Al notar la expresión sombría de Delfino, Xulio atrajo a Raquel. Raquel miró a Xulio y éste le hizo un gesto de «silencio».
La llamada era de Marina. Delfino puso cara de circunstancias y contestó al teléfono.
Probablemente Marina sabía que lo que iba a decir a continuación iba a enfadar a Delfino. Su respiración se detuvo ligeramente antes de decir:
—La Sra. Domínguez ha desaparecido.
Delfino aún no había hablado, pero su cuerpo irradiaba un aura extremadamente fría y severa. Raquel, que lo seguía, se encogió casi inmediatamente hacia Xulio. Xulio alargó la mano y tocó la cabeza de Raquel.
Delfino habló en un tono tranquilo, con una voz sombría:
—¿Qué quieres decir con que ha desaparecido?
Tras escuchar la respuesta de Marina, Delfino apretó la mano que sostenía el teléfono. Las venas del dorso de su mano sobresalían. Usó tanta fuerza que parecía que era capaz de aplastar el teléfono en el siguiente segundo.
Xulio sabía muy bien que, salvo Yadira, nada podía hacer que Delfino tuviera un cambio de humor tan grande. Entonces, pensando en lo que Delfino había dicho, Xulio tuvo vagamente una conjetura.
Yadira había desaparecido. ¿Cómo podía estar desaparecida?
Xulio suspiró ligeramente. Toda Ciudad Mar iba a ser un caos antes de encontrar a Yadira.
Definitivamente, Delfino pondría Ciudad Mar patas arriba para encontrar a Yadira.
Si no encontraba a Yadira, Xulio alargó la mano y apretó la ceja, decidiendo no pensar en lo que haría Delfino si eso ocurría.
Delfino ya había colgado el teléfono. Giró la cabeza para mirar a Xulio. Éste ya esperaba sus instrucciones, pero Delfino se limitó a decir:
—Envía a Raquel a casa.
Xulio se detuvo un momento y repitió:
—¿Mandar a Raquel a casa?
Delfino le dirigió una mirada fría y hosca. Xulio dejó de hablar y se llevó a Raquel hacia el aparcamiento.
No pudo esperar más y llamó a Delfino. Justo cuando estaba a punto de colgar, Delfino respondió al teléfono:
—¿Qué pasa?
Dijo Xulio:
—Nada, sólo...
—Cuida bien de Raquel —Delfino soltó esta frase y volvió a colgar el teléfono.
Xulio colgó el teléfono con cara de desconcierto, pero seguía sin saber si Yadira estaba realmente desaparecida o qué había pasado en realidad.
Al otro lado, Delfino colgó el teléfono y lo tiró a un lado, y siguió conduciendo sin expresión.
Nunca se había equivocado con los demás, pero Fidelio le echó en cara que esta vez había fallado.
Marina era una profesional y la mayoría de la gente no podía acercarse a ella. Sin embargo, la identidad de Fidelio bajó la guardia.
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