Sonia luchó frenéticamente cuando fue detenida por Xulio:
—¡Déjame ir! ¡No quiero morir! ¡No quiero ver a Alina!
Alina era el nombre de la madre de Delfino.
Alina ya estaba muerta, pero Delfino dijo que quería llevarla a ver a Alina. Ella todavía no quería morir.
Dijo Delfino con impaciencia:
—Que se calle.
Xulio cruzó las manos de Sonia, le tapó la boca y la empujó hacia la silla.
Sonia sacudió la cabeza y luchó con todas sus fuerzas, pero su cuerpo era débil, así que no tenía mucha fuerza para alejarse de Xulio.
Dijo Delfino con frialdad:
—¿Tienes miedo de verla?
Sonia no podía emitir ningún sonido, sólo seguía babeando. Delfino la miró fijamente y pensó que era muy extraña.
Esta mujer era su tía. Cuando era niño, había sido muy amable con él, y alguna vez la había tratado como a un miembro de la familia. Era cobarde y tonta, y hacía daño a los demás y a sí misma.
Yadira se despertó al amanecer.
Habitualmente extendía la mano y tanteaba el lugar a su lado, pero no había nadie. Esto despertó a Yadira, que aún no estaba del todo despierta.
El lugar junto a ella no sólo estaba vacío, sino también frío. Eso significaba que el hombre que debía dormir aquí se había levantado temprano o no había dormido allí.
Yadira se sobresaltó. Luego se sentó rápidamente en la cama y comprobó la hora. Sólo eran las seis de la mañana.
Se levantó de la cama y salió por la puerta, dispuesta a encontrar a Delfino.
Las cortinas del salón no estaban corridas. En el salón no había luz, pero se veía claramente, aunque estaba oscuro.
Yadira miró directamente al estudio. Supuso que Delfino podría estar en el estudio, pero cuando estaba a punto de levantar el pie, de reojo vio a un hombre sentado en el sofá.
Era Delfino.
Se sentó inmóvil en el sofá y no hizo ningún ruido, razón por la cual Yadira no se fijó en él en primer lugar.
—Me preocupa verte así.
—Franco me lo ha contado todo. Sé dónde está, pero no me atrevo a verla —Delfino dijo con voz ronca y temblorosa, revelando su indisimulada vulnerabilidad.
Yadira se sorprendió:
—¿Te refieres a ella, a tu madre?
Delfino asintió en silencio.
Yadira nunca había visto a Delfino así, frágil como si fuera a derrumbarse al minuto siguiente.
En otras palabras, ya había comenzado a derrumbarse.
Al verlo así, Yadira no pudo evitar llorar, sintiendo como si le clavaran un cuchillo en el corazón.
Se calmó y se puso en cuclillas frente a él.
—Te acompañaré.
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