—Tiene fiebre una vez más—. Yadira estaba preocupada, pero seguía tranquila.
La cara de Apolo cambió: —Esto nunca le había pasado a Delfino.
—He llamado al médico. Puedes desayunar primero. Voy a cambiar la ropa de Raquel. Todavía tiene que ir a la guardería.
Apolo asintió: —Vale.
Yadira llevó a Raquel a su habitación. Se sentó junto a la cama y se frotó las piernas doloridas. Raquel crecía rápidamente, pero las piernas de Yadira aún no se habían recuperado del todo. Se sentía un poco cansada después de estos pocos pasos.
—¿Qué quieres ponerte hoy? —Yadira tiró de la pequeña mano de Raquel y le señaló el armario: —Ve a coger lo que quieras tú misma.
Raquel bajó la cabeza y no se movió.
Entonces Yadira la oyó susurrar: —Mamá, quiero quedarme en casa con papá.
—No—. Yadira la rechazó sin rodeos. Delfino volvió a tener fiebre, pero no era tan grave.
Además, aunque Raquel era todavía niña, tenía que obedecer las reglas. No podía no ir a la escuela sólo solo porque ella no quería hacerlo.
—¿Va a morir papá? —Raquel miró a Yadira y dijo: —Igual que la abuela.
Yadira se quedó atónita por un momento. Luego, tocó la cabeza de Raquel: —Eso es imposible. Mira, papá sólo está enfermo. Cuidaré bien de él. No te preocupes.
Raquel asintió.
En realidad, Yadira y Raquel sólo llevaban un año juntas, pero Raquel dependía mucho de ella. Yadira se sintió emocionada al oír las palabras de Raquel.
***
Yadira cambió la ropa de Raquel y salió. Pidió a la sirvienta que llevara a Raquel a desayunar.
Yadira volvió al dormitorio con una toalla para limpiar la cara de Delfino.
El corazón de Yadira se ablandó casi de inmediato: —Si te mejoras hoy, no irás al hospital.
Delfino sonrió, —De acuerdo.
Yadira no sabía cómo rechazar a este hombre.
Nadie sabía cuándo venía Apolo. Agitó las llaves del coche y tosió: —Llevaré a Raquel a la escuela.
—Espera—. Yadira salió.
Apolo dijo en serio: —Delfino necesita ir al hospital. No debes dejar que él se quede en casa así.
Apolo escuchó la conversación entre Yadira y Delfino hace un momento.
Yadira sonrió con impotencia: —Soy la única que lo consiente.
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