Matrimonio de primera romance Capítulo 1034

Apolo pasó el rato con Noela. Cuando volvió, ya había pasado una hora.

Nada más entrar, vio a Delfino sentado en el vestíbulo. Delfino cruzó las piernas y se sentó despreocupadamente, ya que parecía bastante relajado.

Apolo no sabía que Delfino estaba tramando. Corrió a sentarse junto a Delfino y le preguntó:

—¿Dónde está Yadira?

Delfino levantó los ojos y dijo:

—Se quedó dormida.

—Bueno —Apolo acababa de llegar. Caminaba con prisa, por lo que aún sentía un poco de calor. Se tiró del cuello, se desabrochó la camisa y se dirigió al criado:

—Dame un vaso de agua.

El criado le llevó agua a Apolo.

—Gracias —Apolo tomó un sorbo y recordó lo que había hecho antes. Pidió a Delfino con alegría:

—Después de salir, ¿de qué hablaron tú y Yadira?

Apolo pensó que había hecho un buen trabajo, y Delfino debería agradecérselo.

Al oír esto, Delfino miró a Apolo con una leve sonrisa:

—¿Quieres saberlo?

A Apolo le pareció que la expresión de Delfino daba miedo. Sujetó el vaso con firmeza y se fue al otro lado. Tras retirarse a una zona segura, dijo con cautela:

—Yo... no quiero saberlo.

Delfino se levantó y dijo en tono serio:

—Vamos. Te lo diré.

Apolo miró a Delfino con desconfianza. Delfino parecía muy serio, y no podía saber qué estaba tramando. Tenía curiosidad por saber qué haría Delfino en realidad, pero temía que Delfino le diera una paliza. Era demasiado difícil decidirse.

Delfino dio unos pasos y se giró para ver que Apolo no le seguía. Dijo:

Tras unos cuantos asaltos de lucha, Apolo se tumbó en el suelo y se hizo el muerto:

—No puedo seguir. Estoy muerto.

—¡Vamos, tío Apolo! —La suave voz de Raquel llegó de repente desde la esquina.

Apolo y Delfino miraron y vieron a Raquel sentada en un banco con un caramelo en la boca. Sus cortas piernas se balanceaban de un lado a otro y su cara estaba llena de excitación.

Apolo movió la boca:

—¿Te alegra ver que tu padre me pegue?

—¡Papá es increíble! —Raquel miró a Apolo y le dio a Delfino un pulgar hacia arriba con una sonrisa.

Apolo seguía tumbado en el suelo, apoyando la cabeza en una mano. Dijo con seriedad:

—Raquel, todavía eres una niña. Cuando un niño ve que los adultos se pelean, normalmente se asusta y llora. ¿Sabes?

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