—¿Sientes frío? —Delfino sintió que las manos de Yadira estaban un poco frías, así que le sujetó las manos con más fuerza.
—No—. Yadira negó con la cabeza.
Se llevaba un jersey y una fina manta en las piernas. No tenía frío y no sabía que sus manos estaban frías.
Al escuchar lo que dijo Delfino, ella lo miró.
Delfino solía llevarse traje. Sus camisas y trajes estaban diseñados con especificidad y eran elegantes, y cada traje estaba bien planchado. Siempre parecía competente y elegante.
Hoy todavía se llevaba una camisa y un pantalón. Se sentó en la alfombra después de entrar. Por muy buena que fuera la tela, había arrugas. Aun así, todavía tenía un aspecto noble.
La familia Dominguez era una de las más ricas y famosas. Como miembro de los Dominguez, nació con un excelente temperamento que era algo que la gente común no podría lograr en toda su vida.
Aunque Yadira dijo que no tenía frío, Delfino sacó un abrigo del armario por ella.
A pesar de que pensaba que no era necesario, Yadira no lo rechazó.
Luego, Delfino volvió a sentarse en la alfombra como si nada hubiera pasado.
Yadira preguntó con curiosidad: —¿Por qué llegas aquí repentinamente?
Parecía que Delfino tenía la intención de quedarse aquí y charlar con ella.
—¿No quieres que vaya? —Delfino se ajustó la postura para estar cómodo, y luego alargó la mano para coger a Yadira de nuevo.
Esta vez Yadira no se retiró las manos. Se limitó a mirarle. Delfino era terco e infantil a veces.
Delfino miró que Yadira no dijo nada, pero quería escuchar la respuesta de Yadira.
En fin, Yadira dijo: —Bien. Te quiero aquí, ¿de acuerdo?
Delfino no esperaba que Yadira hiciera esta pregunta. Se sorprendió, cogiéndole las manos de nuevo: —¿Y tú?
No contestó, lo que significa que durmió muy tarde.
—Me acosté temprano—. Yadira se cansaba fácilmente estos días y quería dormir la mayor parte del tiempo.
Ahora se sentía un poco cansada. Así que se recostó, con aspecto exhausto.
Delfino notó que estaba cansada y le dijo: —¿Quieres descansar?
Yadira asintió. Asintió tan ligeramente que él no se habría dado cuenta si no la hubiera mirado fijamente.
Delfino se levantó y se inclinó hacia delante para llevar a Yadira a la cama. La arropó y le dijo: —Descansa.
Yadira no dijo nada y se limitó a tenderle la mano.
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