Matrimonio de primera romance Capítulo 1125

Tras regresar al hotel, Yadira fue a ducharse.

Al salir del baño, todavía estaba pensando en las palabras de Delfino. Le prometió que le contaría lo que había hecho al volver al hotel.

Delfino estaba mirando fijamente su teléfono en la cama con indiferencia.

Yadira se acercó con curiosidad y giró la cabeza para mirar su teléfono. En ese momento, escuchó el tono emocionado de Raquel: —¡Mamá!

—¿Estás haciendo una videollamada con Raquel? —dijo Yadira sorprendida.

Ella pensó que había pasado algo, porque Delfino parecía tan serio.

Sabía que Yadira no podría estar de pie por demasiado tiempo, así que tiró de ella para que se sentara frente a él y le dio su teléfono: —Voy a ducharme.

—Bueno—. Yadira había olvidado lo que quería preguntar.

Al ver que Delfino entraba en el baño, Yadira le preguntó a Raquel: —¿Por qué no hablas con tu padre?

Raquel sostuvo la barbilla con las manos y suspiró: —No tengo nada que decirle.

A Yadira le hizo gracia. Raquel se comportó con dulzura ante ella, pero se sintió muy incómoda ante Delfino.

Tanto Delfino como Raquel se sintieron avergonzados.

Yadira y Raquel tuvieron una larga charla. Mientras hablaban, Delfino se duchó y salió a mitad de la lucha. Cuando volvió, cogió un libro y se acostó sobre la cama.

Yadira movió el teléfono al lado de Delfino para que Raquel pudiera verlo.

Al ver a Delfino, Raquel arrugó la nariz y Yadira le lanzó una mirada de descontento.

Por eso Raquel dijo: —Papá.

—Bien—. Delfino respondió con calma y luego levantó la cabeza para mirarla.

Raquel hizo un mohín de insatisfacción.

Yadira pateó a Delfino bajo el edredón.

Delfino se volvió para mirarla con una expresión complicada.

Al momento siguiente, Delfino cogió el teléfono y le dijo a Raquel en tono serio: —Tienes que dormir temprano. Dulces sueños.

Antes de que Raquel pudiera decir algo, él terminó la videollamada.

Luego, tiró el teléfono y abrazó a Yadira con fuerza.

Al día siguiente.

Cuando Yadira despertó, vio los profundos ojos de Delfino.

Se sentó junto a la cama, mirándola fijamente.

Al ver que estaba despierta, le preguntó con preocupación: —¿Cómo te sientes?

Yadira cogió la almohada y se la lanzó.

Luego, dijo enojada: —Estás muy rudo.

Delfino cogió la almohada y se asomó la cabeza por detrás de esta. Dijo con una sonrisa: —Parece que estás bien.

Yadira resopló: —Vete, yo me vestiré.

—Puedo ayudarte...

—¡No!

—Vale.

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