Matrimonio de primera romance Capítulo 1158

Rodeando su cuello con los brazos, Raquel parpadeó y susurró:

—Papá, ¿estás molesto?

Delfino se quedó ligeramente aturdido. Raquel estaba en sus brazos, por lo que mientras giraba la cabeza, podía encontrarse con los hermosos y oscuros ojos de Raquel.

Raquel estaba confundida bajo su mirada. Era demasiado joven para entender la vida y la muerte, pero podía percibir sus emociones con sensibilidad.

Era su bonita hija. Raquel, de su propia sangre, se preocupaba por él.

Quería mucho a Raquel. Yadira, su mujer amada, dio a luz a su bonita hija.

Eso reconfortó su agotado corazón.

Delfino se ablandó:

—Sí.

le preguntó Raquel:

—¿Por qué?

—Por mi madre.

No podía olvidar la desgracia de su madre en los últimos años. Jamás perdonaría a esa gente aunque la hicieran pedazos.

Raquel inclinó la cabeza y pensó:

—¿Es mi abuela?

A muchos de sus compañeros de la guardería los recogían sus abuelos después de la escuela. Ella nunca conoció a sus abuelos, ni sus padres le hablaron de ellos. A veces sentía curiosidad, pero nunca preguntaba.

Delfino respondió:

—Sí.

—¿Me vas a llevar a verla? —Entonces pareció preocuparse:

—Le gustaré a la abuela, ¿verdad?

—¿Quieres verla? —Delfino se detuvo un momento.

—Sí —Raquel parecía seria al imaginar las ventajas de su abuela:

—La madre de papá debe ser tan gentil y hermosa como mi madre. Puede cocinar platos deliciosos. Ella puede escribir dramas de televisión y...

—Sólo estoy un poco triste —Sonaba deprimido.

Yadira se sintió triste ante sus palabras. Afortunadamente, él estaba dispuesto a mostrarle su debilidad en lugar de cargar con todo solo como antes.

Yadira le dio una palmadita en la espalda y le dijo:

—Lo sé.

Debe sentirse herido en tal condición. Lo ha pasado mal estos años.

Después de mucho tiempo, Delfino finalmente la soltó. Sus ojos se enrojecieron por el llanto.

Yadira alargó la mano para tocarle suavemente la cara. Sentía pena por él:

—Ve a bañarte. Luego ven a cenar con nosotros, ¿de acuerdo?

Yadira le persuadió con paciencia y delicadeza, como si le hablara a un bebé.

Delfino asintió, con la mirada de un niño bien educado.

—Vamos —Cogiéndole de la mano, Yadira le llevó al dormitorio.

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