Yadira no podía creer que Fidelio envenenara realmente la comida, pero Fidelio se lo propuso. Delfino lo encontraría pronto. Fidelio no era rival para Delfino. Por lo tanto, tenía que drogar a Yadira antes de que Delfino llegara, pero no tenía idea de a dónde podía llevar a Yadira.
Yadira se sentía aturdida y con los ojos borrosos, y estaba perdiendo la conciencia. Y fue entonces cuando se dio cuenta de que Fidelio ya no era el chico sensible e inocente que conocía antes.
Al ver a Yadira tumbada en la mesa del comedor, con los ojos cerrados, Fidelio la llamó.
—¿Yadira? —No hubo respuesta. Se desmayó.
Fidelio se levantó, se dirigió a la puerta y la abrió. Dijo al exterior:
—Entra.
Entonces entraron en la habitación dos mujeres altas y robustas. Parecían bastante serias, sin un atisbo de sonrisa en sus ojos. Se acercaron a Yadira y la levantaron.
Estas mujeres fueron un poco groseras con Yadira. Fidelio frunció el ceño:
—Sé amable con ella. Es una paciente.
Las dos mujeres intercambiaron miradas y no dijeron nada, pero sí siguieron su orden. Luego sacaron a Yadira y cerraron la puerta para Fidelio.
En la sala, miraba fijamente al frente, y nadie sabía lo que estaba pensando.
Poco después, la puerta se abrió de una patada. Fidelio levantó la cabeza y vio a Delfino caminando hacia él con aire sombrío.
Delfino se abalanzó sobre Fidelio, lleno de intención asesina. Estaba claro que intentaba contener su temperamento con tanta fuerza que sus músculos estaban tensos, pero podía perder el control en cualquier momento.
—Todo el mundo en Ciudad Mar dice que eres cruel e inhumano. Pero nadie sabe que es la primera vez que me pegas desde que crecí bajo tu custodia.
Algo se movió en los ojos de Delfino, pero la ira no se desvaneció. Volvió a decir:
—¿Dónde está Yadira?
El rostro de Fidelio se ensombreció, apretó los puños y preguntó:
—¿Por qué volviste loca a mi madre? ¿Tienes algo que ver con la muerte de mi padre? ¡Y la parálisis del abuelo y la muerte de mi hermano!
Fidelio miró directamente a Delfino cuando hizo estas preguntas. Quería encontrar un rastro de culpa o de arrepentimiento en el rostro de Delfino. Sin embargo, no encontró más que burlas.
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