Matrimonio de primera romance Capítulo 1112

Delfino se sorprendió un poco de sus palabras.

Bajó la cabeza para ocultar la tristeza y la autoculpabilidad en sus ojos.

Cuando Delfino volvió a levantar la cabeza, sólo había ternura en sus ojos. Dijo:

—Muy bien, vamos a casa.

Yadira le sonrió y se apoyó en su hombro con tranquilidad.

Delfino miró a Yadira, que estaba en sus brazos con los ojos ligeramente cerrados, pero su mirada se volvió gradualmente fría.

Cualquiera que hiciera daño a Yadira no podría salirse con la suya.

Yadira había estado nerviosa últimamente, y cuando vio a Delfino, se relajó por completo.

Se apoyó en el hombro de Delfino y se quedó dormida rápidamente.

Yadira no supo cuándo salieron del ascensor, ni cuándo subieron al coche y volvieron a casa.

Cuando se despertó, se encontró en la cama. Había una lámpara de cabecera a su lado y la iluminación era suave.

Sin embargo, sólo ella estaba en la cama, y Delfino no estaba allí.

Yadira se incorporó asustada y se dio la vuelta para encontrar a Delfino de pie junto a la ventana.

Delfino estaba hablando por teléfono con alguien. Apenas emitió un sonido, por lo que Yadira no escuchó su voz en ese momento.

Al ver a Delfino, Yadira volvió a sentirse relajada.

Delfino escuchó la conmoción. Levantó la vista y comprobó que Yadira estaba despierta. Susurró algo a la persona del otro lado y luego colgó el teléfono.

En cuanto colgó el teléfono, se dirigió a Yadira.

—¿Qué pasa?

En los ojos de Yadira todavía había un rastro de pánico. Delfino se acercó a ella y la abrazó, diciendo:

—Surgió algo importante, así que fui a hacer una llamada telefónica.

—Ya veo —Yadira se apoyó en su hombro y se quedó muy tranquila.

Delfino pudo sentir su miedo. Extendió su mano y acarició suavemente su espalda, reconfortándola.

Era temprano en la mañana. Naturalmente no le permitió levantarse para ver a Raquel.

Yadira consideró que Delfino tenía razón.

Renunció a la idea de ver a Raquel ahora, pero no pudo evitar decirlo:

—Echo mucho de menos a Raquel.

Delfino la abrazó con fuerza y no dijo nada, y Yadira comprendió su descontento.

Se rió y dijo en voz baja:

—Yo también te echo de menos.

Sólo entonces Delfino se sintió satisfecho. La soltó y la besó suavemente en la frente, diciendo:

—Buenas noches.

Cuando terminó de hablar, volvió a poner a Yadira en la cama y se acostaron juntos.

Hacía demasiado tiempo que Delfino no dormía así al lado de Yadira. Se sentía como si estuviera soñando.

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