Cuando estaban a punto de llegar, Mariano abrió de repente los ojos y preguntó: —¿Cómo está Yadira?
—Delfino la protege muy bien. La última vez que tuve la oportunidad de verla fue cuando Delfino la llevó al hospital. Aparte de eso, no la he visto hasta ahora. Pero en la última vez, se veía bastante mal...
Josefa sujetó inconscientemente el volante con fuerza. Mariano todavía se preocupaba por Yadira en este momento.
Observó cuidadosamente la expresión de Mariano desde el espejo retrovisor, pero éste no le dio la oportunidad.
—¡Señor! —Josefa se apresuró a seguirlo preocupada.
Tenía un poco de miedo de Delfino, que era extremadamente astuto. Mariano no pareció oírla en absoluto y entró directamente en el vestíbulo.
Nada más entrar, vio a Delfino sentado en el sofá, tomando un té.
Junto a Delfino había un sirviente que preparaba el té y unos cuantos guardaespaldas. Parecía que estaban esperando a alguien.
Al oír el ruido de la puerta, Delfino tomó un sorbo de té y luego levantó la vista. Dijo en voz baja: —Llegas.
No mostró ningún signo de sorpresa. Era como si todo estuviera bajo su control.
Josefa entró también en la sala y escuchó por casualidad lo que dijo Delfino. Ella frunció el ceño y su expresión fue terrible. Luego miró a Mariano, que estaba de pie frente a ella.
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