Yadira se tumbó en la camilla e inclinó la cabeza para mirar hacia atrás. Vio los números cambiantes en la pared del ascensor. A medida que el ascensor seguía subiendo, el número también aumentaba.
Yadira le resultaba un poco difícil mirar los números desde la camilla.
Se la quedó mirando por un momento antes de darse cuenta de que iban al último piso del edificio.
En un abrir y cerrar de ojos, el ascensor había llegado. Yadira fue empujada fuera del ascensor y hacia las escaleras.
Ya estaban en el último piso y no había ascensor. Si seguían subiendo, llegarían a la azotea.
—¿Qué están haciendo? ¿A dónde me llevan?
Yadira tuvo un siniestro presentimiento.
Las dos personas que la empujaron hacia arriba soltaron la camilla. Sujetaron los brazos de Yadira a cada lado y la ayudaron a levantarse de la camilla. Luego la subieron por las escaleras.
La llevaban a la azotea. Yadira forcejeó.
—¿Qué estáis haciendo? Suéltenme.
¿Por qué la llevaron a la azotea? Lo había visto en el ascensor hace un momento. Este edificio no era demasiado alto. Sólo había ocho pisos.
Aunque sólo había ocho pisos, si se caía, moriría definitivamente.
Yadira no creía que la llevaran a la azotea para disfrutar del paisaje.
Las dos personas sujetaron a Yadira con fuerza. Eran tan poderosos e inamovibles que los forcejeos de Yadira eran completamente inútiles.
Finalmente, Yadira fue llevada por ellos a la azotea. En cuanto salió por la puerta de seguridad, a Yadira le dolieron los ojos por la brillante luz del sol. Había permanecido en el interior todo este tiempo y no había visto el sol durante mucho tiempo.
Al ver el sol por primera vez, Yadira sintió que le dolían los ojos. Inconscientemente, cerró los ojos y se los tapó con las manos.
—Sr. Franco. Ella está aquí.
Yadira abrió los ojos de repente al oír esto.
Yadira le miró y dijo:
—Sí.
Cuando Franco escuchó su respuesta, la miró en otra posición.
—¿Por qué no me preguntas por qué te han traído aquí?
La expresión de Yadira seguía siendo la misma. Muy tranquila.
Franco la miró fijamente y dijo:
—¿No tienes curiosidad?.
—No me importa si me lo vas a decir o no.
Yadira cerró los ojos y se apoyó en el respaldo de la silla de ruedas.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio de primera
Quiero seguir leyendo...