La escuela de Fidelio tenía normas muy estrictas, por lo que no podía salir de ella sin solicitarlo. La última vez, pudo irse porque Delfino había movido algunos hilos. Sin embargo, ahora se presentó.
Fidelio no dijo nada, pero miró a Yadira con extrañeza.
Yadira frunció el ceño. Miró a un lado y vio que Marina ya había caído al suelo.
Yadira no supo qué hacer por un momento. Se quedó mirando a Marina durante unos segundos y, tras confirmar que efectivamente era Marina, se dirigió a Fidelio y le dijo:
—¿Qué le pasó?
Fidelio permaneció en silencio. Frente a un hombre tan extraño, Yadira tuvo una mala suposición en su cabeza. Pero no quiso creerlo.
Dijo Yadira con calma:
—Fidelio, ¿puedes llamar a alguien para que vea a Marina? Puede que esté enferma.
—No está enferma —Fidelio se dirigió lentamente hacia Yadira con una expresión de indiferencia que nunca tuvo. —Sólo la he dejado inconsciente.
Todo el cuerpo de Yadira temblaba mientras miraba a Fidelio con incredulidad.
—Fidelio, por favor, no hagas esa broma. El suelo está frío. Ayuda a Marina a levantarse.
Desde que Fidelio apareció hasta ahora, todo lo que hizo demostró una cosa: estaba aquí por Yadira.
En cuanto al motivo, Yadira no quiso pensar mucho en ello. Creía que Fidelio era un niño bueno por naturaleza, ya que había visto crecer a Fidelio.
Incluso un hombre indiferente como Delfino quería cuidar bien de Fidelio cuando la familia Domínguez estaba en un lío total. No creía que Fidelio los traicionara.
Fidelio actuó como un hombre totalmente diferente. Miró a Yadira sin expresión alguna y dijo:
Raquel juntó las manos y las bajó. Dio medio paso adelante y le llamó obedientemente:
—Papá.
Delfino la miró pero no dijo nada. Entró directamente.
Cuando Xulio se disponía a seguir, descubrió que Raquel no le seguía, así que se volvió hacia ella y le dijo:
—Raquel, vamos a entrar.
Raquel lo miró y luego a Delfino, que iba delante. Trotó hasta el lado de Delfino con sus cortas piernas y extendió la mano tentativamente para tirar de su manga.
Delfino ya sabía lo que Raquel quería hacer cuando corría hacia allí. Después de agarrar la manga de Delfino, inclinó la cabeza para mirarlo, como si se preguntara por qué no le quitaba la mano de encima.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio de primera
Quiero seguir leyendo...