Yadira se sorprendió de que Mariano se ofreciera a cenar con Franco.
Su expresión cambió y volvió a mirar a Mariano.
Mariano parecía disgustado. Sus heridas eran tan graves que ni siquiera podía sostener los palillos con firmeza mientras comía.
Franco le dijo a la criada que estaba detrás de él: —¿Por qué sigues aquí de pie? Dale una cuchara.
La criada trajo inmediatamente una cuchara y le quitó a Mariano los palillos que tenía en la mano.
Mariano parecía no estar dispuesto. La criada tuvo que quitarle los palillos con fuerza.
Yadira lo presenció con lucidez.
Mariano era una persona muy orgullosa.
Cuando se enfrentaba a Delfino, mostraba una gran confianza.
Frente a Franco, al que odiaba profundamente, nunca admitiría la derrota.
Ahora, no sólo se ofreció a cenar con Franco, sino que permitió que éste le pidiera al criado que le dara una cuchara.
Esto fue definitivamente un insulto para él. Su orgullo y confianza fueron casi destruidos por Franco.
—He oído que no has comido durante varios días. ¿Puedes sostener la cuchara con firmeza? ¿Sabe usted....?
Franco miró a Mariano con expresión de preocupación: —¿Necesitas que alguien te dé de comer?
—No —Mariano finalmente habló. Su voz era ronca.
Pero Franco se limitó a sonreír.
Yadira fingió no oírlos y centró su atención en la comida.
Solo pudo mirar de reojo a Mariano.
Tuvo la intuición de que a Mariano le pasaba algo.
Al recordar el movimiento detrás de las cortinas en la habitación de Mariano, Yadira supuso que probablemente Mariano estaba tratando de escapar.
Poco después, un guardaespaldas entró con un teléfono y susurró al oído de Franco.
Pronto Franco salió del comedor con una expresión sombría.
Sólo quedaban Yadira y Mariano. Dos criadas estaban de pie detrás de ellos.
Cuando Yadira estaba recogiendo los platos, Mariano también extendió su cuchara, que chocó con los palillos de Yadira.
Sólo Yadira y Mariano estaban en el comedor.
Había una mesa entre ellos. Mariano susurró: —Sé que lo has visto. Necesito tu ayuda.
—¿Te refieres a Josefa? —En este momento crítico, Yadira no podía pensar en nadie más que pudiera salvar a Mariano, excepto Josefa.
Josefa estaba bien entrenada. Podría ser posible para ella romper el cerco sin ser descubierta por los guardaespaldas y colarse en la habitación de Mariano.
Además, a Josefa le gustaba Mariano.
Las mujeres simpre actuaba con emociones. Incluso Josefa no era una excepción.
Estaría dispuesta a arriesgar su vida para salvar a Mariano.
—Es ella —Mariano admitió sin pensar otras vez.
—Ayúdame a retener a Franco y a los guardaespaldas esta noche.
—¿Por qué crees que te voy a ayudar?
—Lo harás—.
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