Mariano parecía haber leído la mente de Yadira, y sus ojos brillaron ligeramente.
—Señora Yadira, entremos —La voz de la criada llegó desde atrás.
Yadira se dio la vuelta y miró a la criada. Señaló a Mariano y preguntó: —¿Cuándo vais a vendar sus heridas?
—Le vendarán más tarde —Con eso, la criada empujó a Yadira hacia la casa.
Antes de que Yadira entrara, volvió a mirar a Mariano.
Tumbado en el suelo, miraba el cielo nocturno con los ojos entreabiertos. Aunque estaba malherido, parecía relajado, como si fuera una bestia salvaje atrapada en una situación difícil.
Ella creía que mientras tuviera una oportunidad, asestaría un golpe fatal a sus enemigos.
Mariano y Delfino se parecían en algunos aspectos. Mientras seguían vivos, eran capaces de luchar y destacar.
Cuando entraron en el ascensor, Yadira preguntó a la criada con calma: —¿Cuántos días he dormido?
La criada dijo sin expresión: —Cuatro días.
Aunque Yadira se lo esperaba, se sorprendió al oírlo.
Ella no tenía teléfono ni un calendario en la villa. Ni siquiera sabía qué fecha era hoy.
El objetivo que Franco quería conseguir con el experimento escapaba de su conocimiento y comprensión.
Si ella estaba en las manos de Franco en todo momento, no podía hacer nada.
Tenía que encontrar una manera.
***
Antes de que a Yadira se le ocurriera una idea, Franco envió a una persona a recogerla.
Yadira preguntó: —¿A dónde vamos?
Nadie la respondió. La tranquilizaron.
Luego quedó inconsciente.
Cuando despertó, se encontró en otro laboratorio.
Después de un buen tiempo, Yadira fue llevada a la villa.
Lo primero que vio fue que estaban golpeando a Mariano de nuevo.
La criada que había cuidado de Yadira la esperaba a la puerta y la empujó hacia la casa.
Con el ceño fruncido, miró a Yadira. —¿Qué estás haciendo?
Yadira dijo con calma: —Necesito agua.
La criada la miró profundamente, la ayudó a subir a la silla de ruedas y le dio el agua.
Después de beber un poco de agua, a través de la ventana, Yadira vio varios coches aparcados.
Se volvió hacia la criada y le preguntó: —¿Ha vuelto Franco?
La criada la miró y dijo: —Sí.
Sin decir una palabra, Yadira se dirigió hacia la puerta.
—¿A dónde vas? —La criada la siguió.
—Estoy aburrida. Quiero hablar con Franco —Yadira no se detuvo.
La criada quería impedirla, pero Yadira había abrido la puerta. Franco y algunos de sus hombres se dirigían hacia ella.
—Señora Yadira —Franco tenía una sonrisa en la cara, y obviamente estaba de buen humor.
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