La gente de fuera no dijo nada, y luego la puerta se cerró.
Pero pronto llegó otra persona. Esta vez había mucha gente. Entraron directamente en la habitación.
Como había mucha gente, hacían mucho ruido. Yadira, naturalmente, no podía hacerse la dormida. Ella fue una persona con oído normal, definitivamente sería despertada.
Yadira se frotó los ojos con somnolencia antes de incorporarse para ver qué pasaba en su habitación.
Un grupo de personas vestidas de médico estaba frente a ella.
Todos llevaban una máscara y no se les podía ver la cara. No se podía ver ninguna emoción en sus ojos expuestos. Todos parecían extremadamente fríos e indiferentes.
El corazón de Yadira dio un vuelco. ¿Iba a ser capturada de nuevo para el experimento?
Eso tenía sentido. Debe ser examinada, pues ayer se comportó como una loca. Pero todavía tenía que actuar.
—¿Quiénes son ustedes?
—¿Dónde está mi padre?
Cuando Yadira terminó de decir esto, empezó a llorar de nuevo. Lloraba como una niña.
Aquellas personas la ignoraban. Empujaron directamente una camilla hacia la cama. Y dos de ellos levantaron Yadira y la llevaron a la camilla.
A pesar de que Yadira lloraba como una loca, ninguna de aquellas personas habló, ni nadie le prestó atención.
Al ver esto, Yadira se esforzó aún más.
Después, sintió un dolor en la espalda y perdió lentamente el conocimiento. Inclinó la cabeza y vio a una persona que tiraba la aguja de la anestesia.
La última vez que la sacaron para un experimento, no sintió nada en absoluto. Debieron anestesiarla mientras dormía.
Después de eso, Yadira se desmayó. En cuanto a lo que había sucedido después de su desmayo, no tenía ninguna impresión.
Cuando se despertó de nuevo, estaba en el laboratorio.
Al abrir los ojos, escuchó la voz ronca de Franco.
Al oír esto, Franco se rió de repente, y su expresión fue un poco feroz.
—¿Papá?
Franco miró fijamente a Yadira:
—Fingiste estar loca para ayudar a Mariano a escapar. Te subestimé, a Mariano y a todos vosotros".
Apretó los dientes como si quisiera comer la carne y beber la sangre de Mariano.
—Él es el arma más poderosa en mi mano. ¡Soy yo quien le da esos logros! Pero en realidad me ha traicionado.
El pecho de Franco se hinchó. Ya no intentó ocultar sus emociones.
Dio un largo suspiro y se esforzó por calmarse. Luego dijo débilmente:
—Y ahora, ha escapado de mi territorio con la ayuda de mi objeto experimental.
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